Andaluc¨ªa ahora
Ya las fechas del 4 de diciembre de 1977 y del 2 de diciembre de 1979 indicaban, como hecho irrefutable, que en Andaluc¨ªa exist¨ªa una clara conciencia auton¨®mica. Pero, a pesar de ello, pocos apostaron, incluida una parte nada despreciable de los medios de comunicaci¨®n, por la certeza y la realidad de esta conciencia. Incluso los que apostaban afirmativamente part¨ªan de una posici¨®n negadora de la existencia de una identidad de pa¨ªs, consistente en la especificidad hist¨®rica y la posesi¨®n de una cultura singularizada: trasladaban el ¨¦nfasis a razones de agravio comparativo, marginaci¨®n y subdesarrollo -problemas importantes y reales para Andaluc¨ªa-, pero que no componen con exclusividad su ser y su raz¨®n de ser. ?Qui¨¦n apostaba realmente por el resultado del 28 de febrero?Por tercera vez hubo que demostrar desde Andaluc¨ªa que exist¨ªamos como pueblo. Desde que el escrutinio revel¨® el impresionante ¨¦xito pol¨ªtico de ese pueblo andaluz, casi todos los comentarios han resaltado la derrota de la pol¨ªtica auton¨®mica del Gobierno y su partido, pero pocos han puesto de manifiesto que lo ocurrido en Andaluc¨ªa no es algo gratuito, sino que el resultado del 28-F, unido a los hechos anteriores, s¨®lo tiene una interpretaci¨®n pol¨ªtica: la de la profunda aspiraci¨®n del pueblo andaluz al autogobierno, en un plano de igualdad con las llamadas nacionalidades hist¨®ricas.
No nos coge de sorpresa a los andaluces esta insuficiencia de an¨¢lisis. Es m¨¢s: tememos que, transcurrido alg¨²n tiempo, se nos niegue de nuevo'el pan y la sal. Siempre habr¨¢ el escribano de turno al servicio de los jacobinos del Estado (?el Estado es de ellos?) que vuelva a las andadas, y achaque el ¨¦xito del refer¨¦ndum a discriminaciones torpes, a la falta de habilidad del Gobierno al plantear la cuesti¨®n, y, en suma, a cualquier justificaci¨®n que enmascare la realidad de que Andaluc¨ªa se siente diferenciada y que tiene voluntad y derecho de ejercer como tal.
La situaci¨®n de Almer¨ªa
Pero la realidad est¨¢ ah¨ª para el que la quiera ver. Siete provincias superaron el techo, y Almer¨ªa, la irrenunciablemente andaluza Almer¨ªa, se ha quedado a pocos votos, en circunstancias muy lejanas a la normalidad. Pero no es el momento de extraer conclusiones juridicistas, con razones que el mismo.derecho bien entendido ignora, sino conclusiones pol¨ªticas. Y, muy brevemente resumidas, ¨¦stas son que un 55% de los andaluces censados, en un censo notablemente inflado y plagado de irregularidades, dijeron si, lo que prueba claramente, entre otras cosas, que no se ha producido divorcio alguno entre los ayuntamientos que reclamaron la v¨ªa del 151 de la Constituci¨®n y los ciudadanos andaluces.
Pero la victoria pol¨ªtica no es todav¨ªa victoria legal, pues lo impide la letra de la ley org¨¢nica sobre distintas modalidades de refer¨¦ndum, cre¨¢ndose as¨ª una contradicci¨®n que genera un sentimiento de frustraci¨®n de imprevisibles consecuencias.
Llegados a este punto, hay quien inmediatamente argumenta que la ley est¨¢ ah¨ª. Y a ellos se suman los que, expertos tan s¨®lo en el oficio de acusar, culpabilizan a todos los que con sus votos hicieron posible la aprobaci¨®n de la ley. Ambos se olvidan de que, para la celebraci¨®n del refer¨¦ndum en la fecha del 28 de febrero, vital por todo lo que significaba, era premisa indispensable la aprobaci¨®n de la ley y que, por su car¨¢cter de org¨¢nica, necesitaba ?huyor¨ªa absoluta. Se debe aqu¨ª recordar que UCD, a trav¨¦s de sus m¨¢ximos portavoces parlamentarios y de alg¨²n destacado miembro del Gobierno, afirm¨® que, sin los votos necesarios para sacar adelante la ley org¨¢nica, no habr¨ªa refer¨¦ndum en Andalucia. Y no se pase por alto que los hechos posteriores han venido a convertir el refer¨¦ndum y su resultado en el principal capital pol¨ªtico del pueblo andaluz.
Ampliar la legalidad
Pero, en cualquier caso, ello es pasado, y, hay que pensar en el futuro. Y el futuro es el de una realidad encorsetada por una legalidad inadecuada. Y hay imperiosamente que encontrar la manera de restablecer el equilibrio. No se trata tanto de modificar la legalidad como de extenderla de modo que pueda contemplar la situaci¨®n singular andaluza, creada no de una manera artificial, sino por la voluntad de un pueblo.
Ampliar la legalidad es la ¨²nica salida para Andaluc¨ªa. Todos los partidos pol¨ªticos que promovieron el s¨ª, y la Junta de Andaluc¨ªa en reciente acuerdo de su consejo permanente, est¨¢n por esta soluci¨®n a trav¨¦s de distintas f¨®rmulas. Hoy m¨¢s que nunca se hace necesaria una pol¨ªtica que unifique criterios y determine en bloque a una ¨²nica f¨®rmula, plenamente constitucional, y que cuente con el apoyo de una respuesta pol¨ªtica generalizada, articulada en Andaluc¨ªa institucional y popularmente. Este reto es el que tienen que asumir, una vez m¨¢s unitariamente, los que con sinceridad pretendan construir Andaluc¨ªa. ?Lo entender¨¢n as¨ª el Gobierno y su partido? ?Saldr¨¢n de una l¨®gica maniquea y falsa (autonom¨ªa contra Estado) que denuncian, pero impl¨ªcitamente fomentan? ?Entender¨¢n que los ayuntamientos, las diputaciones y la propia Junta de Andaluc¨ªa, junto con nuestro pueblo, somos tambi¨¦n el Estado? ?Iniciar¨¢n la pol¨ªtica de colaboraci¨®n entre las comunidades aut¨®nomas y el Gobierno que se?alaba su presidente? As¨ª lo deseamos. As¨ª lo esperamos. Pedimos que se reflexione. De no hacerlo, la consecuencia de los planteamientos actuales es una pol¨ªtica de confrontaci¨®n y de desesperaci¨®n que viene a agravar el paro y la miseria de muchos miles de ciudadanos andaluces, y por tanto, espa?oles. Que no se olvide: los riesgos son muy graves.
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