Tres mil personas acusan de estafa a la empresa Promocisa
Los tribunales de justicia decidir¨¢n en su d¨ªa si los tres propietarios de la empresa Promocisa tuvieron intenci¨®n de estafar a los casi 3.000 compradores de las viviendas que se hab¨ªan de construir en Villalba, en Torrej¨®n de Ardoz y en M¨®stoles. De momento, y ante los indicios apuntados por sus posibles afectados, muchos hablan de que pudiera tratarse de la mayor estafa inmobiliaria de este pa¨ªs en los ¨²ltimos diez a?os. Y muy pocos presentan reparos a la hora de comparar el caso Promocisa con otro caso tristemente c¨¦lebre, el de Construcciones Esperanza.
Promocisa es una empresa inmobiliaria constituida hace ya bastantes a?os gracias al tes¨®n, impulso e ilusi¨®n de Ram¨®n Fern¨¢ndez Soler, un antiguo maestro de obras que trabajaba para una importante empresa promotora, Construcciones San Mart¨ªn. El se?or Fern¨¢ndez Soler comenz¨® a hacer algunos pisos en la zona del pueblo de Vic¨¢lvaro, hacia el este de Madrid capital. Eran, en aquellos momentos, negocios de poco monte econ¨®mico, pero lo suficiente como para poder ser considerado como un promotor serio.Con esa seriedad por delante, Ram¨®n Fern¨¢ndez Soler busc¨® la asociaci¨®n con dos antiguos compa?eros de Construcciones San Mart¨ªn: un contable, Luis Jim¨¦nez Redondo, y un aparejador, Saturnino Divasson. Entre los tres constituyeron la sociedad Promocisa, resultado, a su vez, de la fusi¨®n de varias sociedades anteriores. El reparto del capital social entre los tres se hizo al 66 %, 23 % y 11%, respectivamente. De la parte del se?or Fern¨¢ndez Soler se hizo cargo, a su muerte, su viuda, Josefa Polo.
La compra a un buen precio y mejores condiciones de pago de unos terrenos cercanos a la localidad de Alcorc¨®n, junto a la autopista de Extremadura, permiti¨® a Promocisa conseguir la construcci¨®n, a un precio realmente bajo en comparaci¨®n con el mercado entonces existente, de un buen n¨²mero de pisos, que recibieron, en su conjunto, el pomposo nombre de Parque de Lisboa.
Las grandes ganancias conseguidas con la venta de los pisos del Parque de Lisboa -que llegaron a ser considerados por algunos como un lujo para los que, hace diez a?os, quer¨ªan verse convertidos en clase media- hicieron pensar a los socios de Promocisa en repetir el negocio.
La base de ese negocio estaba en comprar solares a bajo coste que, tras pasar alg¨²n tiempo y gracias a haberse constituido directamente en constructores -cosas ambas que equivalen a rebajar sensiblemente los costes de producci¨®n-, les permit¨ªa ofrecer viviendas a un precio bastante inferior a la media del mercado de aquel entonces. Una buena publicidad.de la nueva promoci¨®n inmobiliaria har¨ªa el resto.
Pero enel a?o 1967, el esc¨¢ndalo de la estafa de la empresa Construcciones Esperanza mueve a la Administraci¨®n a promover una nueva ley que impida que las promotoras de viviendas dediquen las cantidades recibidas a cuenta de los compradores a fines distintos de la construcci¨®n.
Seg¨²n esa ley, conocida por la 57/68, las promotoras de viviendas deben establecer unas cuentas especiales en entidades bancarias, en las que ser¨¢n ingresadas todas las cantidades entregadas a cuenta por los futuros compradores. Los bancos, por su parte, no podr¨¢n liberar las cantidades ingresadas en dichas cuentas si no tienen la absoluta certeza de que esas cantidades han sido destinadas a la construcci¨®n de la promoci¨®n inmobiliaria prevista. Para que el banco tenga esa certeza, nada mejor que la presentaci¨®n de certificaciones de obra.
La ley, pues, imped¨ªa que Promocisa pudiera disponer de las cantidades entregadas por los compradores, a cuenta de la construcci¨®n de sus viviendas, a la compra de solares que, a?os despu¨¦s, revalorizados en su precio, servir¨ªan para poder seguir ofreciendo pisos para la clase media muy por debajo de la oferta media del mercado.
Obsesi¨®n por comprar solares
Sin embargo, todos los indicios parecen se?alar que Promocisa no ingresaba el total de las cantidades entregadas en las cuentas especiales previstas por la ley. La parte no ingresada en ellas segu¨ªa siendo destinada a la compra de solares que, previsiblemente, habr¨ªan de servir para el desarrollo de futuras promociones y para la cobertura econ¨®mica de las que se encontraban en marcha: si las cosas van mal, se venden solares y con el dinero obtenido se sigue construyendo. El sistema no era financieramente malo. Es m¨¢s, no era Promocisa la ¨²nica sociedad que lo practicaba.
Mientras, las compa?¨ªas de seguros dedicadas al nuevo ramo del afianzamiento cubr¨ªan el riesgo de las cantidades entregadas a cuenta por los compradores mediante la suscripci¨®n de unas p¨®lizas con Promocisa que aseguraban, en todo momento, la devoluci¨®n de las cantidades entregadas a cuenta m¨¢s el 6% anual en concepto de intereses, en el caso de que la construcci¨®n de las viviendas no se realizara o se demorara en exceso.
Pero el exceso de af¨¢n comprador de Promocisa, con tal de asegurarse sus futuras promociones y -seg¨²n cre¨ªa- su propio patrimonio, a base de solares, le lleva a un momento en que no tiene dinero efectivo suficiente como para hacer frente a los gastos derivados de la construcci¨®n de las viviendas. Ello a pesar de sus 10.508 millones de activo frente a 8.140 de pasivo. Es el momento en que ha comenzado la construcci¨®n de los parques de Estoril -en M¨®stoles-, La Coru?a -Villalba- y Catalu?a -Torrej¨®n de Ardoz-.
Esto ocurre ya en el a?o 1978. Pero, un a?o antes, las protestas de los compradores de pisos hab¨ªan comenzado en otra urbanizaci¨®n de Promocisa, el Parque Coimbra, tambi¨¦n en M¨®stoles. Entonces, el crack financiero no lleg¨® a aparecer.
Para intentar salir del atolladero econ¨®mico, los responsables de Promocisa promueven una reuni¨®n con las entidades bancarias de donde se desprende la liberac¨ª¨®n por parte del Central, Industrial del Sur e Hispano Americano, de unos mil millones de pesetas. De ellos, s¨®lo cuatrocientos tienen como destino final la construcci¨®n de viviendas. Del resto, trescientos sirven para pagar impagados y el resto, otros trescientos, para saldar deudas con proveedores.
Las obras se reinician a un ritmo muy lento. Mientras, se venden nuevos pisos de las tres urbanizaciones, todav¨ªa en poder de Promocisa, cuyas cantidades son destinadas a financiar la construcci¨®n de los bloques parados. A pesar de todo, en diciembre del a?o pasado, las dificultades econ¨®micas llegan a tal extremo que impiden la prosecuci¨®n de las obras.
A partir de ese momento se produce la gran desbandada: los bancos aseguran que, en sus entidades, no hab¨ªan sido abiertas las cuentas especiales previstas por la ley -cosa que, despu¨¦s, EL PA?S se encarg¨® de desmentir-; las compa?¨ªas de seguros dec¨ªan que, si no hab¨ªa cuentas especiales, las p¨®lizas suscritas por ellas no eran v¨¢lidas y, por tanto, no pagaban.
Pero el tema no era nuevo para la Administraci¨®n. Por lo menos, no se dej¨® sorprender por las noticias aparecidas en los peri¨®dicos y actu¨® de forma inmediata: el Consejo de Ministros del d¨ªa 6 de este mes nombr¨® a un abogado del Estado destinado en la Presidencia del Gobierno como inspector especial en el caso Promocisa, y se le daba un plazo de dos semanas, que termina dentro de tinos d¨ªas, para que evacuara su informe sobre el tema.
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