El asesino anda suelto
EL ATENTADO de ayer en Madrid contra el general Criado Amun¨¢tegui, subinspector de Sanidad de la Primera Regi¨®n Militar, ha lesionado seriamente al blanco de la emboscada, ha causado la muerte del soldado Garc¨ªa Siller y ha herido gravemente al conductor del autom¨®vil.Ninguna organizaci¨®n terrorista ha reclamado todav¨ªa para s¨ª el siniestro honor de este nuevo asesinato mediante uno de esos comunicados fan¨¢ticos en los que la inmolaci¨®n de una vida humana -en este caso un muchacho que cumpl¨ªa su servicio militar obligatorio- pierde para sus autores la significaci¨®n concreta de una existencia arbitraria y cruelmente truncada, para convertirse en un sacrificio ritual en aras de ideas abstractas, como patria o revoluci¨®n. Pero sean cuales sean las siglas de los perpetradores del atentado -ETA Militar o alg¨²n grup¨²sculo de nombre conocido o desconocido-, resulta dif¨ªcil decir o escribir algo que no haya sido ya dicho o escrito, desde perspectivas humanistas, democr¨¢ticas y de defensa de las libertades, a prop¨®sito de los anteriores eslabones de esa cadena interminable de cr¨ªmenes.
Aunque frente a tanta sangre derramada, tanto dolor producido y tanta infamia cometida por las organizaciones terroristas la protesta y la condena puedan parecer repeticiones innecesarias, de a?adidura amenazadas por una degradaci¨®n del lenguaje y una adjeti vaci¨®n visceral que mellan su capacidad de convencer y las emparentan con jergas del pasado, es una obligaci¨®n c¨ªvica seguir elevando la voz para repudiar la violencia, la sinraz¨®n y el crimen en nombre de la convivencia, la racionalidad y el derecho a la vida. Y tambi¨¦n es preciso continuar se?alando que la estrategia d¨¦ provocaci¨®n a las Fuerzas Armadas, acogida al principio apocal¨ªptico de ?cuanto peor, mejor? y relacionada con la imagen b¨ªblica del Sans¨®n suicida derribando el templo para que entre sus ruinas perezcan tambi¨¦n los filisteos es la v¨ªa a trav¨¦s de la cual ETA trata de arrastrarnos a todos al abismo del golpe militar, tal vez consciente del callej¨®n sin salida al que le han abocado su incapacidad pol¨ªtica, su ausencia de perspeclivas hist¨®ricas y su empecinamiento doctrinario.
La imprescindible complementariedad de la soluci¨®n pol¨ªtica y de la soluci¨®n policial para combatir la plaga del terrorismo es igualmente una reflexi¨®n que no por reiterada debe faltar en un comentario sobre el atentado de ayer. Digamos a este respecto que sin el respaldo de las fuerzas democr¨¢ticas la lucha contra el bandidaje pol¨ªtico no s¨®lo est¨¢ condenada al fracaso, sino, lo que es peor, puede favorecer la met¨¢stasis de ese c¨¢ncer. Nadie debe olvidar, sobre todo los neof¨¢scistas y la derecha autoritaria, que ETA naci¨®, se desarroll¨® y adquiri¨® una significativa base social baj¨® el franquismo, en el marco de una represi¨®n indiscriminada contra el pueblo vasco y sin m¨¢s base de legitimaci¨®n que el uso de la fuerza.
La clara y rotunda condena de la violencia terrorista por la izquierda parlamentaria ha sido asumida por el PNV de forma inequ¨ªvoca desde la aprobaci¨®n del Estatuto de Guernica y la creaci¨®n del Gobierno vasco. El apoyo de las fuerzas democr¨¢ticas y del nacionalismo moderado a la inevitable soluci¨®n policiaca para eliminar el terrorismo no tiene m¨¢s reserva que el respeto a la Constituci¨®n, a los derechos y libertades consagrados en el t¨ªtulo I de su articulado y al pleno desarrollo de sus principios, entre otros la efectiva puesta en vigor de las instituciones de autogobierno. Porque, evidentemente, una soluci¨®n policial que conculcara la legalidad constitucional destruir¨ªa el consenso social y cegar¨ªa las bases de legitimaci¨®n de esa soluci¨®n pol¨ªtica indispensable para que la actuaci¨®n de las Fuerzas de Orden P¨²blico tenga los respaldos populares que garanticen su eficacia.
Que la erradicaci¨®n t¨¦cnica del terrorismo s¨®lo es posible mediante la acci¨®n de los cuerpos de seguridad, situada dentro del marco estricto de la Constituci¨®n es una evidencia tan obvia que nadie con dos dedos de frente y sin toneladas de mala conciencia puede ya negar. Ahora bien, y puestos a repetir cosas mil veces dichas, ese trabajo policial, aparte de respetar y proteger los derechos y libertades garantizados por nuestra norma fundamental, debe ser dirigido con racionalidad, eficacia e inteligencia. Las apreciaciones Cr¨ªticas del ministro del Interior sobre las medidas de autoprotecci¨®n de las Fuerzas de Orden P¨²blico tras el atentado de Logro?o demuestran que el aparato del Estado empieza a ser receptivo a las opiniones de sentido com¨²n de la sociedad, hasta hace poco consideradas casi subversivas. El inveros¨ªmil golpe de ETA Militar en el polvor¨ªn de la Uni¨®n Espa?ola de Explosivos, cargando con toda tranquilidad en un cami¨®n robado casi 8.000 kilos de Goma 2, custodiados por dos guardias jurados, como si de un dep¨®sito de bol¨ªgrafos se tratara, ha confirmado hasta qu¨¦ punto las quejas del ministro sobre el funcionamiento de su propio departamento estaban justificadas.
Esas cr¨ªticas, por lo dem¨¢s, pueden hacerse extensivas tambi¨¦n a otros aspectos del trabajo policial, muchos de ellos relacionados con las deficiencias de los servicios de informaci¨®n y de an¨¢lisis de los datos. As¨ª, aunque la manera en que Euskadiko Ezkerra est¨¢ descabalgando de las opciones violentas alimente dudas sobre. el car¨¢cter irreversible de su estrategia, resulta m¨¢s bien inveros¨ªmil que Garayalde, Ruiz Apodaca o M¨²gica Arregui, conocidos acorazados etarras durante el franquismo, puedan ser submarinos de ETA Pol¨ªtico-militar-infiltrados en el partido legal al que pertenecen. Su detenci¨®n, noticia anunciada por el portavoz del Gobierno a bombo y platillo para desinflarse poco despu¨¦s con la puesta en libertad de los tres acusados, tal vez quem¨® hombres y esfuerzos que hubieran podido ser utilizados m¨¢s eficientemente contra la campa?a terrorista de los poli-milis en las costas mediterr¨¢neas. Tampoco los ciudadanos terminan de entender muy bien la funcionalidad de esos controles institucionalizados, previsibles y detectables a gran distancia, en las entradas y salidas de las capitales, que, en opini¨®n de algunos, parecen m¨¢s apropiados para suscitar la irritaci¨®n y el mal humor de los automovilistas, atrapados en interminables embotellamientos, que para impedir a los terroristas cometer sus fechor¨ªas.
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