Los editores
Me escribe Jos¨¦ Verg¨¦s, viejo y querido editor, para asuntos personales y de trabajo, y de paso me explica por qu¨¦ no ha montado caseta este a?o en la Feria del Libro. A Verg¨¦s le deben las generaciones de los cuarenta, cincuenta y sesenta el haber nacido a la vida literaria, a una ¨¦tica y una est¨¦tica dignas y exentas, al margen del franquismo, desde Carmen Laforet a Rafael S¨¢nchez-Ferlosio, y desde Miguel Delibes a Torrente-Ballester. Lo que no se comprende todav¨ªa es c¨®mo los escritores espa?oles, del social-realismo a las ¨²ltimas experiencias, no le han dado ya un homenaje a Vergu¨¦s.Pero nuestra vida literaria es as¨ª de crudiza con unos y con otros. El Abc saca un bello, extraordinario retrospectivo/conmemorativo de sus 75 a?os e ignora en ¨¦l al mejor periodista que ha tenido la Casa Grande en toda su historia, como corresponsal, enviado especial, cronista, entrevistador y columnista: CGR. En este oficio, s¨®lo los costurones y cicatrices nos mantienen de pie a unos y otros. He publicado muchos libros con Verg¨¦s, pero no voy a escribir en nombre de mi editor, ya que no lo es, que una es muy locaza y ha publicado con todos. S¨ª, voy, en cambio, a transcribirle: ?Resulta que despu¨¦s de haber pagado nuestro alquiler habitual en la Feria, les faltaba espacio a los organizadores y adoptaron el nov¨ªsimo sistema de poner a votaci¨®n las casetas que deb¨ªan quedarse y las que deb¨ªan marcharse. A m¨ª, junto con otros veintiocho dignos editores, nos toc¨® la bola negra?. Esto que me dice Verg¨¦s no es para m¨ª sino una prueba m¨¢s de que aqu¨ª hemos confundido la democracia con el bingo. ?El ministro La Cierva ha quedado muy mal con todo esto. Es la primera vez en 32 a?os que no voy a la Feria, y escrib¨ª una carta al ministro, que me contest¨® con otra, bur¨®crata, perfecta. Por lo visto, el ministerio no se atrevi¨® a enfrentarse con el ayuntamiento y pedirle m¨¢s espacio. Y as¨ª optaron por el grotesco sistema de eliminar por votaci¨®n. Como ve?, termina Verg¨¦s, ?la improvisaci¨®n sigue siendo la regla general, y el libro, poco menos que un apestado?. En principio, querido Verg¨¦s, todos los libros son, para la Administraci¨®n, El libro rojo del cole, sospechosos de entrada y secuestrables de oficio. En esta democracia, como en el Retiro, cada d¨ªa hay menos espacio para la cultura y la expresi¨®n en libertad. Tenga usted en cuenta, Verg¨¦s, que con tanto parado/paseante, el Retiro est¨¢ de bote en bote de humo, y no vamos a sacar los parados del Retiro para meter libros, que, como una vez me dijo Camu?as, siendo ?editor?, el libro es a la televisi¨®n lo que la carreta al avi¨®n. Donde menos se piensa salta McLuhan.
Luis Berlanga me cuenta que lleva ocho meses buscando un palacio para rodar su pr¨®xima pel¨ªcula, pero los palaciegos de los amenes mon¨¢rquicos (hoy es otra Monarqu¨ªa la que mola) se lo niegan porque est¨¢n ya a la defensiva y pronto pasar¨¢n a la ofensiva. Cineastas, escritores y editores estamos rodeados. La Cierva no est¨¢ resultando mucho m¨¢s nefasto para la cultura de lo que pod¨ªamos esperar. ?Cu¨¢nto tiempo puede durar un hombre equivoc¨¢ndose siempre?
Pepe Cavero quiere venir a telefilmarme sobre una columna que escrib¨ª aqu¨ª a prop¨®sito del cosech¨®n agr¨ªcola que tenemos este a?o. Como en esta profesi¨®n ya ha hecho uno de todo, tampoco me importa hacer de hombre del tiempo y explicar a los espa?oles, desde mi origen cereal y mesetario, que la much¨ªsima harina que hoy nos regala el campo podr¨ªa acabar con la moh¨ªna del paro, la inflaci¨®n y otros males si los Gobiernos Su¨¢rez hubieran siquiera iniciado una reforma agraria. Hay cosech¨®n agr¨ªcola y cosech¨®n editorial, ahora mismo, en Espa?a. Lo que no hay es Gobierno, Verg¨¦s, jefe. Hay s¨®lo un se?or La Cierva que ocurre a todo. Es el bombero/torero de moda.
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