Las pol¨¦micas "Hojas del Lunes"
El monopolio informativo detentado por las Hojas del Lunes ha sido p¨²blicamente cuestionado. Pero la pol¨¦mica abierta resultaba inevitable desde hac¨ªa tiempo, no s¨®lo por la aparici¨®n de otras publicaciones de informaci¨®n general o especializada en ese lapso acotado de tiempo -de las 14.00 horas del domingo a las 14.00 horas del lunes-, sino tambi¨¦n por la desnaturalizaci¨®n creciente que las Hojas han sufrido respecto a sus finalidades originarias.En primer lugar, las primitivamente denominadas Hojas Oficiales de los Lunes nacieron en 1926, durante el r¨¦gimen de Primo de Rivera, ?por razones de orden y conciencia p¨²blica a no dejar al pa¨ªs sin conocimiento de los sucesos m¨¢s importantes acaecidos entre la ma?ana del domingo y la del lunes?. Es decir, estuvieron motivadas por la necesidad de cubrir una laguna informativa y no por la voluntad de generar un privilegio. Hasta el punto de que ?no habiendo encontrado en la Asociaci¨®n de la Prensa las facilidades para que fue requerida al objeto de cumplir ese prop¨®sito?, el dictador encarg¨® inicialmente su edici¨®n al Minister¨ªo de la Gobernaci¨®n.
Pero, adem¨¢s, desde la ?dictablanda? del general Berenguer y hasta 1965, las Hojas del Lunes estuvieron sometidas a dos grandes limitaciones que constitu¨ªan otras tantas razones para su existencia: dar emple¨® con prioridad absoluta a los periodistas parados (?inactivos? para la normativa franquista de 1952) y dedicar sus beneficios a fines asistenciales de los profesionales de la informaci¨®n.
Parad¨®jicamente, la mayor¨ªa de las Hojas, la de Madrid en primer lugar, se han convertido en las, m¨¢s intensas concentraciones existentes de periodistas pluriempleados. Y, lo que es peor a¨²n, sus cuantiosos ingresos han sido utilizados en beneficio exclusivo de una parte restringida de la profesi¨®n period¨ªstica -desde chal¨¦s regalados hasta ?dividendos? repartidos mensualmente entre los socios-, ocasionando as¨ª una nueva forma de corruptela corporativa y un acentuado malthusianismo asociativo para no dividir el pastel.
En el caso de la Hoja del Lunes de Madrid es f¨¢cil constatar que sus beneficios, de entre diez millones y treinta millones de pesetas por a?o en la ¨²ltima d¨¦cada, no impidieron el caos econ¨®mico de la Asociaci¨®n de la Prensa. Y es que las Hojas no pod¨ªan dejar de reflejar, en su gesti¨®n como en su informaci¨®n, los profundos males de que se hallaban aquejadas sus asociaciones editoras: el divorcio entre juntas directivas y colectivos de asociados, el creciente abismo entre la profesi¨®n real y la oficialmente admitida en las asociaciones.
Desde un punto de vista informativo y profesional, no es preciso remontarse a esa prolongada posguerra en la que, como ha se?alado el veterano periodista Eduardo de Guzm¨¢n, refiri¨¦ndose a la Hoja del Lunes de Madrid, ?los art¨ªculos y comentarios no se distingu¨ªan por su af¨¢n cristiano de perd¨®n y reconciliaci¨®n, sino precisamente por todo lo contrario?.
Hoy, esos peri¨®dicos sin competencia, que podr¨ªan y deber¨ªan haber jugado un papel ejemplar, de una informaci¨®n sin condicionamientos y bien realizada profesionalmente, contin¨²an siendo, con escasas, aunque notables salvedades, los peores ?diaros? de cada regi¨®n o ciudad. Y la escasa informaci¨®n que proporcionan, su anticuada presentaci¨®n o el acentuado oficialismo de una orientaci¨®n gen¨¦rica que rebasa no pocas veces por la derecha al partido gubernamental, testimonian suficienternente esta realidad.
Por ce?irnos a la Hoja del Lunes de Madrid, hay que destacar la abundancia en sus p¨¢ginas durante los ¨²ltinios a?os de publicidad encubierta, presentada como simple informaci¨®n ante el p¨²blico. Cada lunes, adem¨¢s, una de las p¨¢ginas de su secci¨®n econ¨®mica aparece encabezada por el nombre de una poderosa entidad bancaria, en lo que constituye una pr¨¢ctica de ?programa patrocinado?, felizmente inusual en la prensa escrita.
En descargo de la profesi¨®n period¨ªstica, sin embargo, es preciso se?alar su inocencia completa ante esta situaci¨®n, su absoluta falta de participaci¨®n como colectivo en la orientaci¨®n y realizaci¨®n semanal de esos peri¨®dicos. Pero tambi¨¦n resulta ¨²til recordar que fue esta clase de prebendas aparentes, como la exclusiva de los lunes, la utilizada por un autoritarismo de tintes paternalistas para menoscabar durante a?os la libertad de informaci¨®n y la dignidad profesional en la pr¨¢ctica cotidiana.
El centro del debate
Ahora, el debate sobre el monopolio de las ma?anas de los lunes se ha centrado en la legalidad o inconstitucionalidad de una orden ministerial de marzo de 1968, tard¨ªa ahijada de la ley Fraga de 1966. Pero, por encima de esa cuesti¨®n y de toda alegaci¨®n de presuntos derechos adquiridos, es preciso plantearse el interrogante clave para el futuro: si ese monopolio de veinticuatro horas est¨¢ o no justificado ¨¦tica y socialmente en las actuales circunstancias espa?olas.
La desinformaci¨®n p¨²blicade los lunes no puede ser ya ciertamente alegada. El inter¨¦s global de los ciudadanos, como base legitimadora de todo monopolio amparado por el Estado, no se da evidentemente en este caso. Y no parece, finalmente, que deba ser la profesi¨®n period¨ªstica, firmemente interesada en el acrecentamiento del pluralismo informativo, quien recabe para s¨ª el dudoso privilegio de la exclusiva en la prensa escrita durante ese per¨ªodo de tiempo.
Las Hojas del Lunes encierran inexploradas potencialidades para un panorama informativo espa?ol. Como tales, deben sobrevivir en competencia abierta con otros diarios y revistas de informaci¨®n general o especializada. Y para conseguirlo cuentan ya con una serie de ventajas de partida, como la consideraci¨®n de prensa diaria a todos los efectos, ayuda estatal incluida , y los mayores costes que supone a todo diario salir la ma?ana de los lunes.
Pero la condici¨®n inexcusable para hacer frente a esa presente y futura competitividad estriba en practicar una pol¨ªtica informativa de puertas abiertas a la profesi¨®n que, te¨®ricamente al menos, es su propietaria. Y esa exigencia aparece tanto m¨¢s urgente e impostergable, por cuanto los afanes de participaci¨®n de los periodistas en la l¨ªnea informativa de los medios en que trabajan se acrecienta, de d¨ªa en d¨ªa, por nuevas exigencias de cara a la sociedad.
Resulta en ese sentido insostenible la contradicci¨®n que suponen unos ¨®rganos de los profesionales de la informaci¨®n cerrados a cal y canto a la participaci¨®n sistem¨¢tica de todos los periodistas. Y la mejor funci¨®n asistencial que, en ese mismo marco, podr¨ªan cumplir las Hojas consistir¨ªa, sin duda, en dar trabajo a los periodistas parados, a los licenciados de las facultades muy especialmente, mitigando as¨ª los efectos de una de las peores lacras actuales de la profesi¨®n, de claras repercusiones sobre la propia libertad de informaci¨®n.
En fin, en unos tiempos en los que se habla cada vez m¨¢s de la verticalidad inapelable de la informaci¨®n tradicional, de la falta de posibilidades de expresi¨®n de una gran parte de la poblaci¨®n, las Hojas del Lunes podr¨ªan conienzar a jugar una funci¨®n ejemplificadora tambi¨¦n en este terreno, ejerciendo de cualificados portavoces de todo tipo de movimientos sociales, de ¨®rganos de expresi¨®n de los intereses generales de cada provincia y territorio auton¨®mico.
Estas ser¨ªan, en suma, las ¨²nicas v¨ªas, de aut¨¦ntica justificaci¨®n para su existencia y consolidaci¨®n en la Espa?a democr¨¢tica, los ¨²nicos argurnentos vivos que podr¨ªan aumentar la detentaci¨®n de la propiedad de las Hojas por parte de los peritodistas.
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