La era de Tito
FUE UN hombre necesario; ayud¨® a su pa¨ªs a restablecerse y equilibrarse despu¨¦s de una larga historia de desorden y de invasiones; ayud¨® a mejorar la convivencia en el mundo, a construir una ideolog¨ªa de los pa¨ªses explotados; se enfrent¨®, a veces con grave riesgo personal, a las diversas formas del imperialismo, y alcanz¨® el respeto de todos. De pocos estadistas puede escribirse este epitafio, que brota sinceramente en el momento de la muerte de Tito. Es la importancia del vac¨ªo que deja la que da toda la medida de la era que llen¨®.Su vida pol¨ªtica cumplir¨ªa este a?o 63 a?os; su vida humana, 88. Se puede trazar f¨¢cilmente una biograf¨ªa org¨¢nica, de maduraci¨®n continua, de crecimiento ordenado. Sesenta y cinco a?os de vida pol¨ªtica son los mismos que cumple la revoluci¨®n rusa, a la que se adscribi¨®, pero el desarrollo de su idea del comunismo fue en un sentido contrario a la l¨ªnea oficial. La joven guardia del a?o 1917, a la que perteneci¨® y a cuyo lado luch¨®, ha tenido un haz de destinos en los cuales una gran parte se ha entregado a la tragedia. Todos los grandes idealistas de un mundo nuevo nutridos por un af¨¢n redentorista en esta tierra, fueron podados en oleadas sucesivas de purgas, depuraciones o aislamientos por sus propios camaradas que eligieron la v¨ªa siniestra del poder desp¨®tico: s¨ªmbolo claro, Stalin. Otros cayeron, en sus pa¨ªses, por las represiones. Muchos fueron a parar al tejido gris del despotismo burocr¨¢tico.Tito no abandon¨® nunca la fe del primer d¨ªa. Supo alzar la peque?ez de su pa¨ªs y la escasez de su fuerza armada contra Stalin, supo fortalecer la idea del nacionalismo -construido dif¨ªcilmente sobre un pa¨ªs de hist¨®ricos tirones auton¨®micos, fomentados por los intereses de potencias extranjeras- frente a una m¨¢scara de internacionalismo que devoraba y se expand¨ªa. Y supo hacerlo sin caer en el otro bloque, sin servir a nadie. Traslad¨® esa ideolog¨ªa al conjunto de los pa¨ªses explotados. No hace todav¨ªa un a?o, irgui¨® su ancianidad -tocada ya por la muerte- en la Conferencia de los Pa¨ªses No Alineados de La Habana frente a la fuerza-fis¨ªca y tormentosa de Castro para asentar el principio de neutralidad y negarse a la inclinaci¨®n prosovi¨¦tica.
No todo, evidentemente, es rosado en su biograf¨ªa. No hay gamas rosa en la biograf¨ªa de un hombre que ha llegado al poder movido por el viento de las revoluciones, la clandestinidad, la guerrilla, la guerra civil. Fue un personaje duro y estableci¨® un r¨¦gimen duro. Una dictadura que elimin¨® a sus enemigos y a los de su l¨ªnea, que se estableci¨® sobre un partido ¨²nico y una organizaci¨®n de poder personal y dio muy escasas posibilidades a la democracia, presente solamente en los consejos de autogesti¨®n en que iba basando simult¨¢neamente su ideal de igualdad de oportunidades y de equilibrio social y la restauraci¨®n de la econom¨ªa de su pa¨ªs; pero no evit¨®, y tal vez foment¨®, la creaci¨®n de una nueva clase -por la que fue denunciado por Milovan Djilas, al que persigui¨®, encarcel¨® y desterr¨®-, de un grupo de privilegiados.
No es en comparaci¨®n a un patr¨®n ideal de Estado y de Gobierno -ese modelo con el que sue?a cada uno en su noche- con el que hay que medir y considerar a Tito en el momento de su muerte, cuando todav¨ªa no se puede fijar el punto de perspectiva ¨¦tica y pol¨ªtica, sino con el contexto en el que trabaj¨®: el del mundo del comunismo de guerra, el de un pa¨ªs de construcci¨®n reciente seg¨²n conveniencias de imperios dominantes y con tendencia a la disgregaci¨®n, el de unos pa¨ªses desvalidos y oprimidos.Puede decirse que Yugoslavia ha sido, y es todav¨ªa, el pa¨ªs comunista con mayor n¨²mero de libertades p¨²blicas y privadas, el m¨¢s abierto a las entradas y salidas del exterior, el m¨¢s sincero en los momentos de la autocr¨ªtica. Puede decirse que el crecimiento org¨¢nico, la madurez de Tito, se hizo en el sentido de conjugar lo ideal con lo posible; y en este arte de lo posible que es la pol¨ªtica supo incorporar muchos valores que, hasta su esfuerzo, parecieron imposibles.Tito era posiblemente el ¨²ltimo de los hombres fundamentales, de la era basada en la personalidad del d¨ªrigente. La moral de nuestro tiempo la repudia. Se ha llegado a la revelaci¨®n de que la Humanidad ha sufrido mucho en su historia por el abuso de los poderes unipersonales (sigue sufriendo, todav¨ªa, en los pa¨ªses donde se aplica, aunque sea ya como caricatura de lo que fue la era de los hombres fundamentales). Uno de los peores aspectos de esta pol¨ªtica es la rotura de la continuidad que se produce tras la desaparici¨®n del hombre-patria. Ning¨²n pa¨ªs ni ning¨²n r¨¦gimen la ha pasado en vano: la URSS sin Stalin, Ir¨¢n sin el sha, Argelia sin Bumedian, o China sin Mao, todos pasan a ser otra cosa distinta de lo que eran. No hay raz¨®n alguna para creer que Yugoslavia va a ser la misma sin Tito. Las grandes aves de presa se ciernen sobre su cielo, los aspirantes al poder se mueven vertiginosamente sobre su suelo. Yugoslavia es una pieza trascendental en el juego pol¨ªtico del mundo (uno de los hallazgos pol¨ªticos de Tito fue poner de manifiesto la delicadeza extrema de esa pieza que era su pa¨ªs). El acontecimiento, en el momento en que est¨¢ desatada una crisis internacional, muchos de cuyos hilos pasan por Yugoslavia -la frontera entre dos mundos, la estrategia mediterr¨¢nea por el camino del Adri¨¢tico, la rebeli¨®n del Tercer Mundo, las nuevas ideolog¨ªas eurocomunistas que tanto deben a Tito-, multiplica toda su importancia. El sentido com¨²n, la simple prudencia, indicar¨ªa que Yugoslavia debe ser conservada tal como es, tal como la ide¨® Tito, con los perfeccionamientos -en el sentido de libertad interna, de superaci¨®n de factores personales y de dictadura- que lo posible permita- respetada por las dos grandes potencias que ahora ri?en donde pueden, sostenida por la sensatez de los pol¨ªticos que tomen la sucesi¨®n.
Pero no hay ninguna prueba importante, en estos momentos, de que sentido com¨²n, sensatez y respeto sean factores determinantes en las pol¨ªticas de nuestro tiempo. Quiz¨¢ el miedo a un desequilibrio profundo pueda m¨¢s que las tentaciones de asimilaci¨®n.
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