Polic¨ªas en acci¨®n
LAS REVELACIONES hechas por la Prensa (y de manera excepcionalmente amplia por Diario 16) sobre las investigaciones realizadas por la polic¨ªa en torno a parlamentarios y a jueces y fiscales comprometidos desde hace tiempos con el sistema democr¨¢tico, vienen a sumarse a las denuncias sobre las actividades de los servicios secretos en este pa¨ªs, alguna de cuyas numerosas ramificaciones prepar¨® y falsific¨® informes sobre periodistas influyentes, tratando de demostrar que trabajaban para el espionaje sovi¨¦tico. En ambos casos se ha podido detectar la actividad de sectores policiales y la responsabilidad del Ministerio del Interior en el tema y ambos casos ponen de nuevo sobre el tapete la necesidad de una reforma real y profunda de las fuerzas de seguridad e investigaci¨®n del Estado.La argumentaci¨®n, siempre peregrina y no pocas veces insidiosa, de que investigar sobre los polic¨ªas que mienten, los que difaman, los que torturan o los que, en definitiva, sirven a un ominoso aparato de intoxicaci¨®n y no a los intereses ciudadanos es poner en entredicho o injuriar a los cuerpos policiales debe desaparecer de una vez de las bocas de nuestros gobernantes. Nada hay m¨¢s descorazonador para un cuerpo, nada m¨¢s insultante que ver c¨®mo el limpio y honesto trabajo de los m¨¢s es ensuciado por la manipulaci¨®n y hasta las actitudes delictivas de los menos. Pero m¨¢s grave resulta contemplar la protecci¨®n sistem¨¢tica que desde el poder pol¨ªtico se lleva a cabo de los m¨¢s desacreditados jefes policiales y la persecuci¨®n sospechosa que desde, ese mismo poder se ha emprendido contra sectores y personas de esa instituci¨®n claramente comprometidas con los valores democr¨¢ticos.
Todos estos hechos son m¨¢s preocupantes a¨²n cuando estamos contemplando una vasta operaci¨®n policial y antiterrorista que, por las noticias que se publican estos d¨ªas, est¨¢ dando satisfactorios resultados. En efecto, la gran cantidad de detenciones y localizaciones de comandos de ETA que se est¨¢n haciendo hace sospechar que la eficacia policial en este terreno ha subido de tono en los tiempos m¨¢s recientes y es de felicitarse por ello. Pero faltar¨ªamos a la verdad si call¨¢semos la preocupaci¨®n que suscita en muchos ciudadanos de a pie la posibilidad de que esta campa?a policial se extienda a sectores y zonas en los que sus derechos constitucionales sean conculcados de manera sistem¨¢tica. La intervenci¨®n del ministro del Interior en el Congreso la semana pasada, lejos de disipar estas dudas, las ha aumentado, y de manera muy espec¨ªfica en lo que se refiere a la tipificaci¨®n que hizo de la ?apolog¨ªa del terrorismo?. Las recientes consideraciones sobre el hecho de que la soluci¨®n al terrorismo es exclusiva o fundamentalmente policial envuelven una lamentable y muy preocupante concepci¨®n de la vida social y de las relaciones humanas, pero sobre todo una incomprensible desinformaci¨®n sobre lo que est¨¢ sucediendo en el Pa¨ªs Vasco o sobre los or¨ªgenes del propio terrorismo, tanto si lo ejercita la extrema izquierda como la extrema derecha.
Numerosas veces hemos escrito sobre la necesidad, indispensable para un Estado democr¨¢tico, de perseguir las actividades delictivas desde supuestos que garanticen las libertades y derechos que la Constituci¨®n establece y la preocupaci¨®n por el hecho de que las legislaciones especiales -incluidas aquellas tendentes a erradicar el terrorismo- vulneren los principios sobre los que dicha Constituci¨®n se asienta. Hacerlo en nombre de la eficacia es, adem¨¢s de indigno, insuficiente -la dictadura se distingui¨® por su incapacidad en este terreno-. Y no deben olvidar los gobernantes que el terrorismo de Estado es tan deleznable o m¨¢s que cualquier otro.
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