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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El coste del cr¨¦dito y los beneficios de la banca / y 2

El informe realizado por el presidente de la AEB se realiza a partir de cifras totales para el conjunto de la banca. Creo que puede ser interesante un an¨¢lisis desagregado para tener una idea m¨¢s ajustada del comportamiento de la banca. En el cuadro 1 se ofrecen datos de los siete grandes bancos para los a?os 1974, 1978 y 1979. Destacan los siguientes aspectos:- El progresivo papel de los servicios dentro de la cuenta de resultados; esta r¨²brica se incrementa respecto al a?o anterior en un 56%. El margen financiero se reduce, ya que, aunque aumentan los productos de empleos, lo hacen en mayor proporci¨®n los costes financieros. El margen de explotaci¨®n (margen financiero + productos de servicios) sigue increment¨¢ndose, situ¨¢ndose en 1979 en un 5,53 % de los activos medios (4,96 % para el conjunto de la banca).

- Entre los componentes del margen de explotaci¨®n se aprecia una ligera flexi¨®n en los gastos de personal en el ¨²ltimo a?o. Adquiere progresiva importancia la partida de saneamiento de activo, que ya supera ampliamente al, beneficio neto.

- La rentabilidad de los recuros propios mejora ligeramente, pese a la leve reducci¨®n del beneficio neto sobre activos medios, debido a la menor significaci¨®n de los capitales propios en. los recursos totales.

En s¨ªntesis: en 1979 se consolidan los cambios que se observan, sobre todo a partir de 1976, en el comportamiento de la banca. Ante la dificultad de repercutir los costes crecientes en los tipos de inter¨¦s directamente, se impone el cobro de los servicios que antes no se percib¨ªan.

Las diferencias que se observan entre 1974 y 1979 en el margen de explotaci¨®n y sus componentes son realmente importantes. En 1974, el total de gastos sobre activos medios era del 2,68%, y en la actualidad es del 4,57%. Se ha producido, pues, un incremento porcentual, en los gastos, del 1,89%. Para tener una idea de lo que esto significa, baste decir que, si la banca hubiera mantenido la estructura de costes de 1974, en 1979 los ahorradores y/o utilizadores del cr¨¦dito se hubi¨¦ran beneficiado, s¨®lo en los siete grandes bancos, en 96.000 millones de pesetas. Hay que advertir que el margen de explotaci¨®n de la banca era, ya en 1974, alto en relaci¨®n al de otros pa¨ªses por haber experimentado un crecimiento sostenido en a?os anteriores.

El aumento de los gastos ha tenido una influencia decisiva en la formaci¨®n del tipo de inter¨¦s al ampliar sustancialmente el margen de explotaci¨®n; si ¨¦ste se hubiera mantenido al mismo nivel de 1974, el tipo de inter¨¦s de las operaciones de activo libres en 1979 habr¨ªa sido el 11,79%, es decir, cuatro puntos inferior al que resulta en la actualidad, utilizando para este c¨¢lculo la distribuci¨®n de activos y rentabilidades existentes para el conjunto de la banca, ya que no es posible hacerlo para los siete grandes bancos. Podr¨¢ argumentarse que una parte de los gastos consiste en saneamientos del activo crediticio, y que ¨¦stos son necesarios para salvaguardar la continuidad de la actividad bancaria sin que las entidades se descapitalicen. Aceptado esto y considerando exclusivamente el resto de los gastos, si ¨¦stos se hubieran mantenido al nivel relativo de 1974, el tipo de inter¨¦s de las operaciones de activo libres ser¨ªa en la actualidad del 12,82%, es decir, 2,90 puntos inferior. Recordar¨¦ nuevamente que la rebaja del inter¨¦s actual que el presidente opina se producir¨ªa, con la supresi¨®n o rentabilidad de la inversi¨®n obligatoria, es de 2,15 puntos. Entiendo que se ve claramente de d¨®nde procede el incremento del tipo de inter¨¦s que ahora el presidente de la AEB propone corregir parcialmente, con la hip¨®tesis poco realista de supresi¨®n de los coeficientes de inversi¨®n.

En el cuadro 2 se expone un detalle por empresas, que permite apreciar el distinto comportamiento de las entidades bancarias, dentro de la pol¨ªtica com¨²n de poner ¨¦nfasis en el cobro de los servicios. Puede observarse c¨®mo parece que tienden a estabilizar el margen de explotaci¨®n en torno al 6%. En efecto, los bancos que en 1978 manten¨ªan un margen de explotaci¨®n m¨¢s reducido lo incrementan considerablemente en 1979, como es el caso del Central y el Hispano; las entidades cercanas al 6% experimentan leves reducciones (Banesto y Bilbao). La actuaci¨®n m¨¢s meritoria, en este sentido, corresponde al Banco de Vizcaya, que ha reducido su margen, aun sin estar en las cotas m¨¢s altas en 1978. Los casos m¨¢s espectaculares son el del Santander, con un margen del 6,26%, aunque, a pesar de todo, inferior al de 1978, y el del Popular, que lo ha incrementado considerablemente en 1979, situ¨¢ndose en un 6,05%. Esta ¨²ltima entidad ha conseguido aumentar su beneficio neto en 1979 en un 38%. E n cualquier caso, parece observarse un proceso de igualaci¨®n entre las distintas entidades, reduci¨¦ndose las diferencias existentes. As¨ª, en 1978, la diferencia entre el margen m¨¢s alto (Santander) y el inferior (Central) era de 1,87 puntos. En el a?o 1979 la diferencia entre el Santander y el Hispano es de 1,15 puntos. Sobre la probable evoluci¨®n del margen de explotaci¨®n en los pr¨®ximos a?os har¨¦ alusi¨®n m¨¢s adelante.

Seg¨²n los datos conjuntos de la banca, el coste del cr¨¦dito se ha incrementado desde 1975 en un 50%, aproximadamente. El presidente de la AEB nos ofrece las cifras promedias para 1979 del 15,5 % para los descuentos normales y del 16% para los cr¨¦ditos normales. Se trata de una media, y habr¨¢ unas entidades que cobren m¨¢s que otras. La ¨²nica entidad que publica datos al respecto, convenientemente clasificados, es el Banco Popular, y, seg¨²n los mismos, para 1979 el tipo aplicado a las operaciones de descuento era del 16,28 1%, y para los cr¨¦ditos, del -19,07%. Insisto en hacer notar que este no es el coste efectivo para el utilizador del cr¨¦dito, ya que habr¨ªa que incluir las comisiones integradas en la ya voluminosa cuenta de servicios, cuya importancia ha pagado, de ser pr¨¢cticamente nula en 1974, asignificar el 1,20% de los activos totales medios (algo m¨¢s de 60.000 millones de pesetas en 1979).

El abanico de tipos de inter¨¦s reales en nuestro pa¨ªs debe ser bastante amplio, por vanas razones; en primer lugar, porque unos bancos cobran m¨¢s que otros; en segundo t¨¦rmino, porque existen econom¨ªas de escala y no pueden ser iguales las condiciones que negocie la gran empresa que la peque?a y mediana; por ¨²ltimo, parece l¨®gico pensar que, en muchos casos, la banca se ve obligada a mantener, e incluso a incrementar, el nivel de riesgo en empresas en las que, si tuviera libertad para decidir, seguramente no se implicar¨ªa; se aspira a no perder el grueso del cr¨¦dito ya concedido a la inversi¨®n realizada. En estas circunstancias, se establece una tensi¨®n entre los propios resultados de la entidad bancaria y el nivel de presi¨®n financiera que las empresas puedan soportar sin poner en peligro su existencia. Deben ser numerosas las situaciones en que, debido al compromiso ya contra¨ªdo, a participaciones accionarias o a la imagen de la empresa adscrita al grupo, los bancos conceden un trato de favor cuando son conscientes de la imposibilidad de que la empresa subsista si se aplican tipo de inter¨¦s del mercado. Se trata de lo que podr¨ªamos denominar un segundo coeficiente de inversi¨®n ?autoimpuesto? en activo con menor rentabilidad, que obliga, para mantener los ingresos, a incrementar el coste de los recursos libremente asignados.

El presidente de la AEB expon¨ªa en -su informe del pasado a?o: ?Algunos dicen, sin que se entre tengan en probarlo, que el cr¨¦dito bancario cuesta m¨¢s del 20% anual ... ?. Pues bien, en mi opini¨®n , el coste que el presidente de la AEB parece atribuir a posturas desorbitadas o cr¨ªticas demag¨®gicas es una estimaci¨®n modesta que infravalora el coste real del cr¨¦dito bancario que est¨¢n soportando la mayor parte de las peque?as y medianas empresas de este pa¨ªs. Lo que importa que nos preguntemos son las consecuencias econ¨®micas de esta situaci¨®n y si la estructura productiva puede soportarla.

Los dos componentes del coste real del cr¨¦dito son el margen de explotaci¨®n y la remuneraci¨®n de los recursos ajenos. Como he hecho antes referencia al coste del pasivo, voy a centrar la atenci¨®n en el margen de explotaci¨®n.

Los 1,56 puntos de diferencia en el margen de explotaci¨®n entre 1974 y 1979 proceden de un incremento de un punto en los gastos generales, de personal y amortizaciones; 0,89, correspondientes al saneamiento de activo, y a la reducci¨®n de 0,33 puntos en el beneficio antes de impuestos sobre los recursos medios.

El crecimiento de los gastos no puede separarse de la tremenda expansi¨®n de oficinas que se experimenta en el per¨ªodo 1975-1979 y que a¨²n no se ha detenido. En diciembre de 1974, la banca ten¨ªa 5.628 oficinas y, al finalizar 1979, contaba con 12.238 (en el primer trimestre de 1980 ha abierto 171 oficinas m¨¢s). En este dato tan evidente -es muy significativo que el presidente de la AEB no haga referencia al mismo- reside la explicaci¨®n fundamental de crecimiento relativo de los gastos de personal, generales y amortizaciones. Esta fuerte expansi¨®n iba a proporcionar una amplia red de instalaciones bancarias que el pa¨ªs no necesitaba en absoluto y que ha conducido a un sobredimensionamiento del sector. La competencia desatada por ganar o conservar cuota de mercado y la obsesi¨®n por el ranking pon¨ªa el crecimiento como meta fundamental, con la esperanza de que la rentabilidad vendr¨ªa dada por a?adidura. En cuanto a las cifras crecientes asignadas al saneamiento de activo por los siete grandes bancos en 1979, correspondieron al activo crediticio 0,56 puntos (28.300 millones de pesetas), y a cartera de valores, 0,33 puntos (16.700 millones).

Ambas cuestiones -la extensi¨®n bancaria y las mayores dotaciones para fallidos y regularizaci¨®n de cartera- explican, pues, el incremento de los gastos que se ha trasladado al margen de explotaci¨®n; por otra parte, la aguda competencia en la captaci¨®n de recursos ajenos para intentar rentabilizar las nuevas oficinas ha influido en la elevaci¨®n de los costes de pasivo. De esta forma, en mi opini¨®n, es m¨¢s ajustado a la realidad aceptar que el alza de los tipos de inter¨¦s, tanto activos como pasivos, se explica, en buena medida, por la propia actuaci¨®n claramente inflacionista de la banca, que afirmar, sin m¨¢s, que el alto coste del cr¨¦dito se debe a la inflaci¨®n.

Parece claro que la expansi¨®n de la banca y el saneamiento de su activo suponen un coste que ha de sorportar un sector real cada vez m¨¢s d¨¦bil, pero tambi¨¦n es evidente que la banca est¨¢ profundamente implicada en el mismo y, a la larga, su propia suerte depender¨¢ de la del sector real que le sirve de soporte. En resumen: su din¨¢mica de cobertura de unos costes que han alcanzado niveles que no admiten ning¨²n tipo de comparaci¨®n, ni con los existentes hasta hace unos a?os, ni, por supuesto, con los de otros pa¨ªses industriales, implica que los sectores reales soporten la presi¨®n con creciente dificultad.

Cuando el presidente de !la AEB se?ala que el ¨²nico camino para reducir el coste d¨¦ cr¨¦dito es la su presi¨®n o rentabilizaci¨®n de los coeficientes obligatorios de inversi¨®n, lo que est¨¢ diciendo en realidad es que, a corto y medio plazo, no puede esperarse una reducci¨®n del coste del cr¨¦dito bancario. Creo que tiene raz¨®n. La posibilidad de una baja de tipo de inter¨¦s banca rio real depender¨¢ b¨¢sicamente de que se reduzca la remuneraci¨®n del ahorro, dada la rigidez a la baja de los componentes del margen de explotaci¨®n. No puede esperarse que la banca renuncie voluntaria mente a sus beneficios, aunque hay que decir que suponen un porcentaje cada vez menor, al margen de explotaci¨®n (en 1974, el 32%, y en 1979 el 17%). Sin embargo, la posibilidad de reducir la remuneraci¨®n del ahorro captado por la banca resulta problem¨¢tica no s¨®lo por las tasas de inflaci¨®n, sino por las posibilidades alternativas existentes y la propia competencia interna de la banca.Las posibles consecuencias de un procesoHasta ahora he hecho referenciar a la banca en conjunto o a los siete grandes, pero resulta claro que existe una gran disparidad entre la situaci¨®n de las diferentes empresas. Creo que hay dos factores fundamentales que pueden orientar sobre la situaci¨®n econ¨®mica de las entidades: la tasa relativa de expansi¨®n y el peso de la cartera de participadas.,

Por ¨²ltimo, entiendo necesaria una matizaci¨®n adicional sobre la relaci¨®n del tipo de inter¨¦s y el nivel de inflaci¨®n. El presidente de la AEB, al referirse a la desaceleraci¨®n del coste del cr¨¦dito, puntualiza: ?... es evidente que, frenle *a la inflaci¨®n actual, incluso al tipo promedio del 15,72 %alcanzado en 1979, el coste del cr¨¦dito en t¨¦rminos reales sigue siendo negativo, aunque no tanto como lo ha sido durante los a?os anteriores, de mayor inflaci¨®n y menor coste no minal del cr¨¦dito?. Este argumento es profusamente utilizado por los estudiosos en nuestro Sistema Fi nanciero. En esencia, lo que parece querer indicarse es que, mientras el tipo de inter¨¦s no supere la tasa de inflaci¨®n, el sistema econ¨®mico, est¨¢ subvencionando al utilizador del cr¨¦dito, que s¨®lo paga un inter¨¦s positivo en la medida en que el coste del cr¨¦dito supere a la inflaci¨®n. Dejando a un lado que en el a?o 1979 muchos empresarios espa?oles han pagado una tasa de inter¨¦s positiva, si se admiten como razonables las consideraciones ex puestas en este apartado, creo interesante que se medite sobre el supuesto impl¨ªcito del razonamiento, que es admitir que los utilizadores del cr¨¦dito pueden obtener un rendimiento del mismo al menos equivalente a la tasa de in flaci¨®n. Creo que est¨¢ bastante claro que no es eso precisamente lo que sucede en la empresa espa?ola. Por tanto, en mi opini¨®n, los razonamientos en torno al tipo de inter¨¦s ?real? deben utilizarse con

Antonio Torrero Ma?anas es profesor agregado de Estructura Econ¨®mica de la Universidad de M¨¢laga.

El coste del cr¨¦dito y los beneficios de la banca

cuidado porque, en nuestro pa¨ªs, muchas empresas tienen problemas, en ocasiones insolubles, por la presi¨®n del coste del cr¨¦dito. Les queda, sin embargo, el dudoso consuelo de que se est¨¦n beneficiando de un tipo de inter¨¦s ?real? muy reducido.Cuanto m¨¢s intenso haya sido el esfuerzo de expansi¨®n y mayor significaci¨®n tenga la cartera de participadas, es l¨®gico pensar que m¨¢s deteriorada ser¨¢ su situaci¨®n. El esquema esbozado creo que puede ayudar a explicar los graves problemas que est¨¢n afectando a algunas entidades con vocaci¨®n industrial y, sobre todo, a las que han conformado su activo en los ¨²ltimos a?os. Los casos m¨¢s graves se producen si, adem¨¢s, se han comprometido en una fuerte ampliaci¨®n territorial; el panorama se complica cuando el punto de partida era una dimensi¨®n muy reducida, bien por tratarse de entidades de creci¨®n reciente o porque, siendo antiguas, pero de tama?o insignificante y sin reservas acumuladas, se han lanzado a una expansi¨®n agresiva, pagando un pasivo caro que implicaba altos tipos activos y, por tanto, reducidas posibilidades de, selecci¨®n de clientela, asunci¨®n de un mayor, nivel de riesgo, y entrada en operaciones altamente especulativas para compensar los elevados costes de funcionamiento.

Si se admiten como razonables las afirmaciones anteriores sobre la rigidez de la baja del coste de intermediaci¨®n, y que no es f¨¢cil que pueda reducirse sustancialmente la remuneraci¨®n del ahorro, ?qu¨¦ suceder¨ªa si, como consecuencia de la prolongada crisis y el deterioro de las expectativas, se debilitara la demanda de cr¨¦dito? Es l¨®gico pensar que se incrementar¨ªa la competencia por el buen cliente de activo y que ¨¦sta deber¨ªa de articularse sobre la base del tipo de, inter¨¦s y el plazo de las operaciones.

El primer freno a la supuesta baja del tipo de inter¨¦s a nivel global ser¨ªa el coste de producci¨®n, es decir, la remuneraci¨®n de recursos ajenos y el coste de intermediaci¨®n. Pero un an¨¢lisis a nivel global no ser¨ªa realista si se tiene en cuenta, pomo antes se ha apuntado, que la problem¨¢tica de las entidades bancarias es muy diferente, como lo son sus costes de producci¨®n, por lo que si se intensificara la competencia en la captaci¨®n de los clientes de activos solventes, las entidades con menores costes de producci¨®n mantendr¨ªan su nivel de actividad y descender¨ªa el de aquellas empresas que no pudieran competir; ¨¦stas tendr¨ªan que aceptar niveles de riesgo progresivos que conducir¨ªan, finalmente, al fondo de garant¨ªa de dep¨®sitos o en entidades que pudieran asimilar a las empresas no competitivas.

En definitiva, el proceso de estos ¨²ltimos a?os. es previsible que tropiece con las posibilidades efectivas del sector real, lo cual puede ser la palanca que intensifique el proceso de concentraci¨®n en la banca espa?ola. Dicho de otra forma, la primera fase de la competencia bancaria, alimentada por una expansi¨®n irracional, la ha soportado el sector real de la econom¨ªa, pero si ¨¦ste se debilita impulsado, entre otros motivos, por el incremento de los costes financieros, se ver¨¢n eliminadas las unidades menos competitivas. dentro del propio sector bancario. Si el esquema planteado es correcto, y se redujera sustancialmente la demanda de cr¨¦dito, los problemas de algunos bancos que han debido ingresar en la corporaci¨®n bancaria, y otros que sin. ingresar est¨¢n siendo ayudados de forma extraoficial por el Banco de Espa?a, no son sino el comienzo de una escalada que dar¨¢ lugar a un nivel de concentraci¨®n bancaria muy superior al actual.

Conviene advertir que el incremento de los costes de intermediaci¨®n no puede prolongarse mucho m¨¢s all¨¢ de los niveles actuales por tres motivos: en primer lugar, resulta dudoso que el sector real pueda seguir soportando la situaci¨®n; en segundo t¨¦rmino, el nivel actual del coste de intermediaci¨®n constituye una amplia brecha que puede inducir a la potenciaci¨®n de una canalizaci¨®n directa entre grandes ahorradores y empresas saneadas; por ¨²ltimo, a pesar de las elevadas barreras de entrada que supone participar en el mercado dom¨¦stico, es problem¨¢tico que la banca espa?ola pueda soportar la mayor liberalizaci¨®n exterior que implica la entrada en el Mercado Com¨²n. El impulso del mercado organizado de letras, pese a la recortada legislaci¨®n sobre instalaci¨®n de banca extranjera, constituye un primer aviso.

Si la crisis econ¨®mica se prolonga, es posible en mi opini¨®n, que asistamos a una crisis bancaria de amplias proporciones, que obligue a adoptar algo parecido a un plan de salvaci¨®n del sector bancario. Resulta ocioso decir qui¨¦n lo pagar¨ªa. No dejar¨ªa de ser ir¨®nico que la din¨¢mica competitiva del sector bancario, que s¨®lo ha servido para debilitar a los sectores productivos, al imponerles ?grav¨¢menes? cada vez m¨¢s altos, encontrar¨¢, al final, que ni siquiera los sectores reales puedan soportarla y se tuviera que recurrir, como se est¨¢ haciendo en la actualidad, pero en mayor medida, al sector p¨²blico, argumentando algo dif¨ªcilmente rebatible: que la actividad bancaria es un servicio p¨²blico de vital importancia. Cuando se tienen estos temores, resulta tranquilizador que el gobernador del Banco de Espa?a manifieste que la crisis bancaria ya ha pasado y que se han establecido los mecanismos necesarios para prever cualquier eventualidad. Ojal¨¢ sea as¨ª.La liberalizaci¨®n de los dividendos bancarios

Se ha producido recientemente un aIza burs¨¢til que ten¨ªa como base la noticia de que iba a cesar la limitaci¨®n del reparto de dividendos de las entidades bancarias, establecida en 1941, en un 6% sobre el capital propio. Imagino que si esa medida se adopta por nuestras autoridades econ¨®micas ser¨¢ por presiones de la propia banca, aunque no ser¨ªa extra?o que se sostuviera su conveniencia pensando en que conceder mayores cotas de libertad es bueno por principio con independencia de nuestra circunstancia espec¨ªfica. Como es obvio, si se desea suprimir una limitaci¨®n de dividendos m¨¢ximos a repartir, es porque se piensa incrementarlos y merece la pena examinar, siquiera muy brevemente, las posibles consecuencias de esta medida.

Parece claro que la elevaci¨®n del tipo de inter¨¦s de los activos financieros es un factor explicativo de primer orden para comprender la baja de las cotizaciones burs¨¢tiles, que no ha dejado de producirse desde 1974. En concreto, la base de partida de la rentabilidad efectiva por dividendos, en el sector bancario (1,20% para las principales entidades en 1974), s¨®lo podr¨ªa sostenerse en un ambiente de euforia. Cuando ¨¦ste desaparece, las operaciones financieras (ampliaciones de capital) pasan de ser elemento positivo a negativo en el comportamiento de las cotizaciones, y se pierden las esperanzas respecto a las revalorizaciones, se impone la realidad del distanciamiento de la rentabilidad efectiva por dividendos respecto a otros activos financieros.

La banca era perfectamente consciente de que esta diferencia constitu¨ªa una losa para sus cotizaciones, pero no le era posible forzar el acercamiento por la limitaci¨®n existente respecto- a la cuant¨ªa de los dividendos en relaci¨®n al capital propio. El problema no estaba en que se obtuvieran beneficios suficientes, sino en el hecho de que el alza de las cotizaciones que finaliza en 1974 fue acompa?ado de un intenso proceso de diluci¨®n, aumentando la significaci¨®n del capital en los recursos propios y limit¨¢ndose el dividendo sobre el nominal por esta v¨ªa. La ¨²nica posibilidad de incremento estaba en el reforzamiento de las reservas, pero las dotaciones anuales de los beneficios ordinarios no eran suficientes para un incremento sensible; sin embargo, la importancia de la regularizaci¨®n acent¨²a las posibilidades de aumentarlos.

En el cuadro n¨²mero tres se expone la evoluci¨®n de los dividendos en 1979; puede observarse el incremento generalizado de los mismos, excepto en el Banco de Santander, donde su prodigalidad en incrementar capital con cargo a reservas obliga a la reducci¨®n. No es de extra?ar que haya sido este banco (precisamente. el de mayor margen de explotaci¨®n) el que p¨²blicamente m¨¢s haya insistido en la supresi¨®n de la limitaci¨®n existente. Resulta claro que si se liberaliza la distribuci¨®n de dividendos, la gran banca, al menos, tiene posibilidad de incrementarlos sustancialmente, como muestran las proporciones que se asignan a dividendos del beneficio neto, y que ello puede favorecer una recuperaci¨®n de las cotizaciones. Dado el comportamiento de la banca en los ¨²ltimos a?os, no ser¨ªa extra?o que procedieran a elevaciones generalizadas y, en este caso, admitida una evoluci¨®n de los beneficios similar a la de los ¨²ltimos a?os, se incrementar¨ªa el ?pay-out? de forma inmediata; lo que resulta m¨¢s dudoso es suponer que la banca, si puede, aceptara de forma permanente una situaci¨®n en la que la mayor parte de sus beneficios se destinar¨ªa a dividendos y, lo m¨¢s probable, es que pretendiera un acercamiento a sus niveles actuales. Si esto fuera as¨ª, se presionar¨ªa al alza el margen de explotaci¨®n y ello repercutir¨ªa en una subida del tipo de inter¨¦s.

Consideraciones finales

La elevaci¨®n del tipo de inter¨¦s real, a la que ha cooperado el comportamiento interno de la banca privada, est¨¢ afectando al proceso inversor por la doble v¨ªa de influir negativamente en las cuentas de resultados de las empresas no fi nancieras y deprimir las expectativas. En nuestro pa¨ªs, el empresario industrial encuentra que dif¨ªcil niente podr¨ªan igualar los rendimientos de sus posibles inversiones reales los que puede obtener, con riesgo reducido o nulo, si emplea sus recursos en activos Financieros. Hay que considerar que ning¨²n sector industrial espa?ol obtiene de sus capitales propios rentabilidades equiparables a las que puede conseguir mediante las emisiones p¨²blicas u otros activos financieros privados. Dicho de otra forma, la elevaci¨®n del coste de los recursos Financieros, y su incidencia en el proceso inversor, hay que situarlos en relaci¨®n a las expectativas de beneficio de las inversiones reales y a las rentabilidades que brinden inversiones alternativas. Esto, que piiede parecer obvio, se olvida frecUentemente y se exige del empresario que sea inversor activo y que act¨²e racionalmente. Me temo que ambos calificativos pueden ser, en muchos casos, contradictorios en la situaci¨®n actual de la econom¨ªa espa?ola. Cuando se habla de huelga diinversiones, o de perjudicar el r¨¦gimen democr¨¢tico, habr¨ªa que considerar esta situaci¨®n objetiva. Como ha se?alado la Confederaci¨®n Espa?ola de Organizaciones Empresariales en su reciente informe ? Medidas urgentes para fomentar el empleo?, la pol¨ªtica financiera ?hace m¨¢s atrictivo buscar rentabilidades puramente, finiancieras en sustituci¨®n de renta b:llidades de inversi¨®n real?; sin embargo, a pesar de esta afirmaci¨®n, al enumerar las razones que dificultan la inversi¨®n real, no se hace referencia, de forma expl¨ªcita, al elevado coste de los recursos fi nancieros. Entiendo que s¨®lo puede explicarse esta omisi¨®n por el piso de la banca en la CEOE, lo ctial no deja de sorprender si se tiene en cuenta el claro conflicto de intereses entre la banca y la industria y, sobre todo, con la peque?a y m.ediana empresa. En la crisis econ¨®mica que estamos padeciendo, la actuaci¨®n de la b,inca no ha hecho sino agravarla, sui ineficacia ha llegado a unos niveles dif¨ªcilmente soportables para el sector real de la econom¨ªa y, si el proceso contin¨²a, posiblemente afectar¨¢ seriamente a la propia instituci¨®n bancaria. Al plantearse ctialquier medida financiera, los responsables de la pol¨ªtica econ¨®mica deber¨ªan tener presente su incidencia, no s¨®lo sobre las propias instituciones financieras, sino sobre el sector real que les sirve de soporte y, en este sentido, meditar sobre el hecho de que una mayor dosis de competencia es favorable para el sistema econ¨®mico, cuando el castigo de la incompetencia es la expulsi¨®n del mercado, pero no lo es si degenera en una ineficacia global a cargo, al menos en primera instancia, de los sectores reales y, en segundo t¨¦rmino, a cuenta del dinero p¨²blico.

El desprestigio, perfectamente justificado, del sector p¨²blico en el plano empresarial, es tino de los m¨¢s pesados lastres que la econom¨ªa espa?ola ha heredado del r¨¦gimen anterior. Un sector p¨²blico que no ha tenido m¨¢s filosof¨ªa de actuaci¨®n que aceptar la supremac¨ªa del sector privado y que ha servido como refugio final de sus incompetencias m¨¢s notorias. Si en nuestro pa¨ªs tuvi¨¦ramos una gesti¨®n empresarial ?normal? en el sector p¨²blico, en mi opini¨®n, la alternativa a la situaci¨®n actual de la banca espa?ola estar¨ªa muy clara. y habr¨ªa que plantear su nacionializaci¨®n, no por motivos ideol¨®gicos, sino por puro pragmatismo. Claro que esta alternativa est¨¢, por ahora, tan fuera de la realidad como la pretensi¨®n del presidente de la AEB de que se supriman, de un plumazo, los coeficientes de inversi¨®n obligatorios de la banca. Para tratar de frenar el proceso descrito, habr¨ªa que considerar una intervenci¨®n decidida en las entidades bancarias m¨¢s ineficaces, aunque soy consciente de que esto va en contra de la l¨ªnea dominante de pensamiento que se propone, para mejorar la situaci¨®n actual, intensificar el grado de competencia financiera. Ojal¨¢ sea esta la soluci¨®n.

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