Ir¨¢n: el solitario ocaso del emperador
LA MUERTE en la soledad y el exilio de Mohamed Reza Pahlevi, el depuesto sha, que lleg¨® a autotitularse ?rey de reyes? y ?luz de los arios?, cierra un cap¨ªtulo de la grave crisis de Ir¨¢n, aunque en modo alguno parece ser una soluci¨®n para la misma. Los revolucionarios iran¨ªes han declarado ya que la desaparici¨®n f¨ªsica de su enemigo no modificar¨¢ su actitud hacia Washington. ni acelerar¨¢ la liberaci¨®n de los 52 rehenes norteamericanos, a punto de cumplir su noveno mes en cautividad.Reza Pahlevi, el hijo de un mulero que quiso crear una dinast¨ªa imperial, ha muerto en un hospital de El Cairo, dieciocho meses despu¨¦s de que su imperio, tan cuidadosa y despiadadamente fotjado, con la ayuda del petr¨®leo y de la polic¨ªa pol¨ªtica, se derrumbase como un castillo de naipes en una de las revoluciones m¨¢s importantes del presente siglo.
No hace ni siquiera diez a?os que el sha y la emperatriz Farah festejaban en las ruinas de Pers¨¦polis, ante docenas de dignatarios extranjeros y con trescientos millones de d¨®lares de presupuesto para gastos fastuosos, los 2.500 a?os de un imperio con el que, en su soberbia, pretend¨ªan conectar. Si Alejandro Magno acab¨® con aquel imperio, han sido los propios excesos y errores de Reza Pahlevi y de una clique de funcionarios obedientes y corruptos los que le costaron el trono del Pavo Real y empujaron el pa¨ªs en manos de unos fundamentalistas religiosos, con consecuencias todav¨ªa imprevisibles para Ir¨¢n y el mundo entero.
El triste destino del sha puede servir tal vez como advertencia y par¨¢bola moral para otros d¨¦spotas. Todo el dinero y todo el poder de Mohamed Reza Pahlevi no le han servido para impedir su derrocamiento, su exilio, su peregrinaje por media docena de pa¨ªses y, en ¨²ltima instancia, ni siquiera para que los mejores m¨¦dicos del mundo pudieran salvar su vida:
La imagen de un monarca destronado y enfermo, que no encuentra lugar donde refugiarse de las iras de los revolucionarios isl¨¢micos, no debe hacernos olvidar, sin embargo, otros aspectos de la figura del desaparecido dictador. Reza Pahlevi gobern¨® Ir¨¢n con mano de hierro, y la SAVAK, su temida polic¨ªa pol¨ªtica, caus¨® millares de v¨ªctlmas en la poblaci¨®n. El sha jug¨® tambi¨¦n un papel decisivo en la triplicaci¨®n de los precios del petr¨®leo, en diciembre de 1973, que ¨¦l apoy¨® y defendi¨® en el seno de la OPEP, deseoso de dinero con el que modernizar Ir¨¢n, seg¨²n su particular concepci¨®n, y de construir uno de los ej¨¦rcitos m¨¢s poderosos del mundo.
Un ej¨¦rcito que, pese a su sofisticado armamento y a los miles de millones de d¨®lares que el sha gast¨® en ad¨ªestrarlo y equiparlo, se rindi¨®, sin ofrecer pr¨¢cticamente resistencia alguna, a los revolucionarios que salieron a las calles de Teher¨¢n en febrero del a?o pasado, cuando Reza Pahlevi llevaba ya un mes en su exilio ?temporal?.
La llamada ? revoluci¨®n blanca? del sha, sus intentos de desamortizaci¨®n, de cambiar, como Kemal Ataturk en Turqu¨ªa, una sociedad semimedieval y dominada por la religi¨®n en una potencia moderna e industrializada, han sido borrados de Ir¨¢n, del mismo modo que el mausoleo en Teher¨¢n del fundador de la breve dinast¨ªa, Reza Jan, fue demolido por los martillos de los revolucionarios, dirigidos por el ayatollah Jaljali.
Sea cual sea el fututo de Ir¨¢n, tras la tormetita revolucionaria no cabe duda de que ser¨¢ muy diferente del que imaginaron el sha y los miembros de su corte imperial. El boato y los lujos de las fiestas de Niavar¨¢n y de Pers¨¦polis, las visitas de Estado con traje de gala y los brindis con champa?a en el d¨ªa'de Nochevieja con el presidente Carter, fueron tambi¨¦n algo muy diferente del entierro que tendr¨¢ ma?ana en El Cairo el sha, al que asistir¨¢n pocas delegaciones, y de muy bajo nivel, de otros pa¨ªses.
Para Estados Unidos, el pa¨ªs que coloc¨® al sha en el poder mediante el golpe contra Mossadegh, forjado por la CIA en 1953, la desaparici¨®n de su antiguo aliado y gendarme de Oriente Pr¨®ximo es poco m¨¢s que un alivio. La admisi¨®n de Reza Pahievi, por ?razones humanitarias?, en un hospital de Nueva York provoc¨® la toma de la Embajada norteamericana en Teher¨¢n y la captura de los rehenes, colocando al mundo en una de las crisis m¨¢s graves desde la segunda guerra mundial.
Una crisis que est¨¢ todav¨ªa lejos de resolverse. La muerte del sha deja sin objetivo las demandas de extradici¨®n, pero permanecen las exigencias de devoluci¨®n de una fortuna de millones de d¨®lares, amasada por el emperador y su familia. Y queda tambi¨¦n la petici¨®n de que Washington reconozca su responsabilidad en los 37 a?os de r¨¦gimen de Reza Pahlevi. Exigencias ambas que parecen tan imposibles de atender como lo fue en su momento la de extradici¨®n, Menos a¨²n si la Casa Blanca cambia de inquilino en enero del a?o que viene, y entonces la muerte del sha en un hospital de El Cairo ser¨¢ s¨®lo una an¨¦cdcrta m¨¢s de la crisis. El futuro de Ir¨¢n correr¨¢ dram¨¢ticamente por otro lado. El integrismo religioso imbuido por los videntes del ayatollah Jomeini dif¨ªcilmente podr¨¢ ser el instrumento pol¨ªtico que consolide en libertad a uno de los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo.
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