El dandismo
El general D¨ªaz Porlier, m¨¢s conocido por el Marquesito, organizador de grandes partidas de guerrilleros en La Coru?a durante la guerra de la Independencia, ahorcado por los absolutistas tras el levantamiento de 1815; don Juan Alvarez Mendiz¨¢bal, que ayud¨® a la sublevaci¨®n de Riego; el propio Rafael de Riego, ahorcado en la madrile?a plaza de la Cebada, tres a?os despu¨¦s de que se alzase en armas contra el poder de Fernando VII y restaurara la Constituci¨®n de C¨¢diz; Valent¨ªn Ferraz, militar liberal durante las guerras de la Independencia y de Am¨¦rica; el general Arrando, nacido en Onda en 1815, muerto en Madrid en 1893; Montes de Oca, marino y poeta, enamorado de la reina Mar¨ªa Cristina, que combati¨® ¨¢ los carlistas en su terreno hasta quedar aislado, con ocho mi?ones, en zona muy peligrosa. Los mi?ones decidieron traicionarle, entregarle al enemigo, pactaron, mientras ¨¦l dorm¨ªa, y fue ajusticiado en Vitoria, dando a¨²n un paso al frente tras la primera descarga: hombres de un tiempo, capitanes del siglo XIX, h¨¦roes de follet¨®n rom¨¢ntico de su propia vida, cu¨¢nta pululaci¨®n espa?ola y progresista, qu¨¦ derroche de vidas, qu¨¦ sangr¨ªa de Espa?a, qu¨¦ vasta y bella la conspiraci¨®n contra el absolutismo supersticioso, vidas en r¨¢faga, jirones de la Historia, y as¨ª hasta anoche mismo, restaurante El Bosque, en Cuatro Caminos, con el ex comandante Luis Otero, al que las gafas se le espesan de ver lejos y la barba se le enriquece de mechones blancos, de vellones de paz, o la sombra aplaudida de Pitarch. Ese cruce de militar y civil, de militar civilizad¨ªsimo, da siempre el dandismo, y ya lo dijo Baudelaire.
-En el perfecto dandi hay algo militar.
Algo. S¨ª. El erguimiento, la disciplina interior, la lealtad del fondo a la forma, la imperturbabilidad, la desesperaci¨®n tranquila y el hero¨ªsmo inverso y brillante del fracaso. De esa tradici¨®n rom¨¢ntica, dandi y progresista vienen los ex militares y abogados con quienes cenamos anoche mil personas, en El Bosque, que es ya el bosque animado o arboleda perdida de esas bodas de Camacho, en que se resuelve todo en Espa?a -el triunfo, la derrota-, en que se resuelve incluso El Quijote, nuestro libro militar/liberal. Me dice Juan Luis Cebri¨¢n, a c¨²ya mesa me he sentado.
-Poco mundo cultural hay aqu¨ª. Claro. Esto no es el discurso de las armas y las letras. Al Doncel de Sig¨¹enza, dudoso entre las unas y las otras, no ha conseguido hacerle entrar Carmela Garc¨ªa Moreno, que le tra¨ªa del brazo. Se enciende la mayor ovaci¨®n de la noche cuando alguien cita y recuerda a los militaires republicanos (algunos de ellos, presentes) y luego me graban unas palabras sobre el tema: ?Tienen para m¨ª?, digo, ?todo el prestigio inverso de los derrotados?. El desencanto nacional (con la presencia de Felicidad Panero, protagonista de El desencanto), pasa como una refrigeraci¨®n, como una tristeza airwell, que nos estremece la espalda, a ratos, porque todo esto parece que ya lo hemos vivido cuando el tardofranquismo, e incluso el cad¨¢ver del marisco tiene un perfume a entonces, pero yo vivo muy presente ese galernazo de bizarria y progresismo, lo que ya Quevedo defini¨®, en s¨ªntesis genial que asombra a Borges, como ?el llanto militar?, lo que quiere decir que hay militares que lloran hacia adentro l¨¢grimas duras. Es una militancia entreverada, intermitente y elegante, entre el suicidio profesional y la incomprensi¨®n nacional, que viene del XIX, como masculina esperanza espa?ola, y para lo que no encuentro otro nombre que el de Romanticismo militar, el ¨²nico Romanticismo que no ha sido estudiado, siendo as¨ª que rom¨¢nticos, dandis, galanes y pisaverdes del progreso tienen su modelo secreto en la milicia o militan directamente, como cuando Byron se compone un uniforme m¨¢s extravagario que reglamentario para morir en Grecia, o Vigny o D'Aurevilly, o nuestro Larra, que tanto tiene de teniente de su propia y ¨²nica arma final. Pitarch, Otero y todos los dem¨¢s: una pasi¨®n antigua, liberal, progresista y, a la salida de la cena, no s¨¦ si in¨²til.
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