Los ¨ªdolos ol¨ªmpicos mueren de pie
Los ¨ªdolos ol¨ªmpicos se resisten a morir en el anonimato. Los ¨ªdolos ol¨ªmpicos siempre mueren de pie. La subida al podio es un veneno para quien lo ha probado. Todos quieren repetir ese momento cumbre de una vida deportiva. Los veteranos, contrariamente a lo que sucede en manifestaciones deportivas profesionales, no arrastran su gloria por el estadio. La defienden hasta el ¨²ltimo segundo, hasta el ¨²ltimo mil¨ªmetro. Los campeones derrotados suelen ser los primeros en felicitar a los vencedores. Entre otras cosas, porque no se sienten humillados.
La gloria ol¨ªmpica es ef¨ªmera. Un deportista que aspira al triunfo ol¨ªmpico sabe que no podr¨¢ lograrlo m¨¢s all¨¢ de un par de veces. Triunfos m¨¢s consistentes son una excepci¨®n. Por una sola medalla hay deportistas que consagran un m¨ªnimo de cuatro a?os de una forma intensa y llena de restricciones. Cuando llega el canto del cisne, el gran campe¨®n sabe perfectamente que no le va a quedar la oportunidad de un per¨ªodo suplementario. Cuatro a?os de diferencia es un per¨ªodo pr¨¢cticamente inalcanzable.Mosc¨² ser¨¢ el adi¨®s definitivo de una serie de deportistas que han sido parte muy importante de la historia de los Juegos Ol¨ªmpicos. La despedida de la inmensa mayor¨ªa no puede ser m¨¢s digna. Andrianov, el gimnasta sovi¨¦tico que en Montreal se convirti¨® en uno de los grandes zares de la competici¨®n, se dedicar¨¢ dentro de unos meses a la ense?anza. Para ¨¦l ya no quedar¨¢n m¨¢s ocasiones ol¨ªmpicas. En su adi¨®s a¨²n ha conseguido una medalla de oro. En el momento de la despedida presenta el mejor palmar¨¦s de todos los tiempos. Andrianov ha ganado doce medallas ol¨ªmpicas y de ellas siete han sido de oro. Solamente su compatriota Chaklin resiste la comparaci¨®n. El campe¨®n de los a?os cincuenta consigui¨® diez medallas y de ellas seis fueron de oro.
Se ha ido Irena Szewinska, que figura en los anales con dos apellidos, el actual y el de soltera, tras haber dejado una estela de grandes conquistas atl¨¦ticas intercaladas con su maternidad. Irena no llega este a?o a la final de los 400 metros por lesi¨®n. Pero, con sus a?os, en las series calsificatorias mostr¨® todav¨ªa su gran categor¨ªa. Irena comenz¨® a subir al podio en Tokio, en 1964. Ha sido un caso ¨²nico de longevidad ol¨ªmpica. Con ella en Mosc¨² podr¨ªa haber estado ese viejo monstruo americano del lanzamiento de disco llamado Al Oerter, que tambi¨¦n se prepar¨® para volver a los estadios que ya hab¨ªa abandonado. Oerter fue campe¨®n en 1956, en Melburne, y mantuvo su cetro en Roma, Tokio y M¨¦xico. En Mosc¨², con toda seguridad, habr¨ªa estado entre los mejores, pero ?el manisero? no le permiti¨® decir su adi¨®s en Mosc¨².
Viren ha perdido ya el cetro de los 10.000 metros. Al finland¨¦s a¨²n le queda la oportunidad de los 5.000 y la la vista de la carrera del domingo, habr¨¢ que concederle todav¨ªa grandes posibilidades. Viren fue derrotado por otro viejo campe¨®n de Etiop¨ªa, pero su ca¨ªda fue digna. A trescientos metros de la meta a¨²n estaba en cabeza.
Dos campeones de jabalina, el h¨²ngaro Nemeth y la germana democr¨¢tica Fuchs, han cedido ya en su empuje irresistible, pero sin haber hecho el rid¨ªculo. Fue derrotada tambi¨¦n Rosemarie AckermUn, la ¨²ltima gran defensora del rodillo ventral, pero m¨¢s que la fuerza, probablemente, lo que le fall¨® fue la t¨¦cnica. El ?fosbury?, al que no quiso acogerse en su momento, ha podido m¨¢s. La progresi¨®n de quienes siguen la norma de aquel casi desconocido atleta norteamericano que en M¨¦xico sorprendi¨® con un estilo contra el que nada hab¨ªa reglamentado, ha sido superior.
En el campo de los velocistas hay tres hombres a quienes la fortuna no sonri¨® en los 100 metros, pero con quienes ha habido que contar en los 200. Quarries Mennea y Crwford no se van de Mosc¨² sin dejar constancia de su calidad. El italiano, que al parecer padece una seria lesi¨®n en la espalda, a¨²n se mostr¨® fuerte para luchar con cierta facilidad en su mejor distancia.
Dio pena, sin embargo, ver al ugand¨¦s Akii Bua en los 400 vallas. Bua fue el campe¨®n m¨¢s simp¨¢tico de Munich. Gan¨® la carrera y para recibir el aplauso de todo el estadio se dio una vuelta m¨¢s. Aki Bua no pudo competir en Montreal por el boicoteo de los pa¨ªses africanos. All¨ª perdi¨® su segunda gran ocasi¨®n. A Mosc¨² ha venido pasado. La pol¨ªtica le priv¨® de un segundo ¨¦xito.
La gimnasia femenina ha reducido el valor absoluto de Nadia Comaneci, pero a sus clasificaciones habr¨ªa que poner ciertas objeciones. La subjetividad de losjueces le ha impedido obtener mayores recompensas. Pero, con todo, ha pasado por estos juegos dejando constancia de que no ha perdido las grandes cualidades que la convirtieron en una de las reinas de Montreal.
De todas actuaciones de los veteranos, quiz¨¢ la m¨¢s emot¨ªva para quienes le hemos visto subir al lugar m¨¢s alto del podio fue la al de Vikto Saneev. El sovi¨¦tico fue relevado por un compatriota suyo en el primer puesto. Se vio claramente que no pod¨ªa pasar del tercer puesto. Para ¨¦l se hab¨ªa acabado el oro que ya hab¨ªa conquistado en tres ocasiones. Pero lleg¨® el momento de realizar el ¨²ltimo intento y se concentr¨® como en sus mejores momentos. Emprendi¨® la carrera con fuerte zancada y se lanz¨® desesperadamente. Hizo su mejor salto y con ello se llev¨® la plata. Fue un adi¨®s dign¨ªsimo. Fue una despedida de ?em¨¦rito? atleta. El pueblo se puso en pie para compensarle con sus aplausos aquel mutis. En otro estadio de cualquier otra ciudad del mundo, el p¨²blico tambi¨¦n hubiera aplaudido la gesta. Una gesta m¨¢s de los campeones que saben defender enhiestos la fama alcanzada.
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