El escamoteo del sha
POR SEGUNDA vez Ir¨¢n se ha sentido burlado en esta cuesti¨®n, tan turbia y tan torpemente manejada, de sus supuestos derechos sobre el sha y su fortuna. La primera fue con la actuaci¨®n de la comisi¨®n internacional de juristas que investigaba en Teher¨¢n las acusaciones contra el emperador depuesto y que termin¨® apareciendo ante los revolucionarios, con raz¨®n o sin ella, como encargada de sacar a los rehenes o, por lo menos, mejorar sus condiciones, pero sin. verdadera intenci¨®n de llevar a cabo la investigaci¨®n y, sobre todo, las conclusiones de que el sha deb¨ªa ser devuelto al pa¨ªs que le acusa. La segunda, con estos saltos de caballo de ajedrez, como el que le lleva ahora de Panam¨¢ a Egipto, precisamente en el mismo d¨ªa en el que el Gobierno paname?o deb¨ªa recibir los cuatrocientos folios que los juristas iran¨ªes hab¨ªan preparado para solicitar la extradici¨®n.Esta operaci¨®n de escamoteo ha sido particularmente dolorosa para Teher¨¢n: les parece una burla. No parecen aceptar las explicaciones oficiales del viaje: las de que el sha, libre como es, decidi¨® por s¨ª mismo el viaje, la de que Sadat decidi¨® por s¨ª mismo ofrecerle asilo permanente. Para Teher¨¢n, como para una gran parte de la opini¨®n p¨²blica mundial todo se realiza bajo la gran sombra de Estados Unidos, en pa¨ªses o territorios que se ven obligados a aceptar su presi¨®n. El juego de Estados Unidos ser¨ªa el de mantener una ambig¨¹edad propia en el caso del sha, pero salv¨¢ndole de sus perseguidores, no tanto por respeto a la persona del viejo aliado que fue tan ¨²til en otros tiempos como pueda serlo Sadat en ¨¦stos, ni siquiera por sacar adelante a sus rehenes, con la intenci¨®n de conseguir en este regateo una negociaci¨®n global con Ir¨¢n y, sobre todo, una condena eficaz de la URSS en el caso de Afganist¨¢n, m¨¢s all¨¢ de las palabras de reprobaci¨®n emitidas hasta ahora por los iran¨ªes. En cuanto al cambio puro y simple del sha por los rehenes, por muy degradados que est¨¦n los usos y costumbres internacionales, parece demasiado escandaloso y, sobre todo, podr¨ªa producir algunas consecuencias para Washington; la desconfianza de sus aliados con respecto a su futuro. El propio Sadat podr¨ªa verse, un d¨ªa, en las circunstancias en las que se ve ahora Reza Pahlevi.
Lo cual no es inveros¨ªmil. Sadat vive en el filo de la navaja, y la adopci¨®n del sha, Con tantos signos externos de reconocimiento y amistad como los que le ha prodigado -fue a recibirle al aeropuerto, ha hecho evacuar de enfermos el hospital militar de Muadi, para albergar al sha-, a?ade un dato grave para sus relaciones con el mundo isl¨¢mico, al que inevitablemente pertenece, y aumenta el descontento de la oposici¨®n, que crece sobre todo porque no se ven los beneficios del brusco cambio de alianzas presidido por Sadat en favor de Israel y Estados Unidos. La intransigencia de Israel ante cualquier concesi¨®n se advierte cada d¨ªa: y el sha llega a Egipto en el momento en que todo el mundo ¨¢rabe se conmueve por la consolidaci¨®n israel¨ª de sus implantaciones en territorios ocupados, como la creaci¨®n de dos centros religiosos en la ciudad de Hebr¨®n (Cisjordania ocupada). Otra v¨ªctima del ¨²ltimo salto de caballo del sha puede ser el presidente de la Rep¨²blica del Ir¨¢n, Banisadr, cabeza visible y activa de la opci¨®n moderada, que condena el mantenimiento de los rehenes y es partidario de su devoluci¨®n y de unas negociacior.es realistas con Estados Unidos. La sensaci¨®n de burla refuerza las posiciones antiamericanas y el ?poder? de los estudiantes.
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