Blasfemias vestidas de paisano
La Prensa ha difundido ampliamente por toda la geograf¨ªa peninsular e insular el acontecimiento (de bastante mal gusto, por supuesto) de un diputado socialista del Ayuntamiento de Gij¨®n que hizo, en bable, un comentario irreverente a prop¨®sito del crucifijo que habla sobre la mesa del despacho.Como es l¨®gico, no ser¨¦ yo el que le d¨¦ la raz¨®n al susodicho diputado; la figura de Jes¨²s de Nazaret tiene la suficiente sublimidad como para ser ampliamente reverenciada por tirios y troyanos. Pero s¨ª quisiera, a prop¨®sito de esta reacci¨®n tan fuerte, subrayar el car¨¢cter puritano de nuestra sociedad, que va, como Di¨®genes, con una l¨¢mpara en la mano, buscando esta vez no un hombre, sino una cosa que se llama democracia (?democracia, democracia, tienes nombre de mujer!).
Y parece que la democracia tiene que ir de la mano con una hermanita, casi gemela, que se llama secularizaci¨®n. Hoy todos queremos apuntarnos a la secularizaci¨®n, para que nadie nos tache de confesionalistas. Y en parte es una buena cosa. La sacralizaci¨®n de nuestra sociedad hab¨ªa introducido en ella una enorme confusi¨®n, de la que sal¨ªan mal parados por igual lo sacro y lo profano: lo sacro, porque f¨¢cilmente se profanaba en sus no castos connubios con lo profano, y lo profano, porque perd¨ªa su debida autonom¨ªa al someterse a un dogma que s¨®lo debiera ser aceptado gratuitamente por aqu¨¦llos que poseyeran aquella fe.
No imponer lo sacro a lo profano
Naturalmente, nadie quiere volver a ning¨²n tipo de confesionalismo. O sea, ni imponer lo sacro en el ¨¢mbito de lo profano, ni coaccionar al mundo de lo sacro con intromisiones profanas. Por eso vemos con satisfacci¨®n que los mismos partidos pol¨ªticos andan de puntillas cuando se trata de hacer comentarios sobre temas religiosos (que en Espa?a son, por lo general, cat¨®licos) y que incluso sus dirigentes (aunque en privado se declaren agn¨®sticos o no creyentes) no temen presidir procesiones y asistir. activamente a ceremonias lit¨²rgicas, ocupando puestos de honor.
Hasta aqu¨ª todo es tolerable, aunque seria de desear que se dieran pasos hacia adelante. en funci¨®n de una mayor autonom¨ªa de ambas esferas. Pero todo se andar¨¢ con la buena voluntad de una y otra parte.
Formalismo sacral
Lo que hoy quisiera subrayar, a prop¨®sito del incidente del socialista del Ayuntamiento de Gij¨®n, es la enorme carga de ?formalismo sacral? que subyace en el inconsciente colectivo de nuestra sociedad espa?ola, creyente o no. En efecto, es una irreverencia dirigirse as¨ª a un crucifijo, pero a la verdad se trata de una irreverencia ?formal?. Por el contrario, Aquel cuya imagen es el crucifijo en cuesti¨®n dej¨® dicho bien claro que todo cuanto se hac¨ªa a favor o en contra de los pobres y marginados de la sociedad es como si se hiciera a favor o en contra de s¨ª mismo. Dicho con otras palabras: en nuestra sociedad se est¨¢n cometiendo continuamente irreverencias, no ?formales?, sino ?real¨ªsimas?, cuando pasamos de largo ante tanto marginado que va inundando las aceras de nuestras calles hasta hacer imposible que los coches cometan la habitual transgresi¨®n de aparcar encima de ellas.
Sacrilegio en El Salvador
Cuando, hace unos meses, unos disparos mortales acabaron con la vida del arzobispo de El Salvador, muchos se horrorizaron porque se trataba de un sacrilegio, entendiendo por ello lo puramente formal: un hombre de Iglesia, revestido de ornamentos sagrados, celebrando una funci¨®n religiosa, en el interior de un templo. Pero no calan en la cuenta de que monse?or Romero, ante los ojos de Cristo, era uno m¨¢s entre tantos ?cristos? diariamente inmolados por las fuerzas represivas, sin que pudieran ser noticiables por no poder revestirse de vestiduras sagradas ni celebrar funciones lit¨²rgicas en templos repletos de fieles.
En una palabra: el concejal del Ayuntamiento de Gij¨®n ha hecho mal en su desagradable comentario, pero la sociedad espa?ola, tan puritana ella todav¨ªa, no tiene las manos limpias de ?irreverencias reales? para poderle tirar la primera piedra. Por eso, yo mismo creo que debe seguir donde est¨¢.
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