El silencio de Espa?a
EL SILENCIO oficial espa?ol respecto al fracasado intento del presidente Carter para rescatar los rehenes en poder de los iran¨ªes es de nuevo una muestra de las hipotecas innecesarias que venimos padeciendo durante la transici¨®n democr¨¢tica en materias de pol¨ªtica exterior. Mientras los l¨ªderes de los principales pa¨ªses occidentales han hecho patente su sorpresa, y en ocasiones su disgusto, por la decisi¨®n americana, la diplomacia espa?ola se ha limitado a decir que no habla sido informada previamente.Dec¨ªa Miguel de Unamuno que hay ocasiones en que el silencio es una forma de mentira. No quisi¨¦ramos suponer que esta es una de ellas. La fallida acci¨®n estadounidense supone un elemento m¨¢s de tensi¨®n en una zona vital para los intereses europeos y amenaza con poner al l¨ªmite la escalada de violencias en que las dos grandes superpotencias se ven hoy envueltas. El inhumano secuestro de los rehenes americanos no debe servir de pretexto para que un pa¨ªs como el nuestro, que se apresta a ser anfitri¨®n de la tercera fase de la Conferencia de Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa, no haga p¨²blico, como otros Gobiernos, su parecer respecto a la decisi¨®n de Carter. Cualquier sospecha de complicidad o de benevolencia debe ser desterrada. O, al menos, cualquier duda sobre las capacidades de acci¨®n que una potencia media como es nuestro pa¨ªs tiene a la hora en que parece prepararse una gran confrontaci¨®n internacional; ¨¦sta ya nos est¨¢ afectando sobremanera en la elevaci¨®n de la renta del petr¨®leo, que constituye uno de los mayores problemas con que se enfrenta nuestra econom¨ªa para intentar relanzarse.
Es preciso se?alar que la solidaridad pedida antes y despu¨¦s del env¨ªo del comando por parte del presidente Carter a sus aliados, entre los que sin duda nos encontramos de una u otra manera, no ha sido ni correspondida ni servida lealmente por el propio presidente de Estados Unidos. Esto es tanto m¨¢s grave cuanto que decisiones como la comentada no ponen en peligro s¨®lo el bienestar de los ciudadanos americanos, sino el equilibrio internacional y la seguridad de millones de habitantes de otros pa¨ªses amigos. La sospecha fundada de que la actitud de Carter sea en gran parte movida por razonamientos electorales a?ade connotaciones de inmoralidad que no deben ser desde?adas.
Espa?a se encuentra situada en un lugar estrat¨¦gico de primera magnitud cara a un eventual conflicto armado que afectara al Mediterr¨¢neo, Cercano Oriente o norte de Africa. La utilizaci¨®n de nuestro suelo por el Ej¨¦rcito norteamericano en condiciones que han de ser pactadas para su renovaci¨®n en el plazo de a?o y medio justifican plenamente una toma de posici¨®n del Gobierno espa?ol en el caso del comando fracasado. El hermetismo, digno de la inoperancia en este terreno y el colonialismo exterior al que nos someti¨® el anterior r¨¦gimen, que ahora guarda tambi¨¦n el Gobierno respecto a los asuntos exteriores, es simplemente denigrante. Los espa?oles tenemos derecho a saber cu¨¢l ha de ser ahora la actitud del Gobierno en lo que se refiere a la solidaridad o no con las sanciones a Ir¨¢n, c¨®mo han de afectar a los intereses nacionales all¨ª establecidos, qu¨¦ otra alternativa existe -si es posible, en definitiva, una negativa, aunque sea templada, a las pretensiones americanas- y qu¨¦ posiciones mantiene nuestra diplomacia en orden a salvar la realizaci¨®n y los resultados de la pr¨®xima Conferencia de Seguridad. Esperamos al menos que el debate sobre pol¨ªtica general que el pr¨®ximo 13 de mayo se celebrar¨¢ en el Congreso valga para dilucidar este crucial tema de nuestra pol¨ªtica exterior.
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