Los riesgos de Am¨¦rica Central
LAS ELECCIONES de signo liberal en Honduras dejan la duda de si podr¨¢ funcionar el nuevo Gobierno; en Nicaragua se va desmontando la Junta de Reconstrucci¨®n -que representaba una jefatura del Estado- por dimisi¨®n de los moderados; en El Salvador contin¨²an las muertes, las amenazas, las represiones, las guerrillas. La fotograf¨ªa de Am¨¦rica Central no puede ser m¨¢s desalentadora. Todos los esfuerzos de normalizaci¨®n parecen desembocar siempre en lo imposible, probablemente porque lo normal es algo que no ha sucedido nunca en esos pa¨ªses, a pesar de tantas buenas voluntades y tantas conciencias correctas como se han aplicado, y porque una normalizaci¨®n, desde un punto de vista de equilibrio social, econ¨®mico y de clases, implica cambios muy radicales de estructura, puesto que se parte de situaciones profundamente injustas.No ha favorecido nada tampoco al buen desarrollo de los nuevos intentos el cambio radical de Estados Unidos en la direcci¨®n de la guerra fr¨ªa, el sentido de la crisis indivisible que pertenec¨ªa ya a la filosof¨ªa de Kissinger -un personaje que renace ahora con una moda considerablemente sospechosa-, y que indudablemente interfiere tambi¨¦n en la gran zona de influencia del subcontinente americano, donde Washington vuelve a confiar en los reg¨ªmenes fuertes.
Honduras ha dado el poder, por v¨ªa electoral, a los liberales, uno de los dos partidos cl¨¢sicos -el otro es el nacional, o conservador-; en cualquier pa¨ªs europeo sus tesis y la naturaleza de sus dirigentes le emparentar¨ªa con la derecha, pero en Honduras significa una democratizaci¨®n posible, un progreso en la reforma agraria, un adelanto en las clases no privilegiadas. Pero su acci¨®n debe pasar por un distanciamiento de los militares y por una revisi¨®n de todo lo hecho en los a?os precedentes, que equivaldr¨ªa a una restituci¨®n de lo devorado por la corrupci¨®n y una depuraci¨®n de cargos. Hay dudas de que algo as¨ª se pueda permitir, y de que esta revoluci¨®n electoral sufra o no retrocesos como los sucedidos en El Salvador. Donde la Junta se mantiene contra viento y marea, apoyada ahora por el dinero y las armas que le llegan de Washington, por la presencia de consejeros en materia de polic¨ªa y por la posibilidad de una entrada de refuerzos desde Guatemala. Mientras, en Nicaragua la dimisi¨®n de Violeta de Chamorro ha sido continuada por la de Alfonso Robelo; si en la primera se alegaban razones de salud -la fatiga, el cansancio-, en la ¨²ltima se habla ya claramente de discordancia. La aparici¨®n del desencanto ha sido r¨¢pida. Con Robelo se van de los puestos de poder todos los miembros del Movimiento Democr¨¢tico, alegando que ?las bases de la unidad pol¨ªtica est¨¢n rotas?; en realidad, porque consideran que la formaci¨®n del Consejo de Estado les desfavorece y, en cambio, sustenta a la izquierda.
Desde Estados Unidos se acusa ya el revolucionarismo y se vuelve a aludir a Cuba como culpable: alusi¨®n que se produce en un momento oportuno, por la debilidad del r¨¦gimen de Castro tras los episodios de la Embajada de Per¨² en La Habana. Esta acusaci¨®n contra Cuba aparece, y es muy significativo, en Venezuela. El presidente Herrera Campins, en viaje por Europa, aparece manifiestamente menos tercermundista que su predecesor, y acaba de estar en Nicaragua con la intenci¨®n manifiesta de advertir a los sandinistas del peligro de radicalizaci¨®n y de una amistad demasiado profunda con Cuba. Esa misma misi¨®n la ha llevado su ministro de. Asuntos Exteriores, Zambrano Velasco, a Honduras, Guatemala y El Salvador: ofrece su petr¨®leo, ofrece su dinero y sus t¨¦cnicos a cambio de una moderaci¨®n en las aspiraciones de cambio. Es conocida su pol¨ªtica contraria a la intervenci¨®n militar: la expuso as! en noviembre pasado en la reuni¨®n de la OEA en La Paz; pero parece que en sus intervenciones diplom¨¢ticas en Am¨¦rica Central y la zona del Caribe presenta como inevitable la creaci¨®n de la ?fuerza conjunta de intervenci¨®n? si los revolucionarios no se moderan. Es decir, la alternativa de dinero, por una parte -o petr¨®leo-, y de invasi¨®n, por otra. Venezuela va configur¨¢ndose cada vez m¨¢s como la anti-Cuba en todo el subcontinente, pero tambi¨¦n como la adversaria de los reg¨ªmenes Pinochet-Videla.
No es dif¨ªcil abrazar la causa de la moderaci¨®n en los cambios cuando la alternativa es el enfrentamiento con poderes militares y econ¨®micos muy altos; pero parece que, si estos cambios sociales no son lo suficientemente profundos como para crear un verdadero principio de esperanza en quienes viven en la miseria, el desaflio a esos poderes puede producirse en forma de guerras civiles. Y la historia tan reciente que est¨¢ transcurriendo en estos mismos d¨ªas nos demuestra que las revoluciones siguen siendo posibles, y'los muros militares de contenci¨®n no son suficientes cuando las circunstancias lo exigen.
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