La casa de Pitita
Siendo Pitita, como es, al mismo tiempo que nuestra mujer m¨¢s internacional, nuestra madrile?a m¨¢s nacional, su casa, la casa que se compr¨® hace pocos a?os en la calle de Fomento, se ha convertido en met¨¢fora de Espa?a misma y su transici¨®n, pues que es una casa en transformaci¨®n, casa/palacio que ella me llevara a visitar, a poco de la compra, en una tarde de verano. cuando retom¨® la memoria hist¨®rica, la confusi¨®n memoria/historia, pasando el dedo por las cenefas de otro siglo que se perd¨ªan en la vaguedad del olvido y la crueldad de la alba?iler¨ªa.Calle de Fomento, viejo Madrid traspareda?o del Palacio de Oriente, casa/palacio con el cuerpo principal en ruina, una marquesa en el piso primero, un jubilado en la buhardilla y el Caf¨¦ de Chin¨ªtas, como una Andaluc¨ªa refrigerada y airwell, a la vuelta de la esqu¨ªna, o sea en el hondo surdeledificio. ?No es esto Espa?a, vive Dios? A Pitita siempre le pasan cosas muy espa?olas, como que la estafe un falso noble o le devuelva unas joyas perdidas el. honrado pueblo. Esperanza Ridruejo, Pitita para la prensa del coraz¨®n y para mi coraz¨®n prensado, com pr¨® la casa para restaurarla, entr¨® en ella como han entrado en Espa?a la Monarqu¨ªa, la democracia, la reforma. Su¨¢rez la transici¨®n. Nuestra Pitita transicional crey¨® que todo era f¨¢cil y no hab¨ªa sino instalar nueva racicmalidad y, realidad en los salones que el tiempo, la muerte y el arpa beequeriana hab¨ªan dejado vac¨ªos. La casa de Pitita, la casa de Fomento, ha seguido casi la misma cronolog¨ªa que Espa?a en su avatar. Tambi¨¦n Espa?a tiene una marquesa en el primero, que no se quiere ir ni leer otras esquelas que las del Abc, y que quiz¨¢ espera en vano -como en la pr¨®xima pel¨ªcula de Berlanga- que el Rey, su vecino, la Reina, su vecina, la llamen pronto a Palacio para el primer refresco alfonsino de la season.
En otra de las plantas de Pitita hay un abogado. Tambi¨¦n Espa?a tiene mucho cuerpo jur¨ªdico dispuesto a hacerse presente. Tambi¨¦n Espa?a tiene un jubilado en la buhardilla, Espa?a, a vista de cig¨¹e?a machadiana, es una serran¨ªa urbana de buhardillas donde cuidan el geranio ormiado por el gato y por Quevedo las clases pasivas, los pensionistas que toman el fresco asomados a un cielo viudo, cuando la gracia de junio se riza en la nada y el verano dice su palabra caliente al o¨ªdo de la noche. Todos menos el sobre, que es que nos les aumenten el sobre. Francisca Sauquillo le present¨® a la reforma de Pitita su primera moci¨®n de censura diciendo que nuestra heroina quer¨ªa tirar el inmueble -que est¨¢ en todos los precat¨¢logos- y arrojar a los vecinos para especular y construir. Fue la involuntaria demagogia de la primera hora, cuando parec¨ªa que la izquierda iba a arrasar con todo y la derecha a desahuciar al pueblo en nombre de Franco, el ¨²ltimo Ca¨ªdo. El que la calle se llame ?Fomento? y el que no le hayan cambiado ese nombre, tan republicano y como.laico, en cuarenta a?os, es ya otra supervivencia milagrosa de las dos Espa?as, que hoy conviven en esa calle corta, metaforiza das en dos mujeres, Pitita/Sau qu¨ªllo, con gresca andaluza de La Chunga y el Caf¨¦ de Chinitas al fondo.
Pitita es aqu¨ª la derecha dialogante que viene a salvar la tradici¨®n y los estucados. Paquita Sauquillo es asimismo la izquierda dialogante que habla por los jubilados y los gitanos del cante. Pitita/Paquita pueden salvar el inmueble de Fomento, si quieren, como la izquierda y la derecha -pero tienen que darse prisa-, negociando bailaoras, jubilados y marquesas. De momento, la casa de la calle de Fomento, como Espa?a misma, es una demorada reyerta nacional en que abogados, marquesas, princesas de las finanzas, como Pitita, y Manolitas Malasa?a del pueblo, como la Sauquillo, discuten sus legalidades dentro de unas ruinas y una zambra tur¨ªstica. El jubilado, en la perennidad de su geranio, lo mira todo sin fe, esperanza ni apenas caridad. Si tardan, se cae la casa.
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