Un cine y una ¨¦poca
Hubo un tiempo en el que la televisi¨®n no era a¨²n reina y se?ora de pol¨ªticos y hogares. Un tiempo no muy lejano, pero bastante diferente, sobre todo en lo que se refiere a espect¨¢culos. El cine de Hollywood, rey por entonces en estrellas, realizadores y mercado, se alzaba como un planeta luminoso donde so?ar cada semana a lo largo de unas cuantas horas.Al final de los a?os treinta, los actores a¨²n viv¨ªan su leyenda dorada, m¨¢s o menos fabricada, pero siempre bien recibida donde quiera que fuera. Lo ingenuo, lo viril, lo trivial o la arrogancia, el bien y el mal se codifican, se simplifican al alcance de un p¨²blico, cuando no fervoroso, al menos bien dispuesto a recibir no s¨®lo el aspecto f¨ªsico de sus h¨¦roes, sino su aliento especial, mezcla de humor y amor,
Lo que el viento se llev¨®
De la novela de Margaret Mitchell. Direcci¨®n: V¨ªctor Fleming. Gui¨®n: Howard. Fotograf¨ªa: Ernest Haller. M¨²sica: Max Steiner. Producci¨®n: David O. SeIznick. Int¨¦rpretes: Clark Gable, Vivien Leigh, Leslie Howard, Olivia de HavylIand, George Reves. EE UU. 1939. Melodrama. Reestreno en el cine Palafox.
Cantantes de ¨®pera o c¨®micos famosos no ser¨¢n nada comparados con esta nueva dinast¨ªa destinada a mantenerse en pie hasta hace relativamente poco tiempo. Son los Clark Gable, Olivia de Havilland, Leslie Howard o Vivian Leigth, parientes y herederos de Greta Garbo y Barrymore, crecidos bajo su fama y a su sombra, ¨²ltima promoci¨®n capaz de hacer feliz a una generaci¨®n tranquila, entre dos guerras.
Luego el viento se llevar¨¢ consigo, aparte de tantas vidas y otro sin fin de cosas, una a?eja concepci¨®n del cine que ya no sirve para una nueva sociedad en cambio o destruida. Pero antes de que tal momento llegue, Hollywood acomete una de las m¨¢s grandes aventuras de su vida, cara al ¨¦xito que se adivina en las p¨¢ginas de un rotundo best-seller, llevada a cabo tal como se acostumbra en tales casos, m¨¢s por su productor que por su equipo de artesanos, ll¨¢mense Wood, Cukor o Victor Fleming, que a la postre acabar¨¢ firmando la pel¨ªcula. Todos ellos conseguir¨¢n poner en pie este melodrama nacido de la mente y pluma de Margaret Mitchell, y en ¨¦l a¨²n lo mejor resultan los desastres de Atlanta, con sus secuencias conocidas de los desastres de una guerra.
La paz es otra cosa: es el empe?o en salvar perdidas posesiones, celos, amores de familia, Ku Klux Klan, perdidas tradiciones, delirios de grandeza y, sobre todo, un retorno a la tierra como salvaci¨®n cuando todo se hunde en derredor, fruto maduro de la novela m¨¢s a?eja. Viendo todo esto, al cabo de los a?os tal historia, tantas veces copiada y repetida, borrada de la lista de los filmes imborrables, resulta inevitable preguntarse qu¨¦ virtud especial la hace salvarse del paso de los a?os. Como se sabe, de novelas mediocres suelen salir, a veces, filmes excelentes, pero aun as¨ª sus personajes, m¨¢s all¨¢ de la primitiva narraci¨®n, perduran para el p¨²blico.
Al lado de Clark Gable, el pobre Poldark es un modesto debutante capaz de simular haza?as y anunciar calzoncillos en la tele. Cada arte tiene su momento y circunstancia, y as¨ª quiz¨¢ lo que el viento se llev¨® no fuera Tara, ni los grandes latifundios del Sur, ni a Rhett Butler, ni a la sin par Melania, sino un modo de contar historias, mediocres o no, nacidas para alzar esa especial pasi¨®n que asoma a¨²n a los ojos de los espectadores bautizada con el vago nombre de a?oranza.
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