La sociedad y la serpiente
UN CUENTO de Rudyard Kipling rel¨¢ta c¨®mo un hombre fue encerrado en una habitaci¨®n durante varios d¨ªas en compa?¨ªa de una serpiente a fin de enloquecerlo. Sin embargo, el encarcelado, al final de su obligada clausura, no s¨®lo no hab¨ªa perdido la raz¨®n, sino que hab¨ªa terminado por familiarizarse con el reptil y hab¨ªa aprendido a despreciarlo. Por desgracia, la moraleja del cuento no es ¨ªntegramente implicable a esa plaga terrorista con la que errores hist¨®ricos del pasado o potencias estatales del presente nos fuerzan a coexistir. En demasiadas ocasio nes, el veneno de las cobras o de las v¨ªboras del cuento puede acabar con la vida del ser enclaustrado. Sin em bargo , el hast¨ªo social y la indignaci¨®n colectiva frente a esos grotescos salvadores del g¨¦nero humano, que inauguran su labor exterminando a sus cong¨¦neres, guardan alguna relaci¨®n con la f¨¢bula. El tremebundismo apocal¨ªptico de los terroristas de ETA Pol¨ªtico-militar, que ayer prendieron fuego a su siniestra traca de muerte, alarma e intimidaci¨®n, anunciada para arruinar sus vacaciones a espa?oles y europeos, no merecer¨ªa, caso de no existir serios riesgos para la vida de los ciudadanos, m¨¢s que, el desprecio de los amenazados.Porque no puede suscitar sino irritaci¨®n y c¨®lera el espect¨¢culo de un pu?ado de profesionales de la violencia, cuyas necesidades materiales son cubiertas por los mafiosos ?impuestos revolucionarios ? o por subvenciones de Gobiernos autocr¨¢ticos disfrazados de socialistas, que se dedican a sembrar la zozobra y la inquietud entre los trabajadores de la industria y de los servicios -abrumadoramente mayoritarios en las costas mediterr¨¢neas espa?olas-, a quienes se les hurta la posibilidad de disfrutar de sus bien ganadas vacaciones tras once meses de acudir puntualmente a la f¨¢brica o a la oficina. Realmente, no es f¨¢cil determin¨¢r qu¨¦ causa m¨¢s indignaci¨®n en la conducta de estos terroristas, si su presuntuosa creencia de que son las locomotoras de la historia, en vez de pesa dos furgones de cola que la sociedad ha de arrastrar tras de s¨ª contra su voluntad, o su insensibilidad para el sufrimiento y el dolor de sus cong¨¦neres, a la vez cobayos de experimentaci¨®n para sus laboratorios y ret¨®rica justificaci¨®n de sus desmanes. Cargados con la ligera bi bliograf'ia de sus tebeos de la infancia, en los que h¨¦roes justicieros salvan doncellas y pueblos con sus pu?os y con sus armas, y con la pesada verborrea de los manuales de marxismo-leninismo, esta versi¨®n atrozmente trasnocha da del Guerrero del Antifaz y del Trotski del tren blinda do sucumbir¨ªa, abrumada por su obsolescencia te¨®rica y su brutalidad pr¨¢ctica, a la prueba de los hechos de una sociedad indignada ante sus desmanes, de no mediar la est¨®lida cerraz¨®n de su doctrinarismo y las necesidades infantiles de engrandecimiento de su ego.
Porque el rechazo de su proyecto y de su actuaci¨®n no viene s¨®lo del establecimiento espa?ol, sino tambi¨¦n de la izquierda parlamentaria y extraparlamentaria (salvo los oportunistas de turno), de la formaci¨®n pol¨ªtica hegem¨®nica en el Pa¨ªs Vasco e incluso del nacionalismo abertzale que, en sus or¨ªgenes, entronc¨® con postulados y objetivos pol¨ªticos de signo parecido. No sabemos si los servicios de seguridad del Estado han adquirido la infor maci¨®n suficiente y la capacidad profesional de investigaci¨®n necesaria para desmontar esa red de artilugios instalada en las costas mediterr¨¢neas. Tal vez los dineros y el tiempo utilizados en seguir la pista de expedientes fantasmas de ciudadanos o de l¨ªos de faldas o negocios discutibles de diputados del Gobiemo y de la oposici¨®n parlamentaria hayan privado a nuestros servicios de los fondos y de los recursos humanos indispensables para un seguimiento adecuado de las pistas de los terroristas. Pero, en cualquier caso, la respuesta de la opini¨®n p¨²blica y de las fuerzas pol¨ªticas, tanto en el Pa¨ªs Vasco como en el resto de Espa?a, deja reducida la operaci¨®n de ETA Pol¨ªtico-militar a una simple haza?a tecnol¨®gica, confirmando la vieja idea de que el mayor n¨²mero de est¨²pidos y de antihumanistas puede muy bien darse entre los habilidosos bricoleurs capaces de convertir una olla a presi¨®n en un instrumento mort¨ªfero.
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