Ese fantasma del "Gobierno de Madrid"
El gran reto de la nueva democracia espa?ola -¨¦sta es la tercera de este siglo- era el de fabricar un Estado diferente, principalmente en funci¨®n de la gran erupci¨®n auton¨®mica. La gran parida de nuestra democracia, como dir¨ªa Umbral, han sido las autonom¨ªas. Nunca dejaron de estar vigentes las pretensiones auton¨®micas de vascos y de catalanes, que se pondr¨ªan en ebullici¨®n -como era l¨®gico- en el cambio de r¨¦gimen. Los gallegos, que ten¨ªan tambi¨¦n lengua y cultura propias, se subieron presurosamente a este autob¨²s, aunque con menos acento y tir¨®n de la historia. Y a continuaci¨®n, por contagio, y como respuesta al Estado centralista, tambi¨¦n las otras regiones y comunidades del pa¨ªs, que carec¨ªan, sin embargo, de los elementos b¨¢sicos o de uso para una tradici¨®n hist¨®rica de autonom¨ªa o de autogobierno. Esto se les vino encima, y por sorpresa -en su radicalismo actual- a las cuatro grandes fuerzas parlamentarias de centristas, de socialistas, de comunistas y de derechistas democr¨¢ticos en sus cuatro budas, Su¨¢rez, Felipe Gonz¨¢lez, Carrillo y Fraga. Hicieron, apresuradamente, un tratamiento constitucional que ha resultado indigente e insuficiente, y luego se vieron precisados a unas urgentes soluciones pol¨ªticas y jur¨ªdicas que fueron imposibles en el Parlamento, y tuvieron que manufacturarse en la Moncloa, a niveles deficientemente democr¨¢ticos de provisi¨®n de poder, cuyo protagonista responsable fue el presidente del Gobierno, mano a mano con el l¨ªder, o con los dirigentes, de los nacionalismos vasco y catal¨¢n. El m¨¦todo era malo, porque se empezaba a fabricar el Estado moderno con materiales pol¨ªticos de puro posibilismo. No hubo arquitectos, sino barandas. Se constru¨ªa jur¨ªdicamente, pol¨ªticamente, econ¨®micamente otra Espa?a -en el mejor de los casos- mediante una negociaci¨®n entre h¨¢biles tratantes, y no con el exigible y riguroso m¨¦todo de la imaginaci¨®n creadora, que ha llevado a la humanidad desde la tribu a la naci¨®n; desde el clan aislado a las comunidades solidarias; desde el tirano m¨¢gico a las colectividades racionalistas; desde el poder carism¨¢tico al Estado de derecho. As¨ª ha salido todo. Lo importante, verdaderamente, es saber la salida que tiene esto; conocer cu¨¢l va a ser el territorio del Estado, la evidencia de la naci¨®n, en un pa¨ªs constituido por comunidades aut¨®nomas. Los sue?os federalistas en un pa¨ªs sin base conjunta federal son irresponsables. Esto precisa otras soluciones, aunque de ese mismo parentesco. Pero hay otro factor que resulta pol¨ªticamente alucinante y que necesita una respuesta. Se trata de la situaci¨®n del Gobierno de Madrid. Concretamente, la situaci¨®n del partido en el poder, que, democr¨¢ticamente, y constitucionalmente, est¨¢ credencializado. Pero va a tener una precariedad asustante. Resulta que su primer rev¨¦s gordo fue el de las elecciones municipales de 1979. Perdi¨® grandes ciudades y muchos pueblos, y por algo parecido a esto, aunque con presentaci¨®n m¨¢s psicol¨®gica y decisoria, y el trono y la clase dirigente desacreditados, se pasar¨ªa, en 1931, de la Monarqu¨ªa a la Rep¨²blica. Tener o no tener la base electoral es decisivo. El c¨¦lebre ?franquismo sociol¨®gico? y residual del que era beneficiario el partido en el poder, y que le permit¨ªa ganar elecciones, ha desaparecido. En el futuro todo ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil. Ah¨ª est¨¢ el caso reciente de Andaluc¨ªa.Pero ahora acaba de suceder lo de la autonom¨ªa andaluza. La derrota del Gobierno ha sido espectacular. De las ocho provincias andaluzas se han pronunciado seis contra las tesis del Gobierno, y las otras dos tienen resultados dudosos, o por suciedad electoral -los c¨¦lebres muertos que han votado, de Clavero- y otras corrupciones sabidas, e inevitables, del sufragio universal. Parece que, en el mejor de los supuestos, solamente Almer¨ªa habr¨ªa evitado el pronunciamiento afirmativo de toda Andaluc¨ªa, con lo cual, tras poner en evidencia el mecanismo del refer¨¦ndum, el valor representativo del resultado es una de las bromas m¨¢s insignes que conoce la historia de las consultas populares. Esta regi¨®n important¨ªsima que es todo el sur de Espa?a, que se extiende poderosamente entre dos mares y sube hasta lamer la meseta central, acaba de encender una grave animosidad contra el Gobierno de Madrid. Las manifestaciones y actitudes de Sevilla y de otros sitios han sido muy graves.
Despu¨¦s de esto, se van a producir los sucesos pol¨ªticos y electorales del Pa¨ªs Vasco y de Catalu?a. El partido en el Gobierno no tiene nada que hacer en aquellas comunidades, en el c¨¦lebre norte industrial. Sus ¨²nicos alivios podr¨ªan venir del lado socialista en el Pa¨ªs Vasco, que son sus grandes adversarios en el Parlamento, con lo cual el testimonio del sarcasmo alcanza l¨ªmites grotescos. Despu¨¦s de esas elecciones ?la distancia de Madrid? ser¨¢ todav¨ªa mayor.
Y, por ¨²ltimo, lo probable es que la izquierda y los nacionalistas en Catalu?a sean los triunfadores, y Madrid quede tambi¨¦n bastante m¨¢s lejos que ahora mismo en la providencial y pragm¨¢tica situaci¨®n Tarradellas. Sin Catalu?a, sin el Pa¨ªs Vasco y sin Andaluc¨ªa, ?qu¨¦ fantasma es ¨¦ste del Gobierno de Madrid, vagando por el Senado y el Congreso, como alma en pena, refugi¨¢ndose en un poder pol¨ªtico inexistente y representando a un Estado caqu¨¦xico antes de nacer?
La pol¨ªtica democr¨¢tica no solamente no tiene transe¨²ntes, a la manera de los reg¨ªmenes autoritarios, sino que exige responsables. Un Gobierno como el actual, que no tuviera Andaluc¨ªa, el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a, no ser¨ªa representativo de la naci¨®n, no podr¨ªa titularizar el Estado, con esa m¨ªnima legitimidad de ser ?minor¨ªa mayoritaria? en un Parlamento que despu¨¦s de marzo -por otro lado- estar¨¢ muy deflacionado de representaci¨®n. Ya no se tiene en pie un ?Gobierno de Madrid? de estas caracter¨ªsticas. La tradici¨®n democr¨¢tica hace pagar los reveses de los responsables, o de los culpables, con el relevo, pero aqu¨ª algunos h¨¢bitos del antiguo r¨¦gimen en esta materia no han muerto, y muchos personajes desde?an la propia adversidad que ellos mismos han provocado, como si no fuera con ellos. Pero siendo esto grave, no es lo peor. Lo ciertamente improrrogable es el m¨¦todo actual de gobernar con las mismas mimbres que, no solamente no han fabricado un cesto, sino que lo han hecho imposible. Frente a lo que se avecina se precisa una gran remodelaci¨®n de modos y hasta de personajes del propio proceso democr¨¢tico, de nuevas acciones constitucionales que corrijan ciertos m¨¦todos en el sistema pol¨ªtico, y culminen la obra de hacer apremiantemente el Estado para evitar, entre otras cosas, el riesgo de que la incapacidad de los Budas autorice la esperanza latente en nuestro pa¨ªs de la llegada de los c¨¦sares, que es una herencia que nos viene desde la muerte de don Fernando VII.
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