Presencia de Gustave Flaubert
Balzac escribi¨® alrededor de cien novelas... Y decimos ?alrededor? porque hay dos modos de establecer un cat¨¢logo de ellas: a) el que consiste en sumar sus t¨ªtulos definitivos, lo que nos da una cifra algo inferior a cien-, b) el que consiste en se?alar que tal o cual relativo, tenido por una obra coherente y vertebrada es, en realidad, un patch-work, una reuni¨®n de varias novelas o ?novellas? anteriores hilvanadas, a veces, con tanta prisa. y descuido que, como ocurre con La mujer de treinta a?os, nos cuesta trabajo relacionar y seguir el desarrollo de seis textos arbitrariamente puestos en sucesi¨®n. (Algo semejante vemos en las Grandezas y miserias de las cortesanas, donde, aunque con mayor fortuna, Balzac re¨²ne cinco novelas anteriormente publicadas bajo otros t¨ªtulos ... ) Claro est¨¢ que Balzac era un genio, y el genio no s¨®lo hace lo que quiere, sino tambi¨¦n lo que puede. Pero cabe preguntarse ahora si una producci¨®n tan superabundante como la de Balzac no resulta, en fin de cuentas, perjudicial al conocimiento de la obra misma. Todo hombre culto ha le¨ªdo a Balzac, ciertamente. ?Pero cu¨¢ntos tomos de Balzac ha le¨ªdo en realidad? Acaso una cuarta parte, que incluye, por fuerza -por ser m¨¢s famosaslas obras maestras indiscutibles Eugenia Grandet, admirable logro, acierto total del comienzo a fin, La piel de zapa, justamente cl¨¢sica; La duquesa de Langeais expresi¨®n perfecta del romanti c¨ªsmo en la narrativa; El lirio en el valle, y, desde luego, aquello tr¨¢nsitos de la Comedia humana, que trajeron al mundo de la dimensi¨®n imaginaria los inolvidables personajes de pap¨¢ Goriot, la prima Bette, C¨¦sar Birotteau, Gobseck, Vautrin, Rastignac, el banquero Nucingen, Luciano de Rumbempr¨¦, y tantos otros que, con el tiempo, se nos erigieron en arquetipos proverbiales. Esto, desde luego, basta para asegurar la inmortalidad de un escritor. Y, sin embargo, ante la desbordada creaci¨®n balzaciana, llegamos a preguntarnos si no le hubiese sido mejor haber escrito menos, centrando el esfuerzo en el mantenimiento de una calidad semejante a la que se observa a todo lo largo de Eugenia Grandet. Porque en nada se rebaja la grandeza de Balzac: admiti¨¦ndose que, en sus novelas de segundo plano, abundan las p¨¢ginas sumamente prescindibles -cuando no francamente detestables.Este a?o muchas revistas literarias consagrar¨¢n n¨²meros especiales, ensayos, estudios, etc¨¦tera, a la memoria de Gustave Flaubert, muerto el 8 de mayo de 1880 -hace exactamente un siglo- Y su nombre viene a oponerse, en nuestra mente, por fuerza, al de un Balzac, por cuanto -tambi¨¦n creador de arquetipos por siempre inscritos en la historia literaria universal- fue un autor poco fecundo, consciente de su terrible dificultad de escribir y que, sin embargo, despu¨¦s de mucho renegar de su oficio, de quejarse de la lentitutd con que adelantaban sus manuscritos. despu¨¦s de leerlos, releerlos, clamarlos, declamarlos a la manera de un actor, despu¨¦s de exasperarse en ¨¦l manejo de una pluma que mal respond¨ªa a sus intenciones, acababa produciendo algo que siempre -casi por fatalidad- resultaba una aut¨¦ntica obra maestra, destinada a la inmortalidad. Fuera de una mala comedia, muerta al nacer, y de una copiosa correspondencia, a m¨¢s de uno que otro texto de juventud, Flaubert s¨®lo escribi¨® seis libros. Peros seis libros titulados: Madame Bovary, Salamb¨®, La educaci¨®n sentimental, La tentaci¨®n de san Antonio, Tres cuentos y Bouvard y Pecuchet, novela que la muerte de su autor dej¨® inconclusa, aunque casi toda pasada en limpio. Y estas obras tienen una caracter¨ªstica singular, muy rara en la historia literaria: cada una responde a un planteamiento particular, nos lleva a diversas ¨¦pocas y diversos ambientes, resuelve diferentes problemas de expresi¨®n, de estilo, de enfoque, constituy¨¦ndose en universo cerrado, redondo, completo en s¨ª misma. Nada hay m¨¢s diferente de Madame Bovary que La tentaci¨®n de san Antonio. Y sin embargo, Flaubert est¨¢ presente y bien presente en cualquier p¨¢gina de estos dos libros. A la gestaci¨®n dolorosa, prolongada, llena de desalientos, segu¨ªa el fruto genial, espl¨¦ndido y pronto imitado. Porque, si bien algunos, hoy, nos dicen que Salamb¨® se les parece un poco a las pel¨ªculas de Cecil B, de Miller, no habr¨ªa que olvidar que la novela cartaginesa de Flaubert result¨® algo tan novedoso en su tiempo que dio origen a toda una novel¨ªstica cultivada -con la personalidad particular de cada cual por autores tan distintos como Pierre Louys (Afrodita), Jean Lombard (Bizancio, La agon¨ªa), Sienkiewic, y hasta por Vicente Blasco Ib¨¢?ez, quien, en su novela de juventud S¨®nica la Cortesana, reproduce, con plagiario desparpajo, frases enteras del texto ejemplar.
En cuanto a Bouvard y Pecuchet, se trata de una novela sin paralelo en toda la literatura moderna. Nada parecido conozco a ese viaje de dos personajes -primos remotos de don Quijote y Sancho- a trav¨¦s del vasto mundo de las ideas y los conocimientos humanos. Viaje cuyas jornadas tragic¨®micas terminan siempre en un fracaso -como ocurre en la magna novela cervantina- Pero novela que, vuelta a su punto de partida, tras de una trayectoria circular, puede volver a empezar indefinidamente, dispar¨¢ndose hacia otros rumbos. Novela inmensa, novela enciclop¨¦dica -sin antecedentes en Francia, como no sea en Rabelais-, donde acaso haya alcanzado Flaubert la cima de sus posibilidades.
Y esta importancia la hab¨ªa percibido, antes que nadie, un hombre genial de Am¨¦rica Latina. Me refiero al cubano Jos¨¦ Mart¨ª. Y el hecho resulta tanto m¨¢s portentoso si pensamos que el d¨ªa 8 de julio de 1880 publicaba Mart¨ª, en The Sun, de Nueva York, un important¨ªsimo ensayo acerca de Bouvard y Pecuchet, exponiendo pormenorizadamente su asunto, destacando sus planteamientos con la sagacidad cr¨ªtica que le era peculiar... Y lo m¨¢s extraordinario del caso era que Mart¨ª escrib¨ªa su ensayo cinco meses antes de que madame Aubin empezara a publicar fragrnentos del manuscrito inconcluso en La Revue Nouvelle, de Par¨ªs, a t¨ªtulo de sensacional primicia ofrecida a sus lectores... ?C¨®mo Jos¨¦ Mart¨ª conoc¨ªa, estando en Nueva York, el texto p¨®stumo de Flaubert?... ?Y c¨®mo lo conoc¨ªa hasta el punto de poder an¨¢lizar certeramente su contenido literario y hasta filos¨®fico?... Hay ah¨ª un misterio cuya elucidaci¨®n dejo a los doctos investigadores de enigmas hist¨®ricos. Pero nos queda el hecho de que un escritor de Am¨¦rica Latina fuese el primero, acaso, en se?alar el extraordinario valor de una novela debida al genio de quien nunca se repiti¨®, en sus empe?os, y que en v¨ªsperas de morir, emprend¨ªa una nueva aventura creativa, distinta a todas.
Balzac pasa a la posteridad con un bagaje de m¨¢s de cien libros. Gustave Flaubert, con seis obras maestras.... ?Cu¨¢l de los dos destinos ser¨¢ el m¨¢s envidiable?...
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