Profanada en Francia la tumba de Paul Claudel
Al descubrirse la noticia, en la ma?ana de ayer, cuentan las informaciones que el cad¨¢ver de Claudel, muerto hace veinticinco a?os, ha aparecido casi intacto, en perfecto estado de conservaci¨®n. Si alguien en este mundo ha tenido derecho a un milagro habr¨¢ sido sin duda Claudel, el gran poeta cat¨®lico de nuestro siglo. Tal vez ¨¦l hubiese preferido otro milagro en vida, como, por ejemplo, el de la conversi¨®n de su amigo el recalcitrante Andr¨¦ Gide.De alguna manera la memoria del poeta deber¨¢ reconocer a partir de ahora la acci¨®n de sus profanadores, que, tras no poco trabajo -levantaron con palancas la losa de la tumba, que pesa cuatro toneladas-, han descubierto al mundo la incorruptibilidad de sus restos, y hasta la caja met¨¢lica del interior del f¨¦retro fue forzada. Se desconocen los motivos de la profanaci¨®n, pues no ha habido noticias sobre robo alguno.
La fecha de la profanaci¨®n tambi¨¦n parece simb¨®lica. Paul Claudel amaba los ritos, y tal vez las fechas, aunque no las eligiera todas. Pudo elegir la de su definitiva conversi¨®n al catolicismo. Tras seis a?os de incredulidad, este antiguo alumno de las Hermanas de la Doctrina Cristiana, pero tambi¨¦n de Renan y Burdeau, sinti¨® el rayo divino en una capilla de la catedral de N?tre-Dame, el d¨ªa de Navidad de 1886, a los dieciocho a?os de edad. Muri¨® la v¨ªspera del mi¨¦rcoles de ceniza de 1955. Diplom¨¢tico desde 1890, durante 42 a?os vivi¨® fuera de su pa¨ªs en distintas misiones, que le llevaron del Viejo al Nuevo Mundo y hasta los confines de China y Jap¨®n. Fue ministro plenipotenciario en R¨ªo, embajador en Washington, c¨®nsul en China y Jap¨®n, diplom¨¢tico en Praga, Hamburgo, Roma y Copenhague hasta su retiro en 1935.
Amigo del grupo fundador de la Nouvelle Revue Fran?aise, fueron c¨¦lebres sus desacuerdos religiosos y morales con Andr¨¦ Gide, que terminaron con la ri?a definitiva entre los dos amigos. Claudel llev¨® tambi¨¦n un diario desde 1905 hasta su muerte, pero, a diferencia de Gide, habl¨® poco de s¨ª mismo y mucho de los dem¨¢s, sobre todo de Dios. En 1940 no acept¨® el armisticio, y aunque se vio tentado por la figura de Petain, pronto se aline¨® contra la ocupaci¨®n alemana. Al terminar la guerra, Claudel entraba en la Academia Francesa, que hasta entonces le hab¨ªa cerrado sus puertas, a pesar de sus ¨¦xitos como poeta -Cinco grandes odas, Cantata a tres voces, Conocimiento del Este- y como dramaturgo: La anunciaci¨®n a Mar¨ªa, La joven Violaine, La ciudad, El reh¨¦n, Partici¨®n de mediod¨ªa, Cabeza de oro, El libro de Crist¨®bal Col¨®n o El zapato de raso.
Claudel intent¨® ser monje, paso temporadas de retiro en Palestina y Solesmes, vio enloquecer a su hermana Camille, fue testigo del terremoto que asol¨® en 1923 Tokio y Yokohama. Pero a partir de su retiro, la obra del poeta se encamin¨® claramente hacia la ex¨¦gesis religiosa, a los comentarios de las Escrituras, a las reflexiones espirituales. Fue un precursor de la generaci¨®n de escritores cat¨®licos franceses de entreguerras, la de Mauriac y Bernanos. Pero Claudel tuvo vocaci¨®n de monolito y se sent¨ªa m¨¢s a gusto con el catolicismo tradicional que con las dudas y ambig¨¹edades de las generaciones posteriores. Su fama de dramaturgo le ha dado el valor de un cl¨¢sico lejano, mientras su poes¨ªa y su prosa van siendo olvidadas. Tal vez, entre las nuevas orientaciones de la nueva Roma y estos vand¨¢licos profanadores -con la ayuda de su cad¨¢ver intacto-, resucite su p¨¢lida memoria para que infunda seguridad a una espiritualidad a la intemperie.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.