Ante la visita del presidente norteamericano
Porfirio D¨ªaz, presidente de M¨¦xico en una ¨¦poca de casi absoluta dependencia de su poderoso vecino del Norte, pronunci¨® una frase hist¨®rica que, en gran manera, ha caracterizado hasta ahora las relaciones entre dos pa¨ªses que han vivido de espaldas a s¨ª mismos: ? ?Pobre M¨¦xico, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!?. El poderoso aunque a¨²n incipiente M¨¦xico petrolero de nuestros d¨ªas est¨¢ contribuyendo a que la relaci¨®n mexicano- norteamericana comience a ser menos pobre, en la doble acepci¨®n del t¨¦rmino, y, desde luego, menos dependiente. La actitud de espaldas se mantiene. Contin¨²an los ?espaldas mojadas? (los campesinos mexicanos que ilegalmente pretenden cruzar la frontera para, clandestinamente, hallar un puesto de trabajo en el Eldorado norte?o), contin¨²an los malos entendidos y persiste cierta mutua hostilidad. Pero la riqueza mexicana, materializada en su petr¨®leo, ha comenzado, siquiera sea todav¨ªa inadvertidamente, a reducir la dependencia y a limar las aristas m¨¢s peligrosas.?Es acaso el petr¨®leo, arma poI¨ªtica por excelencia del siglo XX, el ¨²nico argumento convincente capaz de dome?ar la prepotencia de los fuertes? ?Reaccionan los poderosos, ante situaciones injustas, ¨²nicamente cuando se esgrime ante ellos algo que puede afectar sus intereses vitales? En las relaciones internacionales que caracterizan nuestro siglo, ?est¨¢ todo pa¨ªs que no sea una gran potencia o que no disponga de recursos naturales geoestrat¨¦gicos fatalmente destinado a ser dependiente para siempre? ?Tienen los peque?os y medianos Estados, no ya el derecho, sino la posibilidad de ser verdaderamente independientes, esto es, no s¨®lo pol¨ªtica, sino econ¨®micamente independientes? ?Hay o no hay una ¨¦tica pol¨ªtica a respetar y a aplicar en las relaciones entre los Estados, sean ¨¦stos grandes o peque?os?
Vienen estas reflexiones a cuento de la visita oficial que hoy inicia a Espa?a el presidente de Estados Unidos de Norteam¨¦rica. Visita de por m¨¢s significativa para los espa?oles, en cuanto que es la primera que un presidente de una de las dos superpotencias mundiales lleva a cabo a la Espa?a democr¨¢tica. Viene el presidente Carter en un momento delicado para la nueva sociedad espa?ola: aguda crisis econ¨®mica (en parte, pero no s¨®lo, debida a ese petr¨®leo que le sobra a M¨¦xico y del que nosotros carecemos), paro, inflaci¨®n, terrorismo de uno y otro signo. Y viene a una sociedad espa?ola, que es nueva en su institucionalidad pol¨ªtica democr¨¢tica, pero que contin¨²a siendo vieja en lo econ¨®mico. La Espa?a de hoy contin¨²a siendo econ¨®micamente dependiente en alto grado de Estados Unidos. Y, claro, quien es dependiente econ¨®micamente, dif¨ªcilmente puede ser por completo pol¨ªticamente independiente.
Todo representante de un pa¨ªs democr¨¢tico oficialmente invitado a visitar Espa?a debe ser, en principio, digno del respeto del pueblo espa?ol. El presidente Carter va a ser, durante breve lapso de tiempo, hu¨¦sped del Gobierno espa?ol, y, al menos oficialmente, hu¨¦sped de los pueblos que integran Espa?a. Carter va a, entrevistarse con el Rey, con el presidente del Gobierno y con el m¨¢s cualificado representante de la oposici¨®n, el secretario general del PSOE.
Desde mi punto de vista, la entrevista con Felipe Gonz¨¢lez ser¨¢ ¨²til, porque demostrar¨¢ al jefe del Ejecutivo norteamericano el valor, inter¨¦s e importancia de la pol¨ªtica de oposici¨®n, interior y exterior, del PSOE. Algo que, durante los oscuros a?os del franquismo, Estados Unidos no quiso o no supo comprender. Ser¨¢ un encuentro entre dos hombres de Estado en el que el presidente Carter va a encontrar en el representante de la izquierda espa?ola a un pol¨ªtico con un alto concepto del inter¨¦s nacional de Espa?a,
Carter tendr¨¢ delante a un interlocutor que le va a presentar las se?as de identidad de un partido soberano e independiente, que aspira a gobernar en Espa?a y que es capaz de desarrollar, incluso antes de su llegada al Gobierno, una aut¨¦ntica pol¨ªtica exterior de Estado.
Un partido que se preocupa por lograr el equilibrio entre los derechos de los pueblos y los intereses de los Estados, binomio tan frecuentemente dif¨ªcil de sostener.
Un partido que ha concitado tras de s¨ª a cinco millones y medio de votos de un pa¨ªs de desarrollo econ¨®mico intermedio, cuya geograf¨ªa e historia nos sit¨²an, ventajosamente para todos los europeos, y no s¨®lo para los espa?oles, en la Europa mediterr¨¢nea. Un partido que defiende para Espa?a la opci¨®n democr¨¢tica y pluralista del occidente europeo y que, sin ser contrario a la OTAN en s¨ª misma mientras exista el Pacto de Varsovia, se opone al ingreso de nuestro pa¨ªs en la Alianza Atl¨¢ntica porque ello va, no s¨®lo en contra de nuestros intereses nacionales, sino tambi¨¦n contra los propios y aut¨¦nticos intereses del mundo occidental, al negar a un pa¨ªs europeo y democr¨¢tico el margen de autonom¨ªa de que, fuera de la OTAN, puede disponer.
El presidente Carter debe comprender que el patriotismo no es necesariamente una virtud exclusiva de la derecha. El presidente Carter sabe que toda pol¨ªtica exterior debe buscar el inter¨¦s nacional, la seguridad y la prosperidad de los ciudadanos. Y que, por eso, por ejemplo, oponerse al ingreso de Espa?a en la OTAN es, al menos, tan patri¨®tico como defender lo contrario.
Hay quienes opinan que el viaje de Carter persigue, entre otros, objetivos electoralistas de cara a los pr¨®ximos comicios a celebrar en su pa¨ªs. Est¨¢ en su leg¨ªtimo derecho democr¨¢tico. Nosotros, socialistas, ejercemos el nuestro al decir al presidente Carter que trabajamos por una Espa?a cuyas estructuras socioecon¨®micas aspiramos ¨¢ transformar democr¨¢ticamente y cuya pol¨ªtica exterior deseamos sea aut¨®noma de las rivalidades militares de las dos grandes potencias. Sabemos que en el mundo de hoy es pr¨¢cticamente imposible la independencia absoluta. Que la interdependencia, siempre que no constituya una m¨¢scara de disimulada dependencia, no es s¨®lo habitual, sino positiva, ya que tiende a reducir situaciones conflictivas entre los Estados. Nosotros, socialistas, no vamos a pedir la denuncia del acuerdo bilateral entre EE UU y Espa?a, aunque s¨ª a exigir su digna renegociaci¨®n. Pero, entendiendo la neutralidad como la hemos venido describiendo hasta ahora, es decir, enraizada en nuestras profundas convicciones y compromisos europeos, democr¨¢ticas y pluralistas, en cuanto socialistas. pedirnos el derecho a una actuaci¨®n neutral de Espa?a en las relaciones internacionales.
Y esa neutralidad (que conceptualmente puede denominarse de cualquier otra manera siempre que nuestra autonom¨ªa se mantenga) es radicalmente opuesta al ?tercermundismo?, aunque se siente ciertamente preocupada por los graves problemas que afectan al Tercer Mundo, en cuanto que, adem¨¢s, sin que se alcance un verdadero nuevo orden econ¨®mico internacional (y eso lo sabe muy bien el presidente Carter), la sociedad democr¨¢tica y pluralista occidental tiene un futuro sombr¨ªo. Este deseo de autonom¨ªa, de no vinculaci¨®n a bloque militar alguno, este derecho a la neutralidad (que alguien tan poco sospechoso de ?tercermundismo? come) el ministro suizo de Asuntos Exteriores, Max Petitpierre, reivindicaba en septiembre de 1955, con ocasi¨®n del reconocimiento del estatuto austr¨ªaco de neutralidad por las grandes potencias), es una aspiraci¨®n pac¨ªfica de millones de espa?oles que no han participado en ninguna de las dos guerras mundiales. Quiz¨¢, en su visita a Espa?a, nuestro distinguido hu¨¦sped, el presidente James Carter, pueda sensibilizarse al hecho de que la entrada de nuestro pa¨ªs en la Alianza Atl¨¢ntica por simple mayor¨ªa parlamentaria (eludiendo un refer¨¦ndum) su pondr¨ªa no s¨®lo un grave da?o para los espa?oles, sino tambi¨¦n un serio error para la propia Alianza Atl¨¢ntica.
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