Lloyd-Evert y Borg-Simionescu, idilios ten¨ªsticos ba?ados en millones
A ellos no les preocupa -al menos deportivamente- el que los tanques sovi¨¦ticos est¨¦n en Afganist¨¢n o el que Carter quiera boicotear los Juegos Ol¨ªmpicos. ?Pasan? de todo esto. L¨®gico. Resulta que en Londres, por obra y gracia de una firma norteamericana de cosm¨¦ticos, el matrimonio Lloyd -John y Chris- se han enfrentado a los novios Borg y Simionescu en un encuentro que se ha definido como el ?doble amoroso?, a consecuencia del cual los primeros, vencedores, sumaron 91.200 d¨®lares -unos seis millones de pesetas- a su ya suculenta cuenta corriente. Los vencidos tuvieron que conformarse con 60.000 d¨®lares, unos cuatro millones de pesetas. En estas cifras se anda el tenis a nivel sentimental y amistoso.En el tenis s¨ª que est¨¢ todo atado y bien atado. Deporte, publicidad, ecos de sociedad, pol¨ªtica y beneficencia. El encuentro entre las dos famosas y millonarias parejas se disput¨® en Londres. Ambas parejas jugaron ?generosamente? durante 55 minutos, lo que supuso para los organizadores una recaudaci¨®n de 34.200 d¨®lares (unos dos millones y medio de pesetas), en la que no intervino para nada la firma comercial. Dicha organizaci¨®n corri¨® a cargo de la princesa Ana de Inglaterra, que se anot¨® un buen tanto al mismo tiempo que fueron 3.000 personas las que se ?apuntaron? a hacer la ?obra de caridad?.
Por si fuera poco, las tenistas han resuelto antes que nada el tema de la igualdad de derechos, en el m¨¢s amplio sentido de la palabra, y han convencido a los patrocinadores de que sus partidos son, al menos, tan atrayentes como los de los hombres. De ah¨ª que, por ejemplo, la checa Martina Navratilova, en estos momentos ap¨¢trida a punto de conseguir la nacionalidad norteamericana, lleve ganados veinticuatro millones de pesetas en lo que va de a?o, lo que supone casi cinco millones por mes. Peor suerte corrieron las norteamericanas Billi Jean King (36 a?os) y la jovenc¨ªsima Tracy Austin (diecisiete), que tan ?s¨®lo? alcanzaron unos quince millones, aproximadamente, en lo que va de a?o. Estas cantidades son las que ha declarado p¨²blicamente la Asociaci¨®n de Jugadoras Profesionales de Estados Unidos, a lo que hay que unir los muchos millones -generalmente m¨¢s que lo que perciben por ganar torneos- que se embolsan por conceptos de publicidad.
Los tenistas, sin que ?nadie se entere? -?se ruega silencio, por favor!-, hacen de la pol¨ªtica un sayo. Borg no quiere saber nada de lo que la Hacienda de su pa¨ªs le quiere cobrar, y como no est¨¢ dispuesto a pagar impuestos, vive, o mejor dicho, tiene su residencia, en Montecarlo. Su novia, Simionescu, ?juega por fuera? y es muy dif¨ªcil verla en Rumania, su pa¨ªs. Navratilova ya se sabe que hace tiempo que se ?apunt¨®? al mundo capitalista, y no s¨®lo no quiere saber nada de Checoslovaquia, sino que se ha llevado a su familia a Estados Unidos. Los tenistas entienden el mundo as¨ª. Quiz¨¢ el hecho de que en el juego dependen de ellos mismos les lleva a vivir la vida de forma tan individual e independiente. No ?aceptan? el juego de equipo, e incluso se lo piensan mucho antes de elegir pareja para el doble: ?M¨¢s de dos es multitud?.
A la vista de todo esto, nada de particular tiene que la industria que rodea el mundo del tenis est¨¦ en alza. La venta de art¨ªculos ten¨ªsticos ha experimentado en los dos ¨²ltimos a?os un alza que supera todas las previsiones. Para unos, su pr¨¢ctica es algo saludable; para otros, una aspiraci¨®n e incluso una ambici¨®n. No hay profesores de tenis en el paro. El que m¨¢s y el que menos tiene en la cabeza la idea de que aprender a dar un drive o un rev¨¦s puede ser una buena inversi¨®n.
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