Espa?a, la OTAN y la paz
En relaci¨®n con el asunto OTAN, la pregunta b¨¢sica que debemos plantearnos es ¨¦sta: ?contribuir¨¢ la adhesi¨®n de Espa?a a la Alianza Atl¨¢ntica a la causa de la paz -paz para nosotros, paz para los dem¨¢s- o, m¨¢s bien, lo contrario?Somos un pueblo pac¨ªfico que, desde hace un par de siglos, carecemos de afanes expansionistas. Nuestra guerra de Independencia fue defensiva. Nuestras acciones en Filipinas y Cuba, liquidadoras del imperio. Tanto en 1914-1918 como en la segunda guerra mundial nos mantuvimos al margen. Evitamos el conflicto b¨¦lico en el Sahara y en Marruecos cuando tuvimos que abandonarlos, y si reivindicamos Gibraltar somos conscientes de que no iremos la guerra para reconquistarlo. Incluso, hemos sabido hacer una transici¨®n a la democracia evitando la guerra civil que Dios sabe si no hubiera podido extenderse, como a veces ocurre con los incendios.
El nuevo Estado, a fuer de democr¨¢tico, ha de contribuir a la paz mundial mediante el imperio de la ley para la soluci¨®n de los problemas internacionales y la vigencia de los derechos humanos (v¨¦ase art¨ªculo 10 de la Constituci¨®n). Nuestras Fuerzas Armadas s¨®lo tienen reconocidas misiones defensivas (art¨ªculo 8 de la Constituci¨®n).
El Tratado del Atl¨¢ntico Norte, suscrito en 1949, ha proporcionado a Europa el per¨ªodo de paz m¨¢s largo de toda su historia. Gracias a ¨¦l las guerras entre naciones occidentales ni se conciben siquiera y las relaciones Este-Oeste han quedado enmarcadas, despu¨¦s de superar el per¨ªodo de la guerra fr¨ªa, en el clima m¨¢s cooperativo y esperanzador de la distensi¨®n.
La Alianza posibilit¨® el nacimiento y desarrollo en su seno de la CEE.
La nueva distensi¨®n permiti¨®, en f in, que se celebrara la Conferencia de Helsinki, seguida por la de Belgrado, para consolidar la causa de la paz e impulsar la vigencia y desarrollo de los derechos humanos. Por primera vez en la historia de las grandes potencias se logr¨® un acuerdo efectivo de limitaci¨®n de armas -el SALT I- y est¨¢ en espera de ratificaci¨®n el SALT II.
En contra, pues, de algunas afirmaciones puramente demag¨®gicas, la contribuci¨®n de la Alianza Atl¨¢ntica a la creaci¨®n de un orden jur¨ªdico internacional pac¨ªfico y progresista, ha sido enorme. Las fuerzas de la OTAN no han practicado una sola intervenci¨®n militar.
Si nos atenemos a la ¨²ltima crisis, a¨²n vigente, la de Afganist¨¢n, cabe comprobar la labor pacificadora y, constructiva de la Alianza, que ha pedido la retirada de las tropas sovi¨¦ticas pero no ha recomendado el uso de la fuerza, sino la negociaci¨®n. ?En cuanto a los sucesos en Ir¨¢n -otro importante factor de crisis-, la OTAN ha constituido de nuevo el forum que exig¨ªa la discusi¨®n y la coordinaci¨®n de las respuestas apropiadas. Los miembros europeos de la Alianza han fomentado la moderaci¨®n de los americanos para lograr una liberaci¨®n de los retienes sin violencia, y frente a "la opci¨®n militar" de Carter dieron su sost¨¦n a las sanciones econ¨®micas? (informe del holand¨¦s De Vries a la ¨²ltima asamblea del Atl¨¢ntico Norte, junio de este a?o). Seg¨²n el alem¨¢n Curterier (informe pol¨ªtico a esa misma asamblea), ?la Alianza se enfrenta hoy con tres problemas esenciales: restaurar la solidaridad en su interior, formular una pol¨ªtica com¨²n frente a la agresi¨®n sovi¨¦tica en Afganist¨¢n y restablecer los mecanismos para el arreglo de las crisis entre el Este y el Oeste. Para ello es crucial que los aliados europeos permanezcan en estrecho contacto con los americanos y que aquellos mecanismos y los logros de la distensi¨®n se defiendan, para lo cual reviste una especial importancia el viaje de Schmidt a Mosc¨². El canciller alem¨¢n no va como mediador entre las superpotencias, sino como portavoz de la OTAN?.
Estas dos importantes citas, quecorresponden a dos socialistas, nos muestran bien a las claras el papel que desempe?a dentro de, la Alianza lo que podemos llamar su ? pilar europeo ?, en el cual se ubica tambi¨¦n Francia, con su brillante Ej¨¦rcito y su situaci¨®n especial respecto de Africa y del mundo ¨¢rabe.
Pues bien, sin llegar a la simpllficaci¨®n maligna de que a Estados Unidos le corresponde la defensa y a los europeos la distensi¨®n, a uno, pues, la zanahoria, y a los otros, la estaca, s¨ª que puede afirmarse, a mi juicio, que el papel de los europeos es el de moderadores y negociadores entre las superpotencias, hasta el punto de que, hoy en d¨ªa, ese ?pilar europeo? -que coincide pr¨¢cticamente con los pa¨ªses de la CEE- constituye el m¨¢s importante factor mundial de estabilizaci¨®n y ello es as¨ª, no s¨®lo en el plano Este-Oeste, sino tambi¨¦n, en el de las relaciones Norte-Sur.
La adhesi¨®n de Espa?a a la Alianza significar¨ªa, ante todo, un efuerzo de ese ?pilar europeo? y, por tanto, una. contribuci¨®n importante a la causa de la paz.
Ante todo, ese refuerzo contribuir¨ªa a un mejor equilibrio de fuerzas convencionales en Europa, compensando la actual superioridad del Pacto de Varsovia, que De Vries cifra en unos 200.000 hombres. Sin disu¨¢si¨®n no hay distensi¨®n. Sin equilibrio no hay paz, sino ? apaciguamiento ?, es decir, ?soberan¨ªa limitada?, a plazo m¨¢s o menos largo. La debilidad engendra la codicia del m¨¢s fuerte y, por tanto, la guerra. La misi¨®n pacificadora y justiciera que compete a la nueva democracia espa?ola s¨®lo cobrar¨¢ sentido y eficacia si se suma al pilar europeo occldental, a trav¨¦s de la doble integraci¨®n en la CEE y en la OTAN. Cuando se dice que esta ¨²ltima limitar¨ªa nuestra capacidad de acci¨®n internacional, se cae en un tipo de argumentaci¨®n irreal, ?como si nosotros solos pudi¨¦ramos hacer algo en el mundo!, ?como si fu¨¦ramos los ?¨¢rbitros morales del gran teatro de las naciones?!
La verdad es que los europeos poseen hoy una relaci¨®n especialmente privilegiada con los pa¨ªses del Tercer Mundo y con los ¨¢rabes. La soluci¨®n del problema de Rhodesia y su buena disposici¨®n respecto de Gibraltar -caso de confirmarse- convertir¨ªa a lord Carrington en una autoridad moral de primer orden, como lo es Giscard respecto del Africa franc¨®fona y del mundo ¨¢rabe y Schmidt en cuanto a Turqu¨ªa o en el di¨¢logo con el Este.
En el plano econ¨®mico de las relaciones Norte-Sur, lo ¨²nico cierto, m¨¢s all¨¢ de la ret¨®rica tercermundista, es que los europeos han hecho la Convenci¨®n de Lom¨¦ I y, luego, la Lom¨¦ II, que abarca 54 pa¨ªses pobres, los cuales no s¨®lo reciben ayuda econ¨®mica, sino que ven estabilizados sus ingresos por exportaci¨®n (mecanismo Stabex). Tambi¨¦n es cierto que nuestros vecinos de la CEE son los que proporcionan m¨¢s ayuda al Tercer Mundo, sea financiera, alimenticia, etc¨¦tera.
All¨ª est¨¢, a mi juicio, el lugar reservado a Espa?a para contribuir al nuevo orden econ¨®mico, con la especial proyecci¨®n que nos puede corresponde en Latinoam¨¦rica.
Debemos ser conscientes de que, en el interior de la Alianza Atl¨¢ntica y sin mengua de su solidaridad, la postura geoestrat¨¦gica de los europeos es distinta de la americana, dada su dependencit energ¨¦tica, com¨²n con la espa?ola, y dado su importante comercio con el Tercer Mundo y con el Este. Como consecuencia, se perfila cada vez m¨¢s una convergencia de ideales y de intereses que es algo muy distinto de una identidad o de una subordinaci¨®n europea, seg¨²n nos lo demuestra la posici¨®n europea y espa?ola favorables al inter¨¦s americano a una ?patria palestina?. Dado que la Alianza Atl¨¢ntlca se compone de pa¨ªses democr¨¢ti cos, cuyo esp¨ªritu pluralista la em papa por completo, caben en su seno la discrepancia y el di¨¢logo. En ella no rige el principio de la ?soberan¨ªa limitada?, sino el de igualdad y el de plena indepen dencia de todos los miembros que s¨®lo se obligan si consienten los acuerdos (principio de actuaci¨®n por consenso). Justan-iente, de ah¨ª deriva la reivindicaci¨®n europea de mayores consultas previas de los americanos con sus al?ados, incluso en aquellos asuntos que no son de competencia OTAN, pero que pueden afectarles, como la crisis del golfo P¨¦rsico. De hecho, debe mos llegar a instrumentar, de acuerdo con el consejo de Kissinger, un ?comit¨¦ intemacional para el manejo de las grandes crisis?. As¨ª, pues, y para concluir: nuestro destino es Europa, la Europa occidental y democr¨¢tica y este destino es indivisible. No puede aceptarse en lo comercial y repudiarse en su dimensi¨®n m¨¢s honda que es la pol¨ªtica y, por tanto, la de seguridad. Espa?a no puede ser a¨ªena a las grandes decisiones pol¨ªtico-estrat¨¦gicas que inevitablemente le afectan, dado que no somos en un escenario de conflicto m¨¢s que un trozo de la pen¨ªnsula euroasi¨¢tica. Como lo ha dicho el general Beaufr¨¦: ?En nuestros tiempos, el tablero de ajedrez est¨¢ constituido por los continentes y por los mares?.
Espa?a no puede quedarse al margen de la proyecci¨®n cultural, econ¨®mica y pol¨ªtica de Europa en el mundo. La CEE y la Alianza Atl¨¢ntica son los instrumentos internacionales para que Espa?a participe como pa¨ªs soberano en la toma de decisiones que han de servir las necesidades y los ideales comunes. No podemos aceptar los riesgos de un tratado bilateral en relaci¨®n con la defensa sin tener la plena responsabilidad de decidir y las ventajas derivadai; de pertenecer al colectivo m¨¢s rico y poderoso del mundo.
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