Autenticidad barroca en El Escorial
Los conciertos celebrados en el Real Coliseo de Carlos III, de El Escorial, durante la primera semana del Curso de M¨²sica Barroca y Rococ¨®, que patrocina la Direcci¨®n General de M¨²sica, han constituido felices acontecimientos, con inmejorable respuesta del p¨²blico. La cosa no era para menos, puesto que all¨ª han actuado algunas figuras se?eras de la interpretaci¨®n mundial de m¨²sica barroca. Dejando al margen la espl¨¦ndida velada Boecherini, ya comentada en estas p¨¢ginas, hemos de referirnos, en primer lugar, al recital del gran cellista Anner Bijlsma.
El Bach de Bijlsma
El m¨²sico holand¨¦s, profesor de los conservatorios de La Haya y Amsterdam, es bien conocido en Espa?a por sus magn¨ªficas grabaciones, que le han valido dos premios Edison del disco, pero nunca hab¨ªamos tenido ocasi¨®n de o¨ªrle en directo, y menos a¨²n en solitario, puesto que su programa inclu¨ªa tres de las suites de Juan Sebasti¨¢n Bach para cello s¨®lo.
Pese al calor asfixiante del teatro, lleno hasta rebosar, Bijlsma desarroll¨® su dif¨ªcil programa, poniendo en juego todo su saber, con portentoso dominio de la expresi¨®n y un conocimiento profundo de las obras, a las que dio vida en toda su riqueza de ritmos, acentuaciones y complejas armon¨ªas. Junto a un evidente virtuosismo t¨¦cnico, Bijlsma demostr¨® toda la belleza de sonido del instrumento, un Matteo Goffriller (Venecia, 1669), al que supo extraer, con inusual delicadeza, toda la gama de sonidos propios de la est¨¦tica dieciochesca, desde el dolce y soave hasta el fortissimo grave.
Por fin hemos podido escuchar el barroco intemporal, quintaesenciado, de las suites de cello de Bach a un artista cuya trayectoria ha sido la b¨²squeda de la pureza y autenticidad, aunque para ello tenga que arriesgar un ¨¦xito m¨¢s f¨¢cil e inmediato.
El cuarteto Bartholdy
Tambi¨¦n con importantes premios discogr¨¢ficos, como el Gran Premio del Disco Alem¨¢n, por su grabaci¨®n de la integral de los cuartetos de Mendelssohn (publicado en Espa?a y hoy agotado), el Cuarteto Bartholely ha hecho su presentaci¨®n en Espa?a dentro del Curso Barroco de El Escorial, tras una ya larga carrera de ¨¦xitos por todo el mundo. Sus componentes son profesores de los conservatorios de W¨¹rzburg y Karlsruhe, con la particularidad, de que el primer viol¨ªn es el malague?o Jos¨¦ Antonio P¨¦rez Ruiz, formado en el Conservatorio de Madrid.
P¨¦rez Ruiz ha sido durante su brillante carrera concertino de algunas c¨¦lebres orquestas europeas, como la Santa Cecilia, de Roma, la de la Academia Musical Napolitana, la de Heilbronn y la de la C¨¢mara de Stuagart, bajo la direcci¨®n de Karl Munchinger. Los muchos m¨¦ritos que posee este extraordinario violinista espa?ol no han sido suficientes, por ahora, para que sea invitado como solista por alguna de nuestras grandes orquestas.
El Bartholely ofreci¨® un bello programa, iniciado por el primer cuarteto de Arriaga, el Cuarteto de las arpas, op. 74, de Beethoven, y el cuarteto op. 33, n¨²mero 2, La broma, de Haydn, que no pudieron ofrecer completo por la puesta en marcha de los fuegos artificiales en la lonja del monasterio.
Alan Curtis
Bajo el t¨ªtulo general El clavec¨ªn franc¨¦s, Alan Curtis ofreci¨® un magistral concierto en el Real Coliseo, fundado en una serie de piezas de Louis Couperin, en las que Nouvelles suites de pi¨¦ces de clavecin (1728), de Rameau. Nada mejor para la sobriedad de? gran clavecinista americano que esas piezas serenas y equilibradas de Louis Couperin, con las que puso al p¨²blico, sabiamente, en relaci¨®n con un mundo tan elegante como raro en su intelectualismo y solemne sobriedad. Alan Curtis se creci¨® al abordar las peque?as formas de aquel esp¨ªritu ¨¢tico que fue Jean Philippe Rameau. En plena Suite en sol, levant¨® el aplauso del p¨²blico con una versi¨®n inmejorable de La poule. Despu¨¦s, hasta la brillante L'Egyptienne, pasando por esa audaz sorpresa que supone L'Enharmonique, todo fue sobre ruedas, de modo que cuando, en la segunda parte, Curtis abord¨® la Suite en la, el auditorio estaba a su merced, entregado a la perfecci¨®n infalible de su mecanismo, que alcanz¨® momentos de suprema maestr¨ªa (por ejemplo, en Les trois mains, donde su habilidad discurriendo por los dos teclados, creaba la ilusi¨®n de escuchar una tercera).
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