El ocio de la Tierra
La vieja escuela del laissez-faire. acaba de salir al encuentro de la ley de Fincas Manifiestamente Mejorables. Una ley que sali¨® del Parlamento debatida y enmendada por todas las fuerzas pol¨ªticas, que ha sido adem¨¢s el primer gran intento para poner en marcha todos los recursos agrarios de las tierras del Sur, es ahora objeto de ciertos ataques viscerales aprovechando el r¨ªo revuelto de la situaci¨®n andaluza. El recuerdo de ?los famosos alojados de la Rep¨²blica?, lanzado desde una tribuna de opini¨®n en el diario Abc, viene a ser la nueva f¨®rmula de aquelarre que convoca a deudores y acreedores de la tierra en torno a uno de los m¨¢s dram¨¢ticos contenciosos de la historia. Porque no se trata ya de un juicio cr¨ªtico al contenido de la ley, de un desacuerdo razonado punto por punto y cap¨ªtulo por cap¨ªtulo; se trata de una enmienda a la totalidad desde posiciones pretendidamente liberales que suelen encubrir el m¨¢s sospechoso sentimiento de solidaridad con la ineficacia y el abandono. De la defensa cerrada del laissez-faire -dejad hacer- a la aceptaci¨®n soterrada del faire-rien -hacer nada- apenas hay algo m¨¢s que un paso. Sin embargo, no deja de resultar chocante que sean los empresarios -los buenos empresarios agr¨ªcolas andaluces- quienes se sientan se?alados por la ley de Fincas Manifiestamente Mejorables. Eso seria tanto como aceptar que una ley antiterrorista amenaza a los ciudadanos de orden. El tema parece de m¨¢s largo alcance. Tan largo como que sus m¨¢s cualificados portavoces, desde posiciones netamente regresivas, parecen dispuestos a resucitar una dial¨¦ctica de reforma agraria que no est¨¢ ya ni en el ¨¢nimo de la propia izquierda. La reforma agraria ha muerto, en su sentido cl¨¢sico, y las grandes palabras que en otros tiempos llevaban prendida la chispa de la revoluci¨®n han entrado en una crisis irreversible.Latifundio y empresa
Todo el mundo distingue en estos momentos lo que es un latifundio mal explotado de lo que es una gran finca correctamente dirigida desde la ¨®ptica empresarial. Y todo el mundo suele estar de acuerdo en que lo primero conlleva un flagrante incumplimiento de la funci¨®n social de la propiedad, mientras que lo segundo est¨¢ en la l¨ªnea de los principios que inspiran la econom¨ªa de mercado. Otra cosa son las valoraciones econ¨®micas y sociales del principio de rentabilidad empresarial. Pero no todo el mundo alcanza a comprender las verdaderas intenciones de quienes, en base a las m¨¢s tortuosas entendederas del concepto de libertad, tachan esta ley de totalitaria y conculcadora del respeto a la iniciativa privada. Porque retomar en estos momentos las gastadas im¨¢genes de la Rep¨²blica para relacionarlas con la ley de Fincas Manifiestamente Mejorables, y a ¨¦sta con los incendios de trigales en Andaluc¨ªa, es algo m¨¢s que hacer demagogia. Sencillamente: es hacer votos por la desestabilizaci¨®n y mentar repetidamente la soga en casa del ahorcado.
Los empresarios agr¨ªcolas del Sur y los obreros agr¨ªcolas del Sur necesitan en las actuales condiciones cualquier cosa menos hostigamientos de dudosa intencionalidad. Necesitan tal vez un nuevo marco de relaciones laborales que rompa con ciertos resabios feudalistas a¨²n vigentes a la vera de algunos cortijos. Necesitan tambi¨¦n una ordenaci¨®n de cultivos que ponga en marcha los verdaderos mecanismos de mercado, junto a una pol¨ªtica agroindustrial capaz de conjugar el desarrollo de la agricultura con las industrias derivadas, y a ambas, con la creaci¨®n de puestos de trabajo. Necesitan, en cualquier caso, un esfuerzo de imaginaci¨®n a todos los niveles que ponga t¨¦rmino al conflicto social, que sea capaz de poner esperanza en el horizonte econ¨®mico y, que ofrezca una salida airosa al actual marco de contradicciones pol¨ªticas. Todo esto, y quiz¨¢ algunas cosas m¨¢s, necesitan las tierras del Sur. Pero parece dif¨ªcil que puedan encajar mayores dosis de turbulencia cuando los recelos de unos y el hambre de otros amenaza con bloquear la tercera v¨ªa del di¨¢logo. En este sentido, la ley de Fincas Manifiestamente Mejorables viene cumplidamente al hilo del paro en las tierras del Sur, pero es de todo punto ajena a la gesti¨®n de los buenos empresarios agr¨ªcolas. Una ley que contribuye a movilizar recursos es una ley generadora de empleo; pero no hay que buscarle las vueltas que no existen. Porque intentar encontrarle concomitancias con la contrataci¨®n forzosa de obreros, con la obligatoriedad de dar cancha a los cultivos sociales -al margen de cualquier criterio empresarial-, es desbarrar por los sesgados caminos de la demagogia. Y conceder patente de validez, de vigencia operativa, a la vieja ley de Reforma y Desarrollo Agrario del franquismo, no deja de ser un intento de reproducir la tibieza y la vaguedad de un marco jur¨ªdico que no se sostiene en las actuales circunstancias. Sobre todo cuando el ocio de la tierra, en casos extremadamente llamativos, se eleva como un insulto sobreel dram¨¢tico paro de los hombres.Expropiar, en ¨²ltimo extremo
Andaluc¨ªa y Extremadura son tierras de buenos, oficios empresariales de grandes y buenos labradores; pero tambi¨¦n son tierras de latifundios en su m¨¢s cruda y peyorativa acepci¨®n. Si hay muchos o pocos es la labor investigad¨®ra del IRYDA quien tendr¨¢ que decirlo en ¨²ltima instancia. Y ya lo est¨¢ diciendo a ra¨ªz de los primeros sondeos. Pero, en todo caso, no se trata tanto de hacer un libro blanco de buenos agricultores y una lista negra de cortijeros holgazanes como de localizar los casos de flagrante incumplimiento de la funci¨®n social de la propiedad y ?avisar? sobre la necesidad de poner a pleno gas todos los recursos. Lo que se busca, en suma, es romper con la din¨¢mica del abandono, si existe y dondequiera que exista, para entrar en una conducta empresarial netamente acorde con las necesidades del pa¨ªs. Y en esta l¨ªnea, la ley es primero un revulsivo, despu¨¦s una llamada de atenci¨®n -seguida de un emplazamiento para realizar un plan de mejora- y, en ¨²ltimo extremo, un procedimiento legal de expropiaci¨®n de la propiedad y uso de la tierra. Hablar, pues, de desamparo del empresario ante la ley es hacer una interpretaci¨®n malintencionada de su contenido. Y, en cualquier caso, la acusaci¨®n de tentaciones estatalizadoras, puesta en boca de quienes predican la libre empresa con una mano y recogen los favores del intervencionismo con la otra, no deja de ser una inaceptable falacia. Por lo dem¨¢s, diflcilmente puede entenderse cualquier estrategia de bloqueo a la aplicaci¨®n de la ley si no es desde una dial¨¦ctica de complicidades. Las tierras del Sur necesitan la ley de Fincas Manifiestamente Mejorables, como necesitan mayores dosis de imaginaci¨®n pol¨ªtica para encarar el problema del paro y enmarcarlo en el conjunto de posibilidades econ¨®micas de la regi¨®n. Pero el conflicto social, por unas u otras razones, sigue ligado al carro de la agricultura. Y habr¨¢ que pro,fundizar en las ra¨ªces de este conflicto social para impedir que los viejos profetas de siempre sigan azuzando. el ocio de la tierra contra los verdaderos empresarios, a ¨¦stos contra los jornaleros, y a unos y' a otros contra las instituciones democr¨¢ticas.
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