"Ding-Dong", contra el divorcio
Aguardaba con cierta expectación, no exenta del natural escepticismo que experiencias semejantes ante la pantalla han dejado en mi recuerdo, el debut de un nuevo programa.Se trataba de un concurso famoso ya antes de su nacimiento por las jugosas noticias que sobre el mismo se dieron, tanto en la prensa del corazón como en las no menos divertidas páginas del informe de EL PAIS sobre RTVE, donde con todo detalle se nos ilustraba sobre las diversas formas de despilfarrar el máximo dinero en el mínimo espacio a través de un presupuesto de televisión.
Su título era el muy ingenioso de Ding-Dong, imagino que para eliminar barreras idiomáticas ante su eventual exportación a otras televisiones. El tema era la cocina. Pero en realidad hubiese dado igual que versase sobre las carreras de coches o sobre el Estatuto de los Trabajadores. Dado su objetivo, aparte del muy loable de dar de comer a los autores de la idea y a sus ejecutores, no era otro que, imitando al modélico Un, dos, tres, encontrar cualquier disculpa para entregar fajos de papel moneda sin que los auditores de Hacienda aguasen la fiesta con acusaciones de prodigalidad.
El concurso, basándose en la inteligencia y en la técnica, repartía alegremente los miles de duros por superar pruebas tan sagaces como adivinar la diferencia de calorías entre la coliflor y el repollo o cortar más y mejores lonchas del jamón izquierdo de un cerdo de Jabugo.
Ante aquel baile de pesetas empezó a rondar por mi cabeza la idea de escribir una carta a esa hada madrina que, en forma de organismo autónomo, ofrece cuando menos la fama a los afortunados que en ella aparecen, aunque sea en el modesto y estoico papel de concursante.
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Cuando más ilusionado estaba con la idea de participar e incluso de conseguir con un poco de suerte algún milloncejo de los que allí tan generosamente se despilfarraban, de pronto recordé que en pleno 1980, y por voluntad única e intransferible del se?or Plaza, creador, guionista, director e imagino que principal cobrador del espacio, sólo podían participar en él las personas que previamente habían contraído matrimonio bajo cualquiera de las formas reconocidas por la ley, esto es, civil o canónica. Así que mi gozo, en un pozo.
Por esta causa quiero desde aquí elevar una protesta formal y pedir, en nombre de mis derechos constitucionales, la desaparición de tama?a discriminación, todo ello en nombre de los viudos, solteros y divorciados o ?anulados?, pues imagino que los separados legales y de hecho no estarán afectados por la curiosísima restricción decidida por el se?or Plaza. Me parece intolerable que participar en el único programa donde se dilapida sin ningún tipo de decoro el dinero de todos los espa?oles se reserve sólo para aquellos que han pasado por el juzgado o la vicaría.
Para mí, que con ello sólo puede perseguirse uno de estos dos objetivos. De un lado, aumentar, si es posible, el número de poseedores del libro de familia, incrementando con ello la recaudación fiscal: paga más quien se casa que quien se arrejunta. De otro, evitar a los que esperan el divorcio codazos y apretujones por estar los primeros en la cola cuando se abra la ventanilla. Estos, lógicamente, pensarán que más vale retrasar los trámites mientras el concurso permanezca en pantalla, que perderse la bicoca ofrecida a los cónyuges en activo por la mejor y única televisión de Espa?a. /
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