La Europa de "los dos", o el eje Bonn-Par¨ªs
Que Francia y Alemania se conviertan en el resorte milagroso que ha de devolver a Europa su voz secular, o¨ªda respetada y temida en el mundo. Este ?mensaje? que el presidente franc¨¦s, Val¨¦ry Giscard d'Estaing, ha predicado a los alemanes a lo largo de su periplo, de una semana, por la Rep¨²blica Federal de Alemania ni es nuevo ni es inconcebible de un lado y otro del Rin.Pero franceses y alemanes convienen en que la grandeur de la V Rep¨²blica y el pragmatismo germano, tras veinte a?os de reconciliaci¨®n, no conducen necesariamente a una ?comunidad de destino?, seg¨²n expresi¨®n giscardiana.
?Hasta ahora hemos conocido la etapa de la reconciliaci¨®n. En lo sucesivo hemos de emprender la de la acci¨®n com¨²n para devolverle a Europa el papel que le corresponde en los asuntos mundiales?. Esta frase, pronunciada en el Ayuntamiento de Bonn por Giscard, se convirti¨® a lo largo de su viaje a los lands alemanes en el eje de los quince discursos que pronunci¨® para convencer a sus auditorios sucesivos de que ?estar unidos es cosa diviria y buena?, seg¨²n un verso de H?lderlin, citado por el presidente galo.
Una vez superada la era que iniciaron el general Charles de Gaulle y el canciller Adenaur, en 1962, al firmar el Tratado de Reconcialici¨®n entre los dos pa¨ªses, la filosof¨ªa pol¨ªtica franco-alemana que Giscard les ha propuesto ahora a los alemanes puede traducirse de modo pr¨¢ctico y simple: la preponderancia militar francesa en Europa (el anuncio, en su reciente conferencia de prensa, de que la bomba de neutrones gala est¨¢ a punto no fue gratuito), unida a la preponderancia econ¨®mica europea de la Rep¨²blica Federal de Alemania, indican el camino a seguir para reconstruir una Europa con voz y voto entre los dos ?gigantes? que a¨²n conducen el mundo desde el reparto de Yalta tras la ¨²ltima guerra mundial.
Renacimiento europeo
En primer lugar, es cierto que la importancia manifiesta de la Europa de los nueve para realizarse favorece esa Europa giscardiana de los dos. Tambi¨¦n es cierto que la amistad y la uni¨®n entre el presidente Giscard y el canciller Schmidt abunda en el sentido de ese renacimiento europeo bajo el condominio germano-franc¨¦s.
Adem¨¢s, su vecindad, sus intereses, su an¨¢lisis de los problemas mundiales (incluido el de la construcci¨®n europea) son similares. Para Schmidt igualmente, la credibilidad absoluta de otros tiempos en el ?paraguas? nuclear americano de defensa ha perdido terreno en favor de una fuerza europea. Un solo obst¨¢culo, pero de gran importancia, hoy d¨ªa, impide al canciller abrazar a ciegas la causa giscardiana: la divisi¨®n de Alemania en dos.
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