Un rey de Espa?a, ante la tumba de Guillermo de Orange
El reciente viaje de los Reyes de Espa?a a Dinamarca y los Pa¨ªses Bajos adquiere una perspectiva hist¨®rica que es obligado resaltar. Dinamarca es uno de los pa¨ªses n¨®rdicos que, por su larga tradici¨®n democr¨¢tica y la secular tolerancia que distingue su vida civil, contemplaba con mayor desagrado el anterior r¨¦gimen espa?ol. Los Pa¨ªses Bajos, por an¨¢logas razones, m¨¢s las a?adidas por una memoria hist¨®rica, a¨²n asociada a la pol¨ªtica de tierra quemada en Flandes por los ?tercios? espa?oles, tampoco alimentaban sentimientos amistosos hacia el pueblo espa?ol. Por m¨¢s que para los holandeses Santa Claus llegue todos los a?os puntualmente desde Espa?a.Tanto el pueblo dan¨¦s como el holand¨¦s han recibido con esta visita real la nueva imagen de Espa?a: un pa¨ªs con problemas econ¨®micos y pol¨ªticos, una sociedad sujeta a una dif¨ªcil readaptaci¨®n democr¨¢tica, pero que enarbola sincera y decididamente, por boca de su jefe de Estado, la proclamaci¨®n de los valores de la convivencia parlamentaria y la, colaboraci¨®n y el entendimiento supranacional de los pa¨ªses.
De este reciente viaje de Estado es obligado resaltar el gesto del Rey, rindiendo honor a la tumba de Guillermo de Orange, asesinado en 1584 tras prender la mecha de la sublevaci¨®n contra la corona espa?ola. Desde que Felipe II -con intenciones mucho menos pac¨ªficas, como ha recordado un diario liberal holand¨¦s- visitara los Pa¨ªses Bajos en 1559, ning¨²njefe de Estado espa?ol hab¨ªa tenido el coraje moral de visitar un pa¨ªs en el que la figura de intimidaci¨®n infantil del ?coco? se identifica con la de aquel y principal duque de Alba. Pr¨¢cticamente la reina Juliana de los Pa¨ªses Bajos despide su reinado, cerrando esta cicatriz hist¨®rica, ayudada por la visita de los Reyes de Espa?a.
A otro nivel, no deja de ser rese?able la cordialidad que ha distinguido el contacto oficial dentro de la Corte holandesa, entre los Reyes de Espa?a y don Carlos Hugo de Borb¨®n-Parma y su esposa, la princesa Irene. Don Carlos Hugo ha abandonado la presidencia del Partido Carlista, y hasta el propio partido, para emprender otros rumbos pol¨ªticos. Aun cuando el problema de fondo estuviera previamente zanjado en esta visita de los Reyes a los Pa¨ªses Bajos, ha quedado enterrado un pleito din¨¢stico y pol¨ªtico que durante siglos sumi¨® a este pa¨ªs en varias guerras civiles. Son detalles personales o de protocolo que, de puntillas e inadvertidamente, pasan a engrosar la historia de los pa¨ªses.
Las intervenciones exteriores de los Reyes constitucionales est¨¢n obligadas a la circunspecci¨®n, por lo que en no pocas ocasiones sus viajes de Estado aparecen como aparcados en meras cr¨®nicas de sociedad y protocolo. En este caso del viaje real a Dinamarca y los Pa¨ªses Bajos, no son precisas especiales dotes de capacidad para leer entre l¨ªneas que nos lleven a la comprensi¨®n del gran servicio hist¨®rico y diplom¨¢tico rendido por don Juan Carlos a la imagen del nuevo Estado democr¨¢tico.
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