Fotograf¨ªas de la ausencia
Quiso escribir el cuerpo. Y ahora queda el vac¨ªo de aquel cuerpo en mi propia escritura letal. En el fondo sin fondo., la mueca de una vida: estudios, enfermedades, nombramientos. ?Y lo dem¨¢s? Eso se preguntaba: ?y los encuentros, las amistades, los amores, los viajes, las lecturas, los placeres, los miedos, las creencias, los goces, las dichas, las inclinaciones, las miserias; en una palabra, las resonancias? En el texto, nos respond¨ªa, pero nunca en la obra. A la manera ¨²ltima de un novelesco laberinto. C¨¢mara oscura.Ante la muerte de R. B., un no poder anula en m¨ª todo oscuro sentido del deber. Contemplo con dolor su foto. Y recurro a la cita fotogr¨¢fica. Reconstruyo dos breves instant¨¢neas de nuestra ¨²ltima conversaci¨®n.
Primera cita: ?La fotograf¨ªa es algo que me fascina, algo que siempre me ha fascinado, porque veo en ella la representaci¨®n, en la medida en que se supone que la fotograf¨ªa debe representar algo real, retener algo real; con una fotograf¨ªa se tiene, o al menos puede tenerse muy a menudo, una relaci¨®n de deseo hacia el objeto que representa, pero, al mismo tiempo, como este deseo s¨®lo est¨¢ ah¨ª, sobre el papel, a trav¨¦s de una especie de a?agaza, el deseo aparece, en cierto modo, ?c¨®mo decirlo?, s¨ª, corno algo constituido por la falta, por la carencia, y a ello se debe el hecho, por otra parte, de que la fotograf¨ªa tenga una relaci¨®n, profunda con los juegos del deseo -tambi¨¦n con la neurosis-, con la fetichizaci¨®n... Y es que, en efecto, en la fotograf¨ªa se desea y, al mismo tiempo, no se alcanza. La fotograf¨ªa representa, y lo sentimos delante de cualquier fotograf¨ªa, aquello que ya ha sido, no lo que es, sino lo que ha sido, lo que ya est¨¢ sepultado en el tiempo. ?
Segunda cita: ?Creo que la verdadera relaci¨®n de la fotograf¨ªa es una relaci¨®n con la muerte; esto es palpable aqu¨ª en mayor medida que en cualquier otro arte. La fotograf¨ªa tiene una relaci¨®n esencial con la muerte. Por ello har¨ªa falta interrogar a la fotograf¨ªa, aunque, dig¨¢moslo de entrada, no a todas las fotograf¨ªas que se ven por el mundo: las de la prensa, las fotograf¨ªas de reportaje, que ya son un grado algo elaborado de la pr¨¢ctica social, sino, por ejemplo, a la foto de los seres queridos que ya no est¨¢n, que han muerto, que han desaparecido, y, paralelamente, preguntarnos sobre la relaci¨®n que nosotros tenemos con esa imagen. Las fotos que me conmueven son siempre aquellas que quebrantan en m¨ª, a la par y mezclados, el afecto fundamental del amor y el de la muerte.?
Quien habla desde esas fotos, veladas por la emoci¨®n, tuvo adem¨¢s un estilo. Estilo -me repito, pues el llanto no inventa- de sucesos y juicios particulares, asentados sobre lo movedizo. Concuerda con esta caracter¨ªstica el tono conmovedor que se desprende de ¨¦l, aun cuando a veces rechacemos el esqueleto de lo metaf¨®rico, gracias a los detalles elegantes de inteligencia, de saber y de sensibilidad. Es, a placer, el estilo leg¨ªtimo de la f¨¦rtil imprecisi¨®n subrepticia. Metamorfosis estil¨ªstica, la exclusi¨®n llega a ser expresi¨®n.
Definitivamente, lleg¨®.
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