Los nervios y las paradas de C¨¦sar hundieron al Rayo
El Rayo cay¨® su propia fosa el domingo. Los nervios, el tempranero gol de Tarr¨¦s y la magn¨ªfica actuaci¨®n del meta C¨¦sar fueron claves para confirmar virtualmente su descenso de categor¨ªa. Apenas queda la esperanza de un doble milagro para evitar el descalabro: que el Rayo gane en Zaragoza -algo que no creen ni sus propios jugadores- y que el H¨¦rcules pierda en casa ante el Sevilla. Alguien coment¨® en Vallecas que esta doble v¨ªa resulta poco menos que imposible, no s¨®lo por la ¨ªnfima capacidad del Rayo. Los momentos cruciales, decisivos, suele aprovecharlos el Madrid. Pero el equipo blanco no est¨¢ implicado en este asunto.Apenas hab¨ªan transcurrido cinco minutos cuando Tarr¨¦s inici¨® el empuj¨®n del descenso con su gol. El centrocampista se encontr¨® en una soledad pasmosa, casi insultante, en el momento de cruzar el bal¨®n. Pero es que antes el Rayo ya hab¨ªa concedido otra facilidad t¨¢ctica enorme, en el pasillo -una avenida- por el que se meti¨® Mart¨ªnez para ceder a Tarr¨¦s. Un tanto as¨ª, en el partido decisivo, con la escasa capacidad futbol¨ªstica del Rayo, supone en la pr¨¢tica el hundimiento. Y si ¨¦ste no se produjo en lo que ata?e a la voluntad -s¨®lo eso- rayista, s¨ª agrav¨® los temblores, los nervios y ampli¨® el desbarajuste.
Para colmo, los intentos ofensivos del equipo de Iriondo, siempre deslavazados, se encontraron en ¨²ltima instancia con una muralla llamada C¨¦sar. El meta que un buen d¨ªa dej¨® escapar el Oviedo -a veces hay descartes t¨¦cnicos incalificables- se encarg¨® de colaborar en el empuj¨®n con sus magn¨ªficas intervenciones, a remate de Morena con el pie, en un frentazo del uruguayo, en otro testarazo hacia atr¨¢s del ariete, en un centro-tiro de Custodio, y en un trallazo de Tanco. El central, que prodig¨® el remate, salv¨® una vez al meta, pero el travesa?o impidi¨® el ansiado empate. Pese a esto, Morena se perd¨ªa en su soledad, nadie le buscaba, y solamente la fuerza y el disparo de Tanco y los afanes de? joven Manan se dejaban sentir como ¨²nico peso espec¨ªfico del Rayo.
Al comenzar el segundo tiempo Vallecas era ya un cementerio. Al Rayo no se le intu¨ªa mayor acierto, y los transistores ya hab¨ªan cantado los dos goles -esperados- del H¨¦rcules en M¨¢laga. C¨¦sar sigui¨® acusando a los t¨¦cnicos que aquel buen d¨ªa le echaron -?por inservible?-, y salv¨® un zurdazo desde cerca de Morena. Cuando Mur¨²a coloc¨® el bal¨®n en la escuadra izquierda de Mora, hasta el m¨¢s apasionado hincha rayista fue comenzando a pensar en la pr¨®xima temporada, en el Burgos, en el M¨¢laga, en Segunda. Algunos llevaron su crispaci¨®n hacia el palco. Su pensamiento estaba en Encinas.
Aun as¨ª hubo algo innegable y digno de elogio. Con su infinita torpeza, el Rayo continu¨® buscando el marco de C¨¦sar, y ¨¦ste se empe?¨® en no dejar resquicio, rechazando nuevos remates de Morena y de Tanco. El gol final de ¨¦ste apenas sirvi¨® para premiar su esfuerzo personal. Ni siquiera vale el consuelo del tan manido tanto del honor. Por los altavoces se produc¨ªan continuas llamadas a familiares de ni?os que se perd¨ªan moment¨¢neamente por el recinto vallecano. Al Rayo no se le encontrar¨¢ el pr¨®ximo a?o entre los dieciocho equipos de Primera. El incentivo econ¨®mico al Sevilla puede existir para que los andaluces repitan en Alicante su esfuerzo del domingo ante la Real Sociedad, pero el propio Encinas debe evitarse el nuevo despilfarro.
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