Asesinato en la catedral
OSCAR ARNULFO Romero, arzobispo de San Salvador, ha tenido la muerte que ha dado gloria a alguno de sus grandes predecesores, como Thomas Beckett, muerto en la catedral de Canterbury por los asesinos del arbitrario poder real al que combat¨ªa. Unas horas antes de su muerte aparec¨ªa su imagen ¨²ltima en Televisi¨®n Espa?ola, y las palabras que podr¨ªan ser su epitafio: ?A mi me podr¨¢n matar, pero a la voz de la justicia ya nadie la puede matar.? Un ¨²ltimo optimismo.Monse?or Romero ofrec¨ªa ese pat¨¦tico, pero sereno, rostro que en los ¨²ltimos a?os es el honor de la Iglesia en Latinoam¨¦rica: la incansable defensa de los oprimidos, la denuncia constante de un r¨¦gimen que ha ido superando en los ¨²ltimos meses las manchas tr¨¢gicas que hab¨ªa sido llamado a limpiar, cuando fue depuesto el r¨¦gimen anterior. El d¨ªa en que fue asesinado era uno m¨¢s entre los treinta cad¨¢veres causados por las armas del r¨¦gimen que no son siempre, como en el caso del arzobispo, las regulares y uniformadas, sino las bandas de la extrema derecha, que asesinan amparadas por el poder. Un poder en el que figura todav¨ªa una democracia cristiana que ha sido ya abandonada por sus juventudes, desertada por algunos de sus grandes dirigentes, pero que se aferra al poder donde ya no es m¨¢s que un reh¨¦n en manos de los militares, a los que ni siquiera consiguen legalizar. Es posible que estos fieles vaticanistas reconsideren su actitud en el momento en que la figura principal de la Iglesia de su pa¨ªs cae asesinada. Aunque la conciencia. muchas veces, puede celebrar pactos y consensos poco comprensibles.
Puede ocurrir tambi¨¦n que Estados Unidos reconsidere sus proyectos, hasta ahora contenidos, pero siempre a punto, de enviar una ayuda militar creciente, o de fomentar la entrada en el pa¨ªs de los soldados acantonados en Guatemala para traspasar la frontera en un momento dado. Las operaciones de las fuerzas de seguridad estaban siendo asesoradas por un n¨²mero de consejeros (entre cincuenta y cien) especializados en la lucha antisubversiva, las fuentes de informaci¨®n de la oposici¨®n atribu¨ªan a estos consejeros no solamente la asesor¨ªa del Ej¨¦rcito y las fuerzas de seguridad, sino tambi¨¦n el apoyo y las armas a las bandas de la extrema derecha.
Puede ocurrir que, como dice el viejo t¨®pico que se emplea en estos casos, la sangre del arzobispo Romero no haya sido derramada en balde. La reacci¨®n en el pa¨ªs ha sido enorme, y la indignaci¨®n internacional, aun por parte de figuras de la Iglesia que no son en nada afines a las opciones pol¨ªticas y humanas que defend¨ªa monse?or Romero, tienden ya a descalificar al r¨¦gimen de El Salvador definitivamente.
En realidad, la guerra civil existe ya en El Salvador. S¨®lo una soluci¨®n inmediata, patrocinada por Estados Unidos y por los pa¨ªses democr¨¢ticos de Am¨¦rica Latina, puede evitar que se extienda e incluso que se ampl¨ªe a otras zonas de la Am¨¦rica Central. Esta soluci¨®n no puede ser m¨¢s que la evicci¨®n del Gobierno actual y la formaci¨®n, en su lugar, de una coalici¨®n que represente todas las fuerzas en lucha y abra inmediatamente el proceso legal para la reconstituci¨®n de una democracia, que tampoco podr¨¢ subsistir si no acomete inmediatamente la reforma agraria y el cambio total de estructuras, que ya se ha demostrado que es inviable en su forma actual.
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