Las inc¨®gnitas de Catalu?a
Ha sido casi imposible hallar en los debates y m¨ªtines electorales catalanes que anteayer concluyeron, referencias serias a los principales problemas de la Catalu?a actual. No hubo un balance del per¨ªodo de la Generalidad provisional, no hubo precisiones v¨¢lidas y cuantificadas respecto a las posibilidades de incidir en la situaci¨®n econ¨®mica y, a¨²n m¨¢s grave por ser m¨¢s inmediato y concreto, no hubo precisiones claras respecto a cu¨¢les ser¨¢n las respectivas pol¨ªticas de alianzas con relaci¨®n a los obligados pactos de Gobierno, ya que nadie obtendr¨¢ una mayor¨ªa que le permita gobernar en solitario la Generalidad.Una vez m¨¢s quedar¨¢ patente qui¨¦n es la causa y cu¨¢l es el efecto con relaci¨®n al ya reconocido desencanto. La causa est¨¢ en la incapacidad de los pol¨ªticos en sintonizar con la ciudadan¨ªa. El efecto es que las inquietudes populares vayan a su aire -el ?pasotismo? tambi¨¦n es una actitud activa- y la vida pol¨ªtica oficial al suyo. De ah¨ª que actualmente las previsiones de voto -alrededor o algo por debajo del 60%- sean inferiores a las que permit¨ªan prever, por l¨®gica evoluci¨®n, las expectativas de los primeros sondeos, hace m¨¢s de un mes.
El retorno de Tarradellas de la mano de UCD fue ofrecido en su d¨ªa a Adolfo Su¨¢rez en base a dos argumentos principales y b¨¢sicos: lograr un deslizamiento hacia la derecha del electorado catal¨¢n y atemperar -a falta de poder yugulario- el catalanismo, en base a la acci¨®n personal y militante de una persona que hist¨®ricamente se identificaba con el catalanismo, pero que a la hora de la verdad estaba dispuesta a la espa?olizaci¨®n de la vida pol¨ªtica catalana. Lo primero no se ha logrado: socialistas y comunistas est¨¢n donde estaban, a nivel de porcentajes, d¨¦cima m¨¢s, d¨¦cima menos, en junio de 1977. Lo segundo s¨ª que se ha conseguido. La pr¨¢ctica del unitarismo en el seno de la Generalidad provisional por parte de todos los partidos (si bien por razones a veces contrapuestas) les ha convertido a todos en titulares de sendos tejados de vidrio y, por tanto, incapaces de arrojar ninguna piedra que permita esclarecer ¨¦ste y otros puntos b¨¢sicos, sin cuya consideraci¨®n es imposible comprender la falta de especificidad e inter¨¦s que adolece la vida p¨²blica catalana.
Durante decenios, la fortaleza de la existencia diferenciada de Catalu?a estuvo muy por delante de la propia de Euskadi. Catalu?a dio hombres con una clara voluntad de articular administrativamente esa especificidad real (ling¨¹¨ªstica, hist¨®rica, sociol¨®gica e incluso psicol¨®gica), bajo c¨¢nones europeos, e incluso a partir de ella -jam¨¢s antes ni sin- modernizar toda Espa?a. Pero ahora, poniendo a un lado el tema del terrorismo vasco y sus consecuencias pol¨ªticas, vemos c¨®mo el rigor y la seriedad auton¨®micas vascas deber¨ªan ser lecci¨®n constante para el decaimiento pol¨ªtico catal¨¢n. Evitemos, por compasi¨®n, comparar realmente Garaikoetxea y Tarradellas y olvidemos las declaraciones de este ¨²ltimo sobre la incre¨ªble soluci¨®n militar para el problema pol¨ªtico vasco. Evitemos tambi¨¦n comparar la especificidad real de la reciente campa?a electoral vasca con el predominio de los temas de pol¨ªtica general espa?ola que ha caracterizado a la campa?a catalana. En este sentido, es inevitable recordar el refer¨¦ndum andaluz. En el caso andaluz y en el catal¨¢n, lo importante ha sido el desgaste o no de UCD. Parece como si lo que, en su d¨ªa, fue ?la cuesti¨®n catalana? haya quedado reducida al nivel de los t¨ªmidos balbuceos de las peculiaridades andaluzas.
Importar¨ªa saber si se trata de si los actuales males catalanes tienen su origen y su fin en una superestructura pol¨ªtica integrada por inexpertos forzosos (forzosos por cuanto bajo el franquismo los ¨²nicos que pod¨ªan adquirir experiencia pol¨ªtica eran los franquistas), o bien, por el contrario, resulta que toda la identidad catalana es la que est¨¢ en declive o en v¨ªas de desaparici¨®n o folklorizaci¨®n.
Hay datos que apuntan hacia los dos sentidos. La trayectoria seguida por la lengua y la cultura catalanas bajo la Generalidad provisional ha sido deplorable, como con acierto apuntaba un sonado trabajo colectivo de la revista cultural Els Marges, que daba al traste con la autosatisfacci¨®n vacua -el intraducible cofoisme- oficial. Pero tambi¨¦n hay notas de signo contrario. As¨ª, la reciente campa?a electoral ha sido, en sus aspectos aparentes -uso de la lengua catalana, esl¨®ganes- de un car¨¢cter m¨¢s catal¨¢n que los propios programas y la propia realidad de sus contenidos. Sus contenidos reales no iban por ese camino, pero sus apariencias -que son lo m¨¢s perceptible a nivel masivo- s¨ª que resultaban muy catalanas. El dato es significativo. Hay objetivamente una p¨¦rdida de empuje de la reivindicaci¨®n catalana, pero los pol¨ªticos intentan disimularlo y no s¨®lo por razones de justificaci¨®n personal, sino por cuanto que la evidencia de la realidad podr¨ªa comportar mayores reacciones que la ya existente de desencanto y desinter¨¦s.
En ese marco, Catalu?a va a elegir su segundo Parlamento de este siglo. Y, lo que es m¨¢s importante, va a elegir a su presidente auton¨®mico. S¨®lo dos personas cuentan con posibilidades reales. Joan Revent¨®s y Jordi Pujol. El primero es el secretario general del PSC-PSOE, del primer partido catal¨¢n. Honesto, incapaz de tomar una decisi¨®n si no es de forma coleg¨ªada, en ning¨²n momento la l¨ªnea de su partido ha sido el resultado de su imposici¨®n personal. Un partido cuya fusi¨®n real es de grado muy inferior a la aparente. Un partido en el cual las tensiones entre obreros caste llanohabl antes y profesionales catalanohablantes son muy superiores a las que puedan darse en la calle. Un partido cuya actuaci¨®n superior, seg¨²n acredita el Diario de Sesiones del Congreso, se confunde tan radicalmente con la del PSOE como la del PSUC con la del PCE.
Desde la derecha, Revent¨®s no s¨®lo es visto, justamente, como el hombre honrado que es, sino tambi¨¦n analizado con la simpat¨ªa instintiva -el instinto de clase- que causa el hecho que Revent¨®s proceda de la m¨¢s alta burgues¨ªa catalana.
En cuanto a Jordi Pujol, su partido es realmente, en una enorme parte, su obra personal.
Con la elecci¨®n de un nuevo presidente, Catalu?a obtendr¨¢ una configuraci¨®n p¨²blica de la cual deber¨ªa surgir la conservaci¨®n plena de su patrimonio secular y de su reconstrucci¨®n como sociedad moderna. De ser as¨ª, su actual p¨¦rdida de cohesi¨®n social llegar¨ªa a su fin. De ser de otro modo, la prolongaci¨®n de la arritmia ya existente entre el andar de su clase pol¨ªtica y el del conjunto de la ciudadan¨ªa catalana podr¨ªa tener, una vez, un triste final.
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