Reformar la reforma
Ahora en lo que estamos es en reformar la reforma. Ni romper ni rupturar ni remodelar ni transicionar. Reformar la reforma, o sea, reformar hacia atr¨¢s, darle la vuelta al abrigo democr¨¢tico, que a lo mejor nos queda un capot¨®n de guerra.Como la uced¨¦, Su¨¢rez y el Gobierno ya no saben qu¨¦ hacer con la reforma, han decidido reformarla. Los espont¨¢neos, por su parte, arriman el hombro y la pistola, y reforman la reforma a tiros. Todo ayuda. Me pregunta S¨¢enz D¨ªaz en un almuerzo:
-?Qu¨¦ puede hacer por la cultura un Ministerio de Cultura?
-Pues mira, no tiene que gastarse un duro. Basta con que controle y reforme un poco las relaciones autor/editor, sac¨¢ndolas de la etapa feudal en que se encuentran, y el ministro en cuesti¨®n habr¨¢ asegurado el pan de muchos escritores y su propia memoria hist¨®rica.
Mediada la d¨¦cada de los setenta, Fraga reform¨® tambi¨¦n su propia reforma, y cuando los escritores empujaron en serio, lo convirti¨® todo en un Congreso donostiarra donde Robles Piquer fue a decir que el escritor no iba a ser ni pobre ni rico, sino todo lo contrario. Desde entonces no hemos dado un paso. Recibo cartas an¨®nimas denunci¨¢ndome una situaci¨®n, la situaci¨®n del libro, que conozco en mi propia carne de imprenta.
Reformar la reforma consiste en dejar que fracasen las comedias espa?olas -Buero, Gala- que denuncian lo que est¨¢ pasando, mientras se patrocina un teatro de caos, barullo, gui?ol para adultos y telas estampadas. Reformar la reforma es ir instalando, en los nidos seuistas de anta?o, los cisnes de plata de hoga?o. Sacar a flote los viejos apellidos que estaban tiritando bajo el polvo. Desparasitar la democracia de par¨¢sitos lumpem, mediante el cuchillo de la fina cuberter¨ªa en plata de la familia unida, en mitad de la calle. Armar hasta los dientes de oro, no ya a los l¨ªderes de la ¨¦pica dominical, sino incluso a sus santas esposas, por si las viola un violador de Comisiones Obreras, conocido sindicato de violadores nocturnos. O plantearse estas alternativas a la reforma fiscal de Ord¨®?ez:
-Mire usted, se?or Umbral, si vuelven los nuestros, yo no pago impuestos. Si no vuelven los nuestros, o sea los m¨ªos, yo me largo. Y si todo sigue igual, no declaro ni un duro.
Esto me dec¨ªa ayer un rico de provincias. As¨ª es c¨®mo est¨¢n reformando la reforma pol¨ªtica y la reforma fiscal. Su¨¢rez, en Belgrado, ha hecho mucho alterne y descorche con los vips mundiales, pero el domingo por la tarde, en el hotel donde va la uced¨¦ a jugar la partida, le aplaudieron poco. Tampoco Su¨¢rez puede tener carteras para todos, oyes. Me llaman de provincias, de los pueblos y de la Complutense para dar conferencias. Casi nunca puedo. Se lo dec¨ªa yo ayer a Paco Garc¨ªa Pav¨®n:
-No va uno a convertirse en el Garc¨ªa-Sanchiz de la democracia.
O sea, de la reforma reformada. Ahora estamos propiamente en la contrarreforma. Espa?a hace muy bien las contrarreformas. Es lo que mejor le sale. Y de mucha duraci¨®n. Calidad y resultado. Luis Matilla, el autor m¨¢s mitol¨®gico del teatro del silencio, estrena por fin sus Ejercicios para equilibristas. Puede que sea una alusi¨®n a la crisis reciente, porque me parece que est¨¢ volviendo el teatro pol¨ªtico, despu¨¦s que Nuria Espert nos mostr¨® su desnudo eterno, mediterr¨¢neo y administrativo en la ¨²ltima superproducci¨®n latinoch¨¦ a costa de Valle-Incl¨¢n. O mejor en la pen¨²ltima, que luego vino lo de Aurora Bautista, un auto sacramental de Calder¨®n muy propio de la Contrarreforma que estamos disfrutando. Los jesuitas est¨¢n llevando a contramano todo lo de la tercera edad. Una pastizara. Para eso hicieron los Ejercicios espirituales para equilibristas de San Ignacio. Y la Contrarreforma.
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