La noche de las trompetas
Cuando las cosas se hacen con profesionalidad, las casualidades e improvisaciones suelen resultar favorables. Para el concierto del viernes, la organizaci¨®n del festival hab¨ªa programado, con mucha l¨®gica y buen gusto, a la cantante Carmen McRae y al trompetista Fredie Hubbard. Bonita noche se presum¨ªa, pero Carmen se declar¨® en fuera de juego y hubo que sustituir¨ªa a toda prisa.El elegido fue Dizzy Gillespie, de manera que la sesi¨®n se presentaba como una fiesta de la trompeta de jazz. ?Y vaya que lo fue! Comenz¨® el concierto Dizzy Gillespie. En Madrid hace unos meses, este hombre regordete y simp¨¢tico realiz¨® un show alucinante y precioso. Por aquel entonces muchos afirmaban que no hab¨ªa tocado todo lo que puede, y, la verdad, ten¨ªan toda la raz¨®n. Aqu¨ª, en San Sebasti¨¢n, bajo la presi¨®n de tener que dar la talla al lado de Hubbard, Gillespie realiz¨® una demostraci¨®n de su fuerza, de su genialidad.
Con un grupo que anduvo mucho m¨¢s fino que en Madrid (un solo de bater¨ªa tremendo), Dizzy utilizaba su trompeta como si la t¨¦cnica no fuera necesaria, o, para decirlo de otra forma, hubiera dejado de preocuparse de ella para dedicarse a decir cosas. Cuando estamos tan acostumbrados a demostraciones neur¨®ticas de virtuosos de melonar que se creen el ombligo del mundo, escuchar este tipo resultaba una sencilla gozada. Y, adem¨¢s, cant¨®. Cant¨® un blues estremecedor y dej¨® a los casi 9.000 asistentes (r¨¦cord, pese al lloviznante boicoteo meteorol¨®gico) con la boca abierta y las manos ardiendo.
Y si lo de Dizzy era un jazz impresionante y m¨¢s o menos antiguo, lo de Hubbard resultaba igual de impresionante s¨®lo que en m¨¢s moderno. Aparte de la m¨²sica la diferencia entre ambos trompetas reside en que Hubbard se expresa a trav¨¦s de una rapidez endiablada, un sonido enormemente compacto y una claridad como de agua mineral frente a los delirios imprevisibles de su maestro. Pero eso no es todo, ya que, como en el caso de Gillespie, Fredie Hubbard vino a demostrar que lo mismo se hace una balada (Verano del 42, de Michel Legrand) que un tema superfunky casi discotequero. Y que ambos emocionan.
Si adem¨¢s se tiene en cuenta el saxo de Dave Sclinitter, sus d¨²os con Fredie y los arreglos sutiles e inteligent¨ªsimos por los que deambularon ambos grupos, puede decirse que la noche del viernes fue, adem¨¢s de una lecci¨®n impagable de trompeta y jazz, un acontecimiento para recordar.
Por la ma?ana tuvo lugar, adem¨¢s, el concurso para grupos aficionados del Pa¨ªs Vasco (casi todos muy rockeros), que fue ganado por el d¨²o de guitarras ac¨²sticas Eiderjazz.
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