?Qu¨¦ horror, qu¨¦ inmenso horror!
Mi querido Ricardo: te escribo a vuelapluma y de sopet¨®n, despu¨¦s de una noche de perros pasada sin dormir. En seguida sabr¨¢s por qu¨¦.Como no soy hombre de ¨¢goras, no soy hombre agorero. Cuando me lleg¨® -aqu¨ª, en Amm¨¢n- el rumor, inmediatamente confirmado, de que eras flamante ministro de Cultura, lo tom¨¦ (y lo sigo tomando) como una buena noticia. Corr¨ª a felicitarte por ello y no me sum¨¦, ni p¨²blica ni privadamente, al coro de lamentaciones con que las pla?ideras del neoconformismo progresista saludaron tu m¨¢s que bien ganada aparici¨®n en escena. Otra cosa hubiese sido poner en tela de juicio, y yo la pongo, la necesidad de que exista un Ministerio de Cultura, moda for¨¢nea y algo cursi importada del Par¨ªs pagano y tan evitable como el ya vetusto (lo fue desde el principio) nouveau roman, la nefasta man¨ªa de pedir vino rosado en lugar de clarete o la aspersi¨®n con Chanel n?. 5, ese pestazo...; y ello, porque la cultura -me parece- no vive de la protecci¨®n ni de la organizaci¨®n ni de la divulgaci¨®n, sino de la creaci¨®n y la invenci¨®n (dos objetivos imposibles de alcanzar con planes quinquenales), y no necesita denarios ni discursos, sino libertad, liberalismo y libertarismo (el laissez faire, laissez passer de la vieja guardia adamsmithiana). Lo que, en otros t¨¦rminos, y por ah¨ª van mis tiros, significa que la fundaci¨®n de un Ministerio de Cultura interesa mucho menos al presente y futuro de ¨¦sta que a la eficacia del Estado, monstruo siempre deseoso de meter las narices (y resoplar) en cercado ajeno. Pero como, metido ya a desbarrar, soy del parecer de que no s¨®lo el Ministerio de Cultura, sino todos los ministerios (y sus misterios) resultan sensu strictu innecesarios, y esta quiere ser una carta pragm¨¢tica y no ut¨®pica, prefiero dejar el tema para mejor ocasi¨®n.
A lo que ¨ªbamos: puesto que, me gusten o no, hay ministerios -y Ministerio de Cultura- para rato, y puesto que los ministros se reclutan entre los pol¨ªticos (y, hoy por hoy, entre los pol¨ªticos de UCD), opino con toda franqueza que t¨² eres el mejor ministro de Cultura posible, en las actuales circunstancias, por no decir casi el ¨²nico existente a la altura de ese cargo dentro del partido gubernamental. Indiscutible, adem¨¢s de ganada y sostenida a pulso, es tu vinculaci¨®n al mundo de la cultura. Podr¨¢ y deber¨¢ discutirse -eso s¨ª- lo que en dicho mundo has hecho o dejado de hacer, y tambi¨¦n cabr¨¢ disentir de ello, dos infinitivos -discutir y disentir- a los que t¨², yo, tus intelectuales cr¨ªticos, mis cr¨ªticos intelectuales y los intelectuales en general estamos un¨¢nimemente sujetos por definici¨®n), pero me parece que s¨®lo hay bizantinismo, sectarismo y fanatismo (o vulgar mala leche) en la moda progresista de negarte el pan y la sal de un oficio -el de la cultura-, en el que, ciertamente con beneficio (y lo digo como un elogio), has trabajado toda tu vida. Quiz¨¢ sea eso dei beneficio -y su natural secuela: la envidia- el motor inm¨®vil yacente bajo las cr¨ªticas de quienes te critican. Mal de Espa?a, mal de espa?oles y mal de siempre, ya lo sabemos.
Ni tampoco cabe censurar -sino reconocer y aplaudir- tu -dinamismo, virtud harto meritoria y consistente en un pa¨ªs donde, ayer como hoy, los ministros suelen demostrar mucho m¨¢s apego a la butaca que a la cartera.
En cuanto a lo de posible, no te lo tomes (ni me, lo tomes) como un alfilerazo envainado, porque no hay tal. Mil veces se ha dicho -y yo lo creo, aunque tampoco me guste- que la pol¨ªtica es el sinuoso arte de ese adjetivo.
Te tengo ley, de sobra lo sabes... Fuiste el primer editor -cuando dirig¨ªas la Editora Nacional e intentabas su deshieloque se atrevi¨® a contratarme G¨¢rgoris y Habidis en estado no ya fetal, sino preuterino: apenas tres cuartillas embarulladas en las que so rprendentem ente atinaste a percibir el hilo de un ovillo que ni siquiera yo sab¨ªa a¨²n a d¨®nde iba a llevarme. Y lo hiciste en un momento ideol¨®gico y empresarial en que nadie hubiera dado un chavo por mi libro ni por mi futuro de escritor. T¨² lo diste, y adem¨¢s en dinero contante y sonante: un -entonces- generoso anticipo que me era imprescindible para acometer la empresa. Y cuando, a?o y pico m¨¢s tarde, te llev¨¦ las primeras seiscientas p¨¢ginas para que juzgases sobre la posibilidad o imposibilidad de que un organismo de Franco pechara con la publicaci¨®n de una obra as¨ª, me dijiste cuerda y cordialmente que no, que los Guerrilleros de Cristo Rey te quemar¨ªan la editorial (sic) caso de descolgarte con un libro como el m¨ªo, y que no me preocupara del adelanto, que yo hab¨ªa cumplido y que lo mejor era ofrecerle el mamotreto a un editor m¨¢s adecuado. Hasta mencionaste un nombre: el de Carlos Barral, entonces en activo, lo que en mi opini¨®n basta para demostrar hasta qu¨¦ punto apostabas ya en cultura a la carta aperturista y liberal cuando nadie en el r¨¦gimen se atrev¨ªa a¨²n a hacerlo.
Pero vamos al meollo de mi carta. ?,Sabes que al enterame de tu nombramiento -imposible ser escritor sin la virtud o vicio de la ingenuidad- pens¨¦ en el acto, con ego¨ªsmo no exento de altruismo, que la curva de ballesta trazada por el Duero en torno a Soria, y amenazada entonces por la construcci¨®n de una aberrante carretera perifr¨¢stica, se hab¨ªa salvado? Me dije: con un ministro as¨ª nunca se autorizar¨¢ la realizaci¨®n de ese dislate.
Era un asunto que me obsesionaba y me obsesiona, pero respecto al cual yo y otros muchos empez¨¢bamos a respirar tranquilos, Hispania Nostra, la Direcci¨®n General del Patrimonio Art¨ªstico, el Consejo Asesor de Monumentos y Conjuntos Hist¨®rico-Art¨ªsticos, el Centro de Estudios Sorianos (cito de memoria y al tunt¨²n) y otras corporaciones oficiales u oficiosas, adem¨¢s de muchos ar¨¦vacos de nacimiento o de adopci¨®n, se hab¨ªan -nos hab¨ªamos- manifestado rotundamente en contra del proyecto. Juli¨¢n Mar¨ªas dedic¨® un ponderado art¨ªculo a tan in¨²til gesto de barbarie en EL PA?S, Paco Umbral se sum¨® a la campa?a (y a las protestas) en un Spleen de Madrid y yo mismo ech¨¦ mi modesto cuarto a espadas en la revista Cambio 16. Por su parte, y en avanzadilla de convergencia, Clemente S¨¢enz Ridruejo, ingeniero de caminos, funcionario de Obras P¨²blicas, arque¨®logo por afici¨®n y devoci¨®n, e hijo del gran ge¨®logo e infatigable valedor de Soria Clemente S¨¢enz, hab¨ªa elaborado ya, en solitario, una posible variante a la llamada variante sur (r¨®tulo oficial del obtuso proyecto en cuesti¨®n) que resolv¨ªa -y resuelve- el problema de la circunvalaci¨®n al m¨®dico precio de a?adir al recorrido dos miserables kil¨®metros y sin tocar ni tan siquiera una margarita de un paisaje y conjunto monumental que es hoy, gracias a su belleza y a la de la poes¨ªa de don Antonio Machado, casi tan universal como pueda serlo el de las pir¨¢mides.
Incluso funcionaba ya una comisi¨®n mixta interministerial (Cultura y Obras P¨²blicas) encargada de cotejar y sopesar los pros y los contras de las dos soluciones propuestas: la del ayuntamiento (de g¨¦nesis y espaldarazo franquista) y la de Clemente S¨¢enz, patrocinada por el Centro de Estudios Sorianos.
Y en eso, ay, recibo aqu¨ª, en la lejan¨ªsima Jordania, una carta o golpe bajo (por el contenido, que no por el remitente) donde se me dice al pie de la letra que ?hace cosa de un mes, y en d¨ªa aciago, el buen don Ricardo de la Cierva se parachut¨® en Soria y, acuciado por los ucedistas locales, se puso los pantalones de su abuelo, dej¨® a Javier Tusell (el defensor de san Saturio y san Polo) en la estacada, declar¨® cerrado el expediente y dijo que se har¨ªa el proyecto de Obras P¨²blicas bajo su personal responsabilidad ?. Tu quoque Bruttus?
Y aqu¨ª tienes la raz¨®n, mi querido Ricardo, del insomnio -y la angustia- que me ha hecho fundir una noche en blanco y sentarme, despu¨¦s de ella, a escribirte la presente.
Raz¨®n no s¨®lo p¨²blica, sino tambi¨¦n -lo que para m¨ª, evidentemente, a¨²n resulta m¨¢s duro- personal e intransferible, porque (lo dir¨¦, y perdona, autocit¨¢ndome) ?aprend¨ª, cuando tales lecciones no se olvidan, que la cuerda de arquero tendida junto al agua desde la canorca de Satur¨ªo hasta los capiteles ar¨¢bigo-cristianos de san Juan es prenda de prodigios, otro de esos chakras (como Monts¨¦gur) donde la vida se dispensa a fanegadas y pulsa, terrible, el coraz¨®n del mundo?. Conf¨ªo en que la frase valga para cualquier soriano.
Si ese lugar -profanado ya por un puente met¨¢lico, una f¨¢brica de sebos, alguna que otra est¨²pida edificaci¨®n y dos b¨¢rbaros paradores- sufre esta nueva dentellada por parte de las mand¨ªbulas del leviat¨¢n del Estado, no es imposible que l¨ªe por en¨¦sima vez el hatillo, levante mi casa, renuncie a Soria y anide en otros pagos. Por mucho menos -por el generalito del Ferrol- me fui de Espa?a. Y no lo digo, claro es, en son de chantaje -?a qui¨¦n, excepto a m¨ª mismo y a un pu?ado de amigos, va a importarle que yo me exilie del lugar que m¨¢s amo en el mundo?-, sino como expresi¨®n garcilasiana de un dolorido sentir que s¨®lo cede, en cantidad e intensidad, a la indignaci¨®n que este descabellado asunto me produce.
O eso o poner la otra mejilla, y el pecho a la espada, para que los pol¨ªticos de hoy -bruscamente transformados en dem¨®cratas de toda la vida- terminen entre v¨ªtores y epinicios la tarea iniciada por los caciques de ayer. Y no va por la gente de Madrid, sino por algunos de los prebostes de mi ciudad.
De una ciudad que en lo art¨ªstico, en lo urban¨ªstico y en lo paisaj¨ªstico es ya -desde hace mucho- It¨¢lica famosa, cad¨¢ver que ostent¨® murallas, sombra y ruina de s¨ª misma.
?No ser¨¢ -disculpa la expresi¨®n- que te han liado? Adivino que llegaste a Soria, tierra que quiz¨¢ no conoces bien (?y por qu¨¦ ibas a conocerla siendo, y viniendo, de la Murcia andalus¨ª?), como siempre viaj¨¢is los ministros: secuestrados por ch¨®feres, polic¨ªas, mandamases y presuntos correligionarios. Adivino que no pudiste compulsar opiniones, que te hablaron todos a un tiempo de la necesidad de un desv¨ªo de circunvalaci¨®n (cierta es), que te encarecieron las incomodidades y peligros (nadie los niega) de la actual situaci¨®n, que te calentaron la cabeza con el tranquillo de que los intereses del bien com¨²n est¨¢n muy por encima (?qui¨¦n lo duda?) de los tiquismiquis elitistas, que te invitaron -quiz¨¢- a zumos de Cari?ena (en Soria no tenemos vino propio) en ese mismo infame parador que hoy muerde la cresta de la curva machadiana, que manejaron -barri¨¦ndolo para dentro- el socorrido y consabido sonsonete de la vox populi...
Y aqu¨ª intervengo para decir: mentira. El pueblo no quiere esa soluci¨®n (?) circunvalatoria, aunque s¨ª quiere -como queremos todos- otra soluci¨®n al grave problema del tr¨¢nsito rodado. La alternativa -ya lo he dicho- existe, no es una entelequia. Lo dif¨ªcil, al parecer, estriba en aprobarla tan r¨¢pidamente como (dicen) t¨² vas a aprobar la del Ancien R¨¦gime.
Y si quien miente (o se equivoca) soy yo, que los pol¨ªticos y los mun¨ªcipes nos lo demuestren. O sea: que abran -como te¨®rica, que no pr¨¢cticamente, se hizo en el caso de la central nuclear de Lubia- un per¨ªodo de informaci¨®n y debate, y consulten luego a los interesados. Una elecci¨®n ganada no es una patente de corso vitalicia. Ser procurador o concejal, como en lo tocante al tema, ha se?alado Mar¨ªas, no autoriza a disponer libremente y sine die de un patrimonio que viene de antes, apunta a despu¨¦s y es propiedad de todos. Incluso de los no sorianos y de los no espa?oles. ?Habr¨¢ que recordar otra vez la tantas veces recordada frase de Terencio?
Ya s¨¦ que a los pol¨ªticos os da dentera y alergia la t¨¢ctica del Partido Radical italiano, pero -dej¨¢ndonos de pol¨ªtica y y¨¦ndonos a la ¨¦tica- ?no ser¨ªa justo y digno, equitativo y saludable consultar directamente al electorado en cuestiones como ¨¦sta, circunscritas y, a la vez, intemporales? Desconozco la ley, pero si para llegar a eso se necesitaran firmas (o griter¨ªo), las habr¨ªa. No se conquist¨® Numancia en una hora.
Sea como fuere, y h¨¢gase o no ese minirrefer¨¦ndum (que -desenga?¨¦monos- no se har¨¢), estoy seguro de que el pueblo de
Pasa a p¨¢gina 10
?Qu¨¦ horror, qu¨¦ inmenso horror!
Viene de p¨¢gina 9Soria -debidamente informaco- jam¨¢s avalar¨ªa una mutilaci¨®n tan vand¨¢lica de lo que a todas luces constituye uno de sus ¨®rganos vitales.
Y a¨²n m¨¢s: jugando a profeta, y, por una vez, a profeta agorero, seguro estoy tambi¨¦n de que los votantes sorianos -los mismos que en su d¨ªa eligieron como procuradores o concejales a candidatos de uno u otro partido, pero no eligieron ni dejaron de elegir la dichosa variante sur- desertar¨¢n masivamente en las pr¨®ximas elecciones de quienes hoy asuman la responsabilidad de construirla. Perder¨¦is -perder¨¢ tu partido- el 25 % de los votos. Y los perder¨¢, Ricardo, porque el hombre de a pie -?Dios, qu¨¦ buen vasallo!-, a la larga, no vota con el est¨®mago ni con el bolsillo, sino con la cabeza y el coraz¨®n.
?O es qu¨¦ nadie, entre tus asesores y corifeos, te ha explicado lo que la curva de ballesta -premachadiana, machadiana y posmachadiana- significa para el pueblo de Soria? Preg¨²ntaselo a Juan Ignacio S¨¢enz D¨ªez y a Juan G¨®mez-Soubrier, ambos amigos tuyos y m¨ªos, que la conocen a fondo. All¨ª est¨¢ la ermita de San Saturio, centro de devoci¨®n y peregrinaci¨®n popular en el que hasta los ateos creen. All¨ª est¨¢ el mism¨ªsimo San Polo -una maravilla-, epicentro de un culto infinitamente m¨¢s antiguo, m¨¢s hondo y m¨¢s sentido que todas las liturgias actuales. All¨ª, al otro lado del puente, est¨¢n los arcos de San Juan del Duero, llave maestra de un quehacer art¨ªstico en el que se cruza y entrecruza lo que en Espa?a nunca debi¨® dejar de ser promiscuo: lo ¨¢rabe y lo cristiano. All¨ª est¨¢ el monte de las Animas. All¨ª est¨¢ la ermita del Mir¨®n, fundada -a su modo- por un rey suevo. All¨ª -?qu¨¦ carajo!- est¨¢ la huerta de mis mayores (pero no es eso, palabra, lo que me mueve). Y all¨ª, sobre todo, dici¨¦ndotelo con el ¨¦nfasis que para un pol¨ªtico debe de tener lo popular, est¨¢n las praderas donde el Lunes de Bailas -coronaci¨®n del ciclo sanjuanero- se desparrama bullicioso y un¨¢nime el mocer¨ªo de la ciudad (y el que no lo es tanto) para sellar la pax soriana del solsticio -entre botas y jotas- con una merienda, un chiste, una burla, un disfraz, un agarrao, un revolc¨®n, una escaramuza, un fuego, una p¨ªtima, una vela al santo y cualquier otra cosa que ¨¦ste -en su infinita bondad- quiera conceder. O lo que tanto monta: divertirse, confraternizar, ganar amigos, levantar amores y hasta bodas, quemar las naves del a?o y, en definitiva, acumular recuerdos para que el crecer y el envejecer -o el emigrar- sigan siendo algo m¨¢s que nada. No hay soriano que no tenga ah¨ª, hundida hasta la argolla, alguna ra¨ªz y raz¨®n vital de su esencia y su existencia. Ve luego y p¨ªdeles el voto, dentro de unos a?os, a quienes a partir de ahora celebren las bailas con el hormig¨®n, y el humo, y el ruido, y la peste, y la mierda de todo un se?or escalextric nacional colgado sobre sus cabezas. As¨ª se fraguan las derrotas, Ricardo.
?Qu¨¦ dir¨ªan tus paisanos de Murcia si un ministro viniese a prohibirles el entierro de la sardina, esa fabulosa consagraci¨®n de la primavera g¨¹ertana en la que hace poco m¨¢s de un mes -mensajero y adelantado de esa otra primavera soriana y machadiana, que tarda, pero es tan bella y dulce cuando llega- me viste participar disfrazado nada menos que de demonio?
Quiz¨¢ el ministro s¨ª, pero -desde luego- el historiador Ricardo de la Cierva no necesita que le recuerden la ¨²ltima frase pronunciada por don Juan de Lanuza, justicia mayor de Arag¨®n y cirineo de Antonio P¨¦rez, antes de subir al cadalso. ?Traidor?, dijo, ?no; mal aconsejado, s¨ª?. ?Tendr¨¢s que defenderte alg¨²n d¨ªa, en lo relativo a Sor¨ªa, con esas mismas palabras? ?Te llamar¨¢n tus enemigos, por culpa de este desdichado asunto y con broma ciertamente f¨¢cil, ministro de incultura? Yo no lo quiero ni lo creo. De sabios, de pr¨ªncipes y de pol¨ªticos es rectificar. Mejor un acierto que una mala promesa cumplida.
Quienes nos resistimos a este proyecto no somos idiotas ni hablamos sin conocimiento de causa, ni perseguimos esca?os nacioni ales o municipales, ni tenemos nada que ganar en la querella, ni buscamos mal alguno para Soria. Siendo as¨ª, ?no aconseja la cordura que se escuche nuestra voz en el cap¨ªtulo?
?Es este un buen negocio, una inversi¨®n rentable? ?Lo es, para un ministro de cultura, granjearse de un plumazo la enemistad de todos los espa?oles cultos y de los hispanistas extranjeros, a cambio de satisfacer, por corto tiempo, las miopes y torpes exigencias de un racimo de reci¨¦n llegados?
Dentro de muy poco empieza la sanjuanada... Y, arrog¨¢ndome unas atribuciones que no tengo (mi sorian¨ªa lo es s¨®lo de elecci¨®n y vocaci¨®n), y a pique de que me paren los pies (los mozos no agradecen la intervenci¨®n de forasteros en unas fiestas a las que ya el forastero Franco impuso el ignominioso remoquete de inter¨¦s tur¨ªstico), te invito, Ricardo, a que nos visites -yo estar¨¦ all¨ª, en la Saca, como siempre- y a que el lunes de bailas te marques una sanjuanera con nosotros en lo m¨¢s alto de la curva, con todo el cielo azul de Dios, de San Satur¨ªo o de quien sea, por encima de tus brazos levantados. Apuesto a que entonces perdonar¨¢s mi osad¨ªa, comprender¨¢s las razones de esta, carta y desbaratar¨¢s las sinrazones de quienes tan mal te han aconsejado.
En casa de Clemente S¨¢enz, del sal¨®n en el ¨¢ngulo oscuro, y con el aval del Centro de Estudios Sorianos, una variante culta, humanista y humana espera la mano del ministro que la despierte.
Y yo te espero el 30 de junio, junto a San Polo.
Un abrazo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.