El nombramiento de catedr¨¢ticos de universidad, un revulsivo para el Parlamento
La convivencia y buen hacer de todos los ¨®rganos de la comunidad universitaria est¨¢n gravemente afectados por problemas de origen pol¨ªtico y administrativo, y el potencial acad¨¦mico contin¨²a siendo mutilado por incompatibilidades de escuela y actitudes gremialistas que encuentran en nuestra universidad actual un rico caldo de cultivo para su desarrollo. Connotaciones de esta enfermedad han podido ser apreciadas recientemente en el curso del expediente de nombramiento directo de catedr¨¢ticos, con s¨ªntomas en los que, una vez m¨¢s, la prueba de las ra¨ªces pol¨ªticas, m¨¢s que de las cient¨ªficas, parece haber sido positiva. Esto, al tiempo que es extremadamente desesperanzador, debe servir para aleccionar a quienes, alguna vez, hayan confiado en que la capacidad end¨®gena de cambio de nuestra universidad es suficiente.El caso del profesor Castilla del Pino, que es el que mejor conozco, ilustra la dificultad para franquear las puertas de la universidad a determinadas escuelas de pensamiento y pone de manifiesto la dureza con que han cristalizado unos mecanismos de control capaces ya de reproducirse dentro del recinto universitario e incompatibles con las aspiraciones democr¨¢ticas tanto de una buena parte de la universidad, que no participa en ellos, como de la sociedad, a la que tambi¨¦n se mantiene al margen.
El prestigio del profesor Castilla ha sido p¨²blicamente reconocido por su Universidad de C¨®rdoba, tanto por parte de cargos unipersonales, el decano de la facultad de Medicina, como por parte del ¨®rgano colegiado de m¨¢xima responsabilidad en el distrito, la junta de gobierno. El profesor Castilla no ha rehuido el sistema de oposiciones para alcanzar por v¨ªa ordinaria el grado de catedr¨¢tico numerario, y las pruebas que realiz¨® han venido a significar, al cabo de los a?os, una demostraci¨®n palpable de los peores vicios de dicho sistema. Sorprende por ello su tenacidad para luchar contra tal monstruo, creado y mantenido por cancerberos en posesi¨®n de la verdad, due?os de los controles que aseguran la pureza del estamento y protegidos por una legislaci¨®n que les asegura el ejercicio de todos los cargos directivos de importancia, incluidos los de representaci¨®n de las universidades ante el Consejo de Rectores.
Un reciente real decreto ha querido lubricar el mecanismo de acceso por v¨ªa extraordinaria, pero los controladores de la m¨¢quina conocen bien el procedimiento de pararla all¨ª donde no se cumple un criterio de calidad de cuarenta a?os. Tan largo t¨²nel de tiempo explica que d¨¦biles rayos de luz nos hayan podido deslumbrar, pero al cabo volvemos a tropezar con la cruda realidad de que los mecanismos que cre¨ªamos disponibles est¨¢n demasiado oxidados. Ataduras bien trenzadas han dado al traste con las esperanzas que el Ministerio de Universidades e Investigaci¨®n y algunas universidades hab¨ªan depositado en la vieja m¨¢quina, que no ha logrado que la categor¨ªa acad¨¦mica y la toma de posici¨®n pol¨ªtica puedan seguir sendas independientes.
Organos de difusi¨®n p¨²blica se han hecho eco en estos d¨ªas del informe que el Consejo de Rectores ha dado sobre destacados cient¨ªficos y personalidades del mundo de la cultura propuestos por diversas universidades para ser nombrados catedr¨¢ticos. Como se sabe, cinco fueron favorablemente informados y otros cinco no. Quiz¨¢ no es del dominio p¨²blico que tan esquel¨¦tico resultado no est¨¢ en pro porci¨®n con el laborioso y voluminoso expediente que algunas juntas de gobierno, en particular la de la Universidad de C¨®rdoba, han estimado oportuno tramitar para, en primer lugar, hacer uso responsable del real decreto que depositaba en ellas la confianza para pre sentar tal tipo de propuestas y, en segundo lugar, para demostrar con serios argumentos de peso ante el Consejo de Rectores y, en su caso, ante el Gobierno que las corres pondientes propuestas alcanzaban el nivel de dignidad que debe convenir a la instituci¨®n universitaria.
Cuando, ante el mencionado consejo, me correspondi¨® el honor (y ruego me perdonen la grandilocuencia de tan desgastado tipo de expresi¨®n) de presentar la propuesta para el nombramiento de catedr¨¢tico al profesor Castilla del Pino, habl¨¦ de deuda o deber moral por parte de la universidad espa?ola. Tambi¨¦n expuse que la satisfacci¨®n de tal posible deuda no podr¨ªa f¨¢cilmente alcanzar el nivel de reciprocidad a que el profesor Castilla se ha hecho sin duda acreedor en el desempe?o de las tareas acad¨¦micas que le han sido encomendadas; asimismo, que el beneficio neto, si cabe hablar en t¨¦rminos econ¨®micos, de su funci¨®n como catedr¨¢tico ser¨¢ para la Universidad de C¨®rdoba, en primer t¨¦rmino, y para la espa?ola, en, general. Apoy¨¦ mis palabras en el expediente tramitado, que conten¨ªa tanto el curr¨ªculo del profesor Castilla como el juicio cr¨ªtico que el mismo merec¨ªa para autoridades nacionales e internacionales del m¨¢s elevado prestigio en el campo de la Psiquiatr¨ªa. Hice observar el largo y minucioso an¨¢lisis (toda una fuente de investigaci¨®n sociol¨®gica para investigadores del futuro) que la Universidad de C¨®rdoba, a la que, como rector, yo estaba representando, hab¨ªa promovido. En consideraci¨®n a que tales antecedentes pudieran ser desconocidos, informe de las garant¨ªas exigidas por la Universidad de C¨®rdoba para el planteamiento de propuestas en general, rigurosamente cumplidas en el caso particular tratado. Asimismo, me ofrec¨ª a profundizar en los detalles del curr¨ªculo del profesor Castilla, si as¨ª fuera requerido. Al parecer, toda la informaci¨®n que aport¨¦ carec¨ªa de valor para mostrar la altura cient¨ªfica del profesor Castilla, o fui incapaz de transmitirla con suficiente convicci¨®n. O bien se tuvieron en cuenta otros factores.
Quiz¨¢ los ponentes de algunas propuestas hubi¨¦ramos debido prever que, en muchas ocasiones, el concepto de deuda moral no se comprende con facilidad. Quiz¨¢, tambi¨¦n, que en algunos sectores universitarios han circulado p¨²blicos recelos: se ha interpretado que las propuestas de catedr¨¢ticos por nombramiento directo se convertir¨ªan en pruebas de c¨®mo el escalaf¨®n llegar¨ªa a ser fijado por la Prensa, se ha temido que razones de orden pol¨ªtico fueran la base de alguna propuesta y hasta se ha dudado que una iniciativa de profesores no numerarios pudiera dar un fruto de calidad.
Propuesta motivada y negativa arbitraria
Con independencia de lo anterior, que ojal¨¢ no haya sido tomado en consideraci¨®n a la hora de decidir, lo importante es que la propuesta presentada por la Universidad de C¨®rdoba estaba amplia y s¨®lidamente motivada y documentada, lo que contrasta con el escueto resultado que ha conocido la opini¨®n p¨²blica. El Consejo de Rectores no ha previsto otra justificaci¨®n que el gana-pierde de su votaci¨®n, sin ofrecer ninguna pista sobre la raz¨®n de sus decisiones, que ser¨ªa interesante se diera a conocer a la opini¨®n p¨²blica -que, asimismo, debiera conocer el porqu¨¦ de tantas otras decisiones que afectan a servicios p¨²blicos- para que ¨¦sta adquiera conciencia cabal de los criterios que presiden esta y otras medidas sobre la universidad. Conocido el resultador de la votaci¨®n, no es dif¨ªcil presumir, como ya se ha expuesto en repetidas ocasiones, que el factor prevenci¨®n fue decisivo para descalificar la mitad de las propuestas. La destreza para producir resonancia a la hora de votar podr¨¢ explicar la sintonizaci¨®n necesaria para segregar propuestas que ten¨ªan por rasgo com¨²n cierta afinidad con sectores ideol¨®gicos que no se dejaron enranciar durante los cuarenta a?os antes aludidos. Hubiera sido preferible que estas interpretaciones a posteriori fueran innecesarias, lo que s¨®lo ser¨ªa posible si la decisi¨®n del Consejo de Rectores hubiera ido acompa?ada de razones iguales, al menos en n¨²mero y peso a las que aportamos quienes defendimos cada caso. Creo que la junta de gobierno de la Universidad de C¨®rdoba demostr¨® su capacidad para utilizar el decreto en cuesti¨®n mediante un procedimiento abierto, racional y cr¨ªtico y, por justa reciprocidad y en beneficio de la transparencia, su propuesta deber¨ªa haber recibido un tratamiento similar en el Consejo.
Ahora que se pide que el Consejo de Rectores reconsidere su decisi¨®n (no s¨®lo en sentido positivo, para los casos rechazados, y la Universidad de C¨®rdoba as¨ª lo ha hecho, sino incluso en sentido negativo, para alguno de los ya nombrados), es importante que, s¨ª se llegaran a reexaminar los casos. se dote al proceso de decisi¨®n de las garant¨ªas que requiere.
Al margen de! camino que pueda seguir este asunto, la forma en que hasta ahora ha sido seguido debe hacernos reflexionar sobre la potencialidad de cambio de la prop¨ªa universidad. La oportunidad de que la universidad espa?ola actual pueda resolver con su propia estructura acad¨¦mica el problema de renovaci¨®n que tiene planteado parece alejarse: los tribunales de op¨®sici¨®n y el alto tribunal del Consejo de Rectores as¨ª parecen certificarlo. La f¨¢brica capaz de reproducir estructuras ortodoxas ha cristalizado durante demasiado tiempo y no se dispone de diamantes tallados que la rayen. Abandonada a sus propias fuentes de energ¨ªa, nuestra universidad carece de capacidad de cambio y va camino de convertirse en un cuerpo muerto en el que toda vitalidad acabar¨¢ por extinguirse a menos que alg¨²n agente externo intervenga. Hoy no se vislumbra otro que un Parlamento sensible a los valores permanentes de una aut¨¦ntica esencia universitaria.
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