Carlos Bouso?o
La universidad espa?ola, de la que he dicho alguna vez que est¨¢ como .un poco vampirizada por el Opus, quiere convertirse ahora, directamente, en el castillo de Dr¨¢cula, y cierra sus puertas a todo hombre de talento, a todo talento reconocido que pudiera alegrar y mejorar ese b¨²nker de la memoria y la repetici¨®n que, salvo luminosas excepciones, representa dicho feudo. Por ejemplo, Carlos Bouso?o.Ya en los a?os veinte auspiciaba Eugenio d'Ors la incorporaci¨®n, leva y recluta de inteligencias no catedr¨¢ticas a las c¨¢tedras de nuestra universidad. Lo que entonces pod¨ªa parecer utop¨ªa culturalista hoy ha estado a punto de hacerse realidad con la reciente decisi¨®n de llamar a quienes deben ser llamados y escoger entre los escogidos Pero Espa?a, y por tanto sus universidades, es pa¨ªs de castas, como la India, que aqu¨ª vivimos siempre lo que alguien llam¨® ?la desorientaci¨®n del orientalismo?, y ya le han pegado una puerta importante a Tu?on de Lara en Palma de Mallorca, y ahora se la pegan en Madrid al poeta/profesor/acad¨¦mico Carlos Bouso?o, con la agravancia de que Bouso?o no estaba fuera, sino dentro. Lleva unos veinticinco a?os de penene literario para extranjeros, y en cada uno de esos veintitantos cursos ha podido ser puesto veintitantas veces en la rue, o sea, la mism¨ªsima.
Ahora, cuando se le ve como naturalmente designado para ocupar una c¨¢tedra que no es sino la c¨¢tedra natural y andante en que ¨¦l se ha constituido, ocurren y concurren tres castas espa?olas y medievalizantes a negarle el derecho. Los catedr¨¢ticos de oposici¨®n -salvo excepciones- repudian a un se?or que no ha pasado por la horca y el cuchillo de la otra fiesta nacional, aun cuando viene reuniendo mayor audiencia y presencia que muchos de los n¨²meros uno de su promoci¨®n as¨ª llamados y tan orlados por la orla franquista que gustaba de distinguir memoriones, empollones y buenos chicos con m¨¢s retentiva que inventiva.
Por su parte, los penenes, o muchos de ellos, piensan y sienten que uno de los suyos se les escapa hacia los cielos artesonados de la c¨¢tedra, con lo que les tapa un posible puesto para el d¨ªa de ma?ana. Pero hay penenes y penenes, y Bouso?o no es de los unos ni de los otros, sino un poeta singular, un ensayista original y un profesor que arremolina multitudes. Por fin, el ¨²ltimo estamento, el de los estudiantes, que juega siempre a la demagogia, juego tan de juventud como el f¨²tbol, ve en la asunci¨®n de Bouso?o un posible perge?o y caciqueo, lo cual que razones tienen para ello puesto que tantos otros han padecido, pero no es este el caso.
As¨ª, por la triple cerraz¨®n inorg¨¢nica heredada del organicismo o sistema de castas, nuestra sociedad, que se pliega y despliega sim¨¦tricamente, como esas tiras de postales para turistas, sin fluidez alguna, pueden cerr¨¢rsele las tres puertas del cuento y del castillo a un hombre que ni siquiera estaba fuera, sino que siempre ha estado dentro de la universidad. No faltan e incluso abundan, naturalmente, los docentes y discentes que, aun habiendo pasado por el garrote vi? de las oposiciones m¨¢s tradicionales e inquisitoriales, apoyan, defienden,y mueven la causa del profesor Bouso?o, no s¨®lo por los plurales m¨¦ritos de este que he llamado catedr¨¢tico natural de s¨ª mismo y de los dem¨¢s, sino tambi¨¦n y principalmente por deshacer la amachambrada estructura escalafonal de nuestra universidad, pues ya dijo alguien que ver las cosas desde Madrid es verlas desde el escalaf¨®n.
Porque tras la puerta a Tu?¨®n de Lara, el cirio en torno a Bouso?o, el olvido espectacular de Castilla del Pino y otros graves casos, va a resultar que una de las pocas medidas democr¨¢ticas que toma esta democracia, la higienizante y fluidificante medida de llamar a los escogidos o escoger a los natural mente llamados, se frustra en su intenci¨®n e invenci¨®n por la rigidez artr¨®sica de nuestro casticismo. Hemos hecho una reforma remo deladago una remodelaci¨®n reformada, pero los irreformables de la Administraci¨®n, de la cultura, de la universidad, de lo f¨¢ctico y de lo t¨¢ctico nos revelan sin querer que la palabra era ruptura. Con ruptura o sin ella, esto est¨¢ bastante roto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.