El IPI, un invitado molesto
El pasado d¨ªa 20 se inaugur¨® en Mallorca el seminario sobre el tema ?Prensa y minor¨ªas?, organizado por el IPI (Instituto Internacional de Prensa). El tema fue tratado ampliamente en cinco ponencias a lo largo de tres d¨ªas; la primera de ellas, titulada Minor¨ªas en el mundo de hoy, panorama general, fue presentada por Peter Preston, editor del diario ingl¨¦s The Guardian. Otros ponentes fueron Max Snidjers, editor del Utrecht Nieuwblad, y Manuel Torre Iglesias, profesional de televisi¨®n, quienes expusieron los problemas de los emigrantes y los marginados. Al seminario asistieron profesionales del mundo de la informaci¨®n de numerosos pa¨ªses (entre los espa?oles, Jos¨¦ Ortega Spottorno, presidente de PRISA, empresa editora de EL PA?S). El Instituto Internacional de Prensa existe en todos los pa¨ªses democr¨¢ticos, y es una asociaci¨®n de periodistas y editores cuyo objetivo principal es la salvaguardia de la libertad de prensa. El secretario del IPI en Espa?a es el periodista Pedro Altares.
Hace una semana se reun¨ªan en Palma de Mallorca periodistas de tres continentes para plantearse la actitud de nuestra profesi¨®n ante las minor¨ªas de todo tipo, cuya eclosi¨®n, cuya ruptura de las cadenas de la indiferencia, constituyen uno de los signos m¨¢s evidentes de nuestro tiempo. Fue un seminario reducido, sin grandes despliegues, realizado por y para la profesi¨®n period¨ªstica. Las jornadas discretas de Ciutat ten¨ªan, sin embargo, alg¨²n significado m¨¢s que el estricto de su enunciado.La reuni¨®n de periodistas era la primera que el Instituto Internacional de Prensa celebraba en Espa?a; algo impensable cinco a?os atr¨¢s, cuando el primer organismo mundial de defensa de la libertad de expresi¨®n luchaba desde fuera contra las trabas, formales y reales, que la ley de 1966 y las fuerzas pol¨ªticas en el poder segu¨ªan oponiendo a una prensa libre y, a la vez, alentaba a los periodistas espa?oles que estaban actuando entonces de francotiradores del cambio pol¨ªtico y de las libertades. Por eso la reuni¨®n mallorquina significaba un reencuentro con la prensa del mundo libre.
Pero la presencia del IPI en Espa?a y su vigilancia de la marcha de la libertad de expresi¨®n en nuestro pa¨ªs provocan resquemores, protestas por su ?injerencia? en supuestos ?asuntos internos?, por parte de sectores definidos de nuestra propia profesi¨®n. Esto a?ade un nuevo matiz al seminario de Mallorca. Las protestas, cargadas de todos los sambenitos de una xenofobia con la que en viejos tiempos pretend¨ªa defenderse de las cr¨ªticas exteriores nuestro autoritarismo ib¨¦rico, nos recuerdan aquello de que s¨®lo hiere la verdad. Y, m¨¢s a¨²n, mantienen vivo en la conciencia de los periodistas espa?oles -de aquellos conscientes de que no hay democracia sin libertades- el convencimiento de que, logradas esas libertades formales, no por ello est¨¢n realizadas las libertades reales. Parece incluso que en los ¨²ltimos meses se va precisando el embate contra ellas: procesamientos, encarcelamientos, b¨²squeda de mayores restricciones al ejercicio de la informaci¨®n y la opini¨®n en las p¨¢ginas de la prensa y en las ondas de las emisoras.
Unidad de acci¨®n
La libertad informativa espa?ola va de traspi¨¦ en traspi¨¦. EI IPI se mantiene informado de todo ello y act¨²a para defender esa libertad, Y los corifeos nacionales entonan el ?IPI, go home?, o algo as¨ª.
El primer problema, para los sectores oficiales y oficiosos que se rasgan las vestiduras, es que el IPI no es f¨¢cilmente identificable con la CIA ni con el KGB; que ha demostrado su independencia y ha defendidi con decisi¨®n a los periodistas y los ¨®rganos informativos perseguidos por los reg¨ªmenes dictatoriales de derechas e izquierdas; en una palabra, que -como ocurr¨ªa con Amnist¨ªa Internacional durante el antiguo r¨¦gimen- no cabe m¨¢s que rechinar los dientes cuando el Instituto pone el dedo en la llaga espa?ola.
?Qu¨¦ es el instituto Internacional de Prensa? Fundado hace veintinueve a?os, con sedes en Zurich y Londres, se trata de una asociaci¨®n -que reh¨²sa firmemente todo lazo econ¨®mico con cualquier Gobierno, agencias gubernamentales u organizaciones internacionales- formada por periodistas, directores y editores de peri¨®dicos y de medios de la prensa electr¨®nica. Su objetivo es lograr la unidad de acci¨®n y, como consecuencia, una mayor fuerza para -seg¨²n sus estatutos- ?la promoci¨®n y protecci¨®n de la libertad de prensa?. Precisan los estatutos: ?Por esto, se entiende acceso libre a las noticias, libre transmisi¨®n de noticias, publicaci¨®n libre de peri¨®dicos, libre expresi¨®n de puntos de vista.? Y sus otros objetivos son ?el logro de un entendimiento entre periodistas e, igualmente, entre los pueblos; la promoci¨®n del libre intercambio de noticias precisas y equilibradas entre las naciones; el mejoramiento de las pr¨¢cticas del periodismo?.
Son m¨¢s de 2.000 los miembros del IPI en la actualidad, repartidos en 62 pa¨ªses. Entre ellos, por ejemplo, Mort Rosenblum, director del International Herald Tribune; Benjamin Bradlee, director del Washington Post; Cushrow Iran¨ª, director de The Statesman, de Calcuta; Harold Evans, director del Sunday Times, de Londres; Hilary Ng'Weno, director de Stellascope, de Nairobi: los grandes nombres del inundo de la prensa libre. Y tambi¨¦n los periodistas empujados al exilio por las dictaduras, como Amir Taheri, ex director de Kayhan, de Tcher¨¢n; Robert Cox, ex director del Buenos Aires Herald, y Jacobo Timerman, ex director de La Opini¨®n, de Buenos Aires.
El informe McBride
Dentro de unos d¨ªas, en su asamblea anual, en Florencia, el IPI se enfrentar¨¢ como siempre con unos temas de estudio de inmediata trascendencia para la profesi¨®n; esta vez, El informe Mac Bridey los temas de la conferencia general de la Unesco en 1980, El derecho a saber, el inter¨¦s nacional, los medios informativos y la ley, Informaci¨®n a trav¨¦s de las barreras culturales: el problema de Ir¨¢n, y Autocensura: el dilema del director. Adem¨¢s, se presentar¨¢n varios informes nacionales y regionales sobre pa¨ªses o zonas especialmente conflictivos. Significativamente, en este apartado ha previsto el IPI una intervenci¨®n sobre Espa?a, por parte de Juan Luis Cebri¨¢n, miembro del comit¨¦ ejecutivo del Instituto.
En Florencia estar¨¢, entre otros, el propio Sean Mac Bride. El estadista irland¨¦s, por segundo a?o consecutivo, vendr¨¢ a defender ante los periodistas independientes el informe de la comisi¨®n, por ¨¦l presidida, que ha elaborado para la Unesco las bases del discutido y discutible ?nuevo orden mundial de la informaci¨®n?. Mac Bride sabe que sin un pacto con los representantes de los medios informativos libres de todo el mundo el ?nuevo orden? nunca ser¨¢ realidad. Es esta una muestra t¨ªpica del poder y, sobre todo, de la responsabilidad del IPI.
Antes de Florencia y de los grandes temas, el IPI se ha reunido, pues, en Mallorca, bajo el patrocinio de su comit¨¦ espa?ol, para cumplir con uno de sus fines estatutarios, el que se refiere al ?mejoramiento de las pr¨¢cticas del periodismo?.
Del seminario mallorqu¨ªn sali¨® un volumen importante de informaciones y opiniones sobre la cobertura period¨ªstica de las minor¨ªas, un tema que ha dominado las preocupaciones de la profesi¨®n en Estados Unidos desde 1960, pero que en otras partes, y particularmente en Europa, sigue en el limbo de la t¨¦cnica y la pol¨ªtica informativa. Peter Preston, director de The Guardian, de Londres, acot¨® bien la cuesti¨®n: o se explotan negativamente todos los ?clich¨¦s? relacionados con las minor¨ªas o se calman los remordimientos period¨ªsticos con ?alguna columna semanal, un poco de cobertura ritual en el peri¨®dico de cada d¨ªa?. Y ninguna de esas actitudes es la justa. Del seminario ha nacido una mayor conciencia de lo inadecuada que resulta la respuesta de una prensa que debe ser -entre tantas otras cosas- la voz de las minor¨ªas; en consecuencia, de Mallorca ha despegado lo que ser¨¢ un estudio permanente por parte del IPI del tema y de las soluciones posibles.
Junto a los espa?oles, los miembros internacionales del Instituto han hecho, pues, un esfuerzo por mejorar la pr¨¢ctica profesional. Ahora, y, siempre en relaci¨®n con Espa?a, el IPI se esfuerza por cumplir otro de sus fines, el priniordial: ?La promoci¨®n y protecci¨®n de la libertad de prensa.?
Mientras el IPI hable de minor¨ªas, mientras monte campanas mundiales para que se libere a un periodista paquistan¨ª encarcelado por el r¨¦gimen del general Zia ul-Haq, nadie se queja en Espa?a. Pero en cuanto escudri?a la serie de entuertos a la libertad de prensa en la Espa?a democr¨¢tica, el invitado se vuelve inc¨®modo, y los sectores gremialistas de la profesi¨®n ponen el grito en el cielo.
Las jurisdicciones especiales
El IPI estudia con particular detenimiento y preocupaci¨®n, estos d¨ªas, dos fen¨®menos peculiares a Espa?a: la creciente presi¨®n judicial sobre los periodistas y los intentos de limitar el acceso a la profesi¨®n period¨ªstica mediante la pr¨®rroga del sistema de licencias instaurado en el anterior r¨¦gimen, un sistema que el IPI combate en el mundo entero.
De la oleada de acciones judiciales contra periodistas, el Instituto considera con especial preocupaci¨®n la intervenci¨®n, de jurisdicciones especiales -en contradicci¨®n con el articulado de la Constituci¨®n de 1978-, ilustrada recientemente por el procesamiento militar de Miguel Angel Aguilar, director de Diario 16. La aplicaci¨®n a la prensa de leyes que no sean las que rigen para cualquier ciudadano de un pa¨ªs -o sea, el C¨®digo Penal o C¨®digo Civil- es, seg¨²n el IPI, uno de los medios m¨¢s comunes y eficaces que en el mundo se emplean para controlar la libertad de expresi¨®n.
Esa libertad de expresi¨®n, como siempre, es lo que quiere defender el Instituto cuando critica abiertamente -lo hizo su director, Peter Galliner, en una de sus ¨²ltimas visitas a Madrid- el intento, prornovido desde la Federaci¨®n de Asociaciones de la Prensa, de repetir en un nuevo estatuto de la profesi¨®n la limitaci¨®n del acceso a ella que se cre¨® hace cuarenta a?os: un ?registro profesional? obligatorio, al que s¨®lo tendr¨ªan acceso los poseedores de un t¨ªtulo acad¨¦rnico determinado de una facultad determinada. Este sistema de ?licensing?, generalmente traducido por ?exigencia de licencias?, es combatido sistem¨¢t¨ªcam ente por el IPI en cualquier parte; en todo el mundo occidental industrializado s¨®lo existe en un pa¨ªs: Espa?a.
Las razones de esa oposici¨®n no estriban en una supuesta negativa a una mejor formaci¨®n del futuro periodista en la Universidad, sino en que, a diferencia de las profesiones de m¨¦dico o ingeniero, la de periodista est¨¢ amparada por un derecho humano b¨¢sico: el de la libertad de expresi¨®n, que no puede limitarse a 5.000 de los 36 millones de ciudadanos de un pa¨ªs. (La Constituci¨®n espa?ola, en su art¨ªculo 20, reconoce a todos los ciudadanos el derecho ?a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducci¨®n?.)
El IPI, en su oposici¨®n a los reg¨ªmenes que constri?en mediante licencias las posibilidades de cualquier ciudadano de acceder a los medios informativos (posibilidades que incluyen la fundaci¨®n y direcci¨®n de un medio nuevo cuando, por ejemplo, los medios existentes se nieguen a publicar las cartas o colaboraciones de ese ciudadano), argumenta que la situaci¨®n del periodista es igual a la de los dem¨¢s profesionales amparados por el derecho a la libertad de expresi¨®n. No se exige a un novelista, en efecto, la licenciatura en filosof¨ªa y letras, ni al pintor el diploma de la Escuela de Bellas Artes. Lo mismo sucede con los que est¨¢n amparados por el derecho, tambi¨¦n b¨¢sico, a la intervenci¨®n en los asuntos del Estado democr¨¢tico: no se exige a un ministro, un diputado o un senador la licenciatura en ciencias pol¨ªticas. Y eso que su cargo entra?a al menos tanta responsabilidad como la que se aduce para acotar la profesi¨®n period¨ªstica...
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