Sociolog¨ªa prof¨¦tica
El negocio de la predicci¨®n al servicio de causas variopintas comienza a formar parte del oficio de soci¨®logo. Siempre hubo algo de eso en los escritos de los padres fundadores, pero ahora que los grupos pol¨ªticos y econ¨®micos se ponen nerviosos si no hacen un marketing de futuros cada cierto tiempo, la profesi¨®n est¨¢ encontrando colocaci¨®n y salidas, y buena falta le hace, en gabinetes y consultoras.Claro que la bola de cristal est¨¢ siendo reemplazada por escenarios computerizados como el que fabricaron Jay Forrester y Dennis Meadow para el primer gran libro prof¨¦tico: Los l¨ªmites del crecimiento, publicado por el Club de Roma en 1970. Desde entonces, quien m¨¢s quien menos, unos con gran aparato documental y otros mediante el uso de la m¨¢s barata imaginaci¨®n sociol¨®gica, est¨¢ escribiendo o tendr¨ªa intenci¨®n de escribir un ensayo sobre lo que va a pasar en los pr¨®ximos diez, quince y veinte a?os.
Pero son las grandes organizaciones las que hacen posible el uso abundante de la sociolog¨ªa prof¨¦tica. Acaba de publicarse el libro Cara al futuro, que la OECD encarg¨® hace cuatro a?os a un equipo interdisciplinario de especialistas con el deseo de que establecieran unas predicciones, sobre todo de signo econ¨®mico, con val¨ª,dez para los pr¨®ximos veinte a?os. El resultado es la confecci¨®n de seis escenarios con hip¨®tesis distintas, lo que la jerga al uso llama variables independientes, en ninguno de los cuales se prev¨¦ la guerra nuclear ni el crecimiento cero. La variable independiente del escenario m¨¢s deseable no pod¨ªa ser otra en la OECD, es el libre comercio y con ¨¦l se nos dice que todo ir¨¢ bien. El libre comercio se debilita en los restantes escenarios, bien por conflictos sociales o por proteccionismos nacionalistas hasta llegar a una hipot¨¦tica y dram¨¢tica fragmentaci¨®n del orden econ¨®mico, mundial.
No obstante, Cara al futuro cree que para el a?o 2000 habremos aprendido a manejar mejor la interconexi¨®n entre dos mecanismos b¨¢sicos: la din¨¢mica del mercado y el estado bienestar, as¨ª como nos previelie contra cualquier miop¨ªa gubernamental. Su principal predicci¨®n es que el mundo del a?o 2000 no ser¨¢ ya bipolar, sino multipolar y que el centro de gravedad de la econom¨ªa ya no estar¨¢ en Norteam¨¦rica, sino en Extremo Oriente.
Otra instituci¨®n de sobra conocida en estos ambientes futurol¨®gicos, y no precisamente bienquista, es el Hudson Institute, cuyo profeta residente es ese gordo optimista, amigo del Pent¨¢gono y admirador de las multinacionales y del Opus De? que se llama Herman Kalin. Herman Kalin meti¨® la pata en 1967 con su libro El a?o 2000, en que se dibujaba un ed¨¦n para todos, con tele en color, coches y hamburguesas. Su optimismo, o su falta de rigor, no le permiti¨® incluir en su libro la crisis de la energ¨ªa, que ocurri¨® seis a?os justos despu¨¦s de publicarlo y que trastorn¨® sus predicciones. Acaba de producir otro mamotreto titulado Los pr¨®ximos doscientos a?os, parte del cual aparece bajo el t¨ªtulo Desarrollo econ¨®mico mundial m¨¢s all¨¢ del a?o 1979. Este libro es, no se puede negar, un esp¨¦cimen divertido y, muy legible de la con frecuencia abstrusa literatura futurol¨®gica. Sus escenarios est¨¢n llenos de referencias a temas no econ¨®micos y tiene un singular empacho con las religiones orientales y con todas esas nuevas actitudes del ciudadano posindustrial al que parece le llega el sobre mensual por milagro y sin apenas tener que trabajar. No obstante, su primer optimismo se ha reducido notablemente y describe al per¨ªodo en que estamos como la ¨¦poca del malestar, debido a las grandes contorsiones sociales que la generalizaci¨®n del modelo industrial occidental est¨¢ produciendo en los pa¨ªses que reci¨¦n salidos de un colonialismo est¨¢n entrando en otro.
Parad¨®jicamente, la reducci¨®n del primer optimismo de Kalin es simult¨¢nea con la aminoraci¨®n del pesimismo del Club de Roma, quien en su segundo informe, tambi¨¦n reci¨¦n publicado, predice menos negruras que en el primero. La obsesi¨®n del Club de Roma, que es un club de ricos, es el tema de las materias primas, y una lectura ele mental del texto ¨²ltimo es que se ,trata de imputar a la OPEP los desarreglos actuales y los futuros.
Como explica agudamente John Gribbon, miembro del equipo de especialistas de la Universidad de Sussex, que hizo un estudio global sobre la predicci¨®n, y autor de su propio libro, Mundos del futuro, la predicci¨®n no es neutral, trata de controlar el futuro y hay que mirar cuidadosamente qui¨¦n paga en cada caso a los soci¨®logos prof¨¦ticos.
Ayuda suficiente
Tanto en el libro de la OECD como en el de Kahn y, por supuesto, en los de autores tercermundistas y catastrofistas como, Paul Ehrlich, el gran tema es si los pa¨ªses ricos van aayudar a los pobres lo suficiente para que no se produzca un espasmo violento en ese plazo En los an¨¢lisis de la relaci¨®n Norte-Sur, producidos por las sucesivas conferencias de la UNCTAD y el m¨¢s reciente de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo, se advierte una crispaci¨®n notable al haberse rebajado muchas expecta,tivas de cooperaci¨®n en raz¨®n a la recesi¨®n econ¨®mica. Hay quien llega a decir que el futuro de algunos pa¨ªses africanos y asi¨¢ticos se presenta tan imposible que no vale ni siquiera la pena de ayudarles y que hay que mirar para otro lado mientras el hambre y la miseria reducen su poblaci¨®n a unos l¨ªmites que hagan realista la ayuda.
Cuando desde los marcos m¨¢s pol¨ªticos y estructurales la futurolog¨ªa desciende a las pautas del comportamiento cotidiano, surge otro tipo de soci¨®logos prof¨¦ticos. El m¨¢s conocido es, sin duda, Alvin Toffler, que despu¨¦s de su ¨¦xito de venta El shock del futuro, y del menos conocido, pero para m¨ª preferible Aprendiendo para el ma?ana, se acaba de descolgar con otro producto mezcla de interpretaci¨®n global y vaticinio, llamado La tercera ola.
Seg¨²n ¨¦l, la primera ola fue la civilizaci¨®n agr¨ªcola, que condicion¨® la cultura durante 8.000 a?os. La segunda, industrial, aparece en el siglo XVIII y encadena nuestros ritmos vitales a la producci¨®n sistem¨¢tica. Ahora, entre los impulsos de la cibern¨¦tica y la comunicaci¨®n r¨¢pida y planetaria de ideas, personas y bienes, sobreviene una tercera ola que est¨¢ quebrantando los h¨¢bitos heredados de nuestros abuelos industri ales y de nuestros tatarabuelos agr¨ªcolas. Lo malo de la futurolog¨ªa a la Toffler es que se concentra en los escenarios ricos, en esos trozos de sofisticaci¨®n y abundancia que hacen posible la variaci¨®n y la sucesi¨®n de opciones vitales.
Es f¨¢cil preferir la complejidad de las biograf¨ªas del Manhattan de Woody Allen a la rutina y los aburrimientos del cintur¨®n industrial de Madrid o a los fatalismos del agro.
Toffler ensaya una y otra vez la presentaci¨®n de un tipo de existencia humana que no se repite a s¨ª misma, sino que cambia, zigzaguea y se reconvierte en el escenario de la ciudad posindustrial. Toffler es un profeta convencido de que va a ocurrir lo que predice y est¨¢ seguro de que el flexitime, la jornada laboral de ajuste individual, y la super complej?dad psicol¨®gica est¨¢n a la vuelta de la esquina, como para conjurar a los dioses de la recesi¨®n econ¨®mica cuyo or¨¢culo inmediato no es precisamente la abundancia, sino el apretarse el cintur¨®n.
En toda esta fauna futurol¨®gica hay que distinguir entre la literatura predictiva de consumo individual, lo que me va a pasar a m¨ª, que es una versi¨®n m¨¢s apa?ada y tecnol¨®gic¨ªa de los hor¨®scopos y las ouijas que tambi¨¦n consumimos y los vaticinios de gran alzada. Al filo de los ochenta no hay, duda de que el planeta est¨¢ sacudido por estremecimientos de indudable connotaci¨®n pesimista. Los futur¨®logos de las grandes cifras, de los escenarios est¨¢n tan asustados como nosotros, y se les nota en el pulso.
Saben tan bien como nosotros que la locura puede ser una condici¨®n moment¨¢nea de los l¨ªderes, por muy fr¨ªos yanal¨ªticos que sean ¨¦stos o sus asesores. Por eso, prefieren hurgar las memorias econ¨®micas de la computadora y hacer proyecciones que tengan m¨¢s que ver con la energ¨ªa, el transporte y el comercio internacional que con la explotaci¨®n del hombre por el hombre, la agresi¨®n territorial o las oscuras emociones del poder.
Y en los escenarios de su vaticinio da la impresi¨®n de que la fiesta -la industrializaci¨®n- va a continuar, aunque cause muchas frustraciones individuales, muchos aniquilamientos peque?os. Al fin y al cabo el hombre tiene una biograf¨ªa m¨¢s corta que los ciclos econ¨®micos o las etapas del desarrollo tecnol¨®gico en que se expresan tantos cuantificadores del ma?ana.
Para finales de julio pr¨®ximo se van a reunir en Toronto (Canad¨¢) todos los que negocian en profec¨ªas. La verdad es que no s¨¦ c¨®mo podr¨¢n soportarse sin graves riesgos para la salud mental cinco d¨ªas de conferencias futurol¨®gicas. Pero hay gente para todo y seguro que pronto se fundar¨¢n c¨¢tedras de esta especialidad hasta en Espa?a y se har¨¢n promesas de mayor rigor predictorio si se destina m¨¢s dinero y esfuerzo a prever, a diagnosticar. No es que uno pretenda tomarse a broma la sociolog¨ªa prof¨¦tica, ojal¨¢ fuera fiable, pero habr¨ªa que preguntarse a qui¨¦n le interesa tanto que alejemos nuestras miradas del presente. Porque algunos de estos an¨¢lisis futurol¨®gicos no pasan de ser una huida hacia adelante, ese recurso humano sempiterno que se aleja de los problemas de hoy imaginando un ma?ana no s¨®lo mejor, sino fant¨¢stico. Y esos cuentos para consuelo de la miseria son confeccionados casi siempre por los mismos que la producen.
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