La feria del toro medio muerto
?Bilbao, la plaza donde sale el toro-toro?, dice el t¨®pico. O bien, ?para toros, Bilbao?. Pues, seg¨²n. En Bilbao sale el toro o no sale. Y al p¨²blico, en general, le da lo mismo. Aqu¨ª sale un cabracho como el primero, que le correspondi¨® al Ni?o de la Capea, y no pasa nada. El p¨²blico bilba¨ªno tiene Para esta cuesti¨®n de los toros unas tragaderas de mucha consideraci¨®n.Pero la fama sigue y las figuras se amparan en ella. Por ejemplo, el victorinazo que espant¨® a Currillo sirve para mantener el prestigio de la feria del toro, y de esta forma, a la hora del balance, se hace tabla rasa. As¨ª, un triunfo en Bilbao contiene los cr¨¦ditos inherentes a la proeza, aunque se consiga con el cabracho, cuando toca la feria del toro medio muerto. A por ese triunfo de mentira, que vale como si fuera de verdad, ven¨ªan ayer las figuritas, y a tal fin les prepararon unos Osborne de presencia decorosilla -y astifinos, es justo a?adir- que dentro no ten¨ªan nada. O s¨ª: la enfermedad ten¨ªan, un desfallecimiento agudo, ganas de morirse.
Plaza de Bilbao
S¨¦ptima corrida de feria. Toros de Osborne Domecq, desiguales de presentaci¨®n, descastados e inv¨¢lidos. El tercero, sobrero de Cuadri, con trap¨ªo, escobillado, manso. D¨¢maso Gonz¨¢lez: estocada desprendida (oreja). Dos pinchazos y descabello (ovaci¨®n y saludos). Manzanares: dos pinchazos y estocada corta (protestas). Pinchazo hondo bajo (bronca). Ni?o de la Capea: dos pinchazos, rueda de peones, media y dos descabellos (bronca). Estocada (silencio).
A lo mejor esas ganas de morirse se les acentuaban cuando ve¨ªan acercarse al coletudo dispuesto a pegarles derechazos. ??Oh, no, cielos!?, mug¨ªan los Osborne; ?iderechazos, no!?, y se tiraban a la negra arena (que es negra negr¨ªsima, en Bilbao), cubri¨¦ndose la cara con las pezu?as. As¨ª hizo el ¨²ltimo. En cuanto el Ni?o de la Capea le peg¨® un derechazo, se tumb¨®. ?Antes morir que soportar otro derechazo?, dijo, que lo s¨¦ de buena tinta.
No se crea, sin embargo, que las ca¨ªdas sobreven¨ªan ¨²nicamente en el ¨²ltimo tercio. En el primero ya ocurr¨ªan. Y el p¨²blico lo pasaba todo por bueno. Los aficionados, no, claro, pues la afici¨®n tiene otro talante. Pero en Bilbao, los aficionados, que existen, y muy buenos, hay que buscarlos con lupa.
De manera que se ca¨ªan los toretes de salida, y un horror en varas, y despu¨¦s. Un poquito menos se cayeron los dos primeros, lo cual sirvi¨® para que D¨¢maso Gonz¨¢lez colocara su n¨²mero de los circulares y los p¨¦ndulos, y para que Manzanares demostrara una vez m¨¢s su vital necesidad de tener delante al toro absolutamente de carril tirando a tonto, o que no cuenten con ¨¦l. La invalidez del cuarto era tanta que ni el n¨²mero de los circulares y los p¨¦ndulos le pudo salir a D¨¢maso, y hasta tal punto acusada la del quinto, unida a una cong¨¦nita falta de fijeza, que Manzanares no se confi¨® nada.
As¨ª que buen rollo de corrida, ya puede imaginarse quien tuvo el acierto de no ir. S¨®lo nos queda el Ni?o de la Capea, con el ¨²nico toro-toro de la tarde, el sobrero, que sustituy¨® al tercer Osborne, ese cabracho que dec¨ªamos, y adem¨¢s tullido y mendicante. El Cuadri, un buen ?mozo?, muy serio y armado, ten¨ªa los pitones escandalosamente escobillados. Despu¨¦s de una violenta salida fue a menos y a la muleta lleg¨® con muy corta e incierta embestida. El Ni?o de la Capea, a quien no se le puede negar buena voluntad, intent¨® el derechazo y el natural, y como no eran posibles, y adem¨¢s no sabe hacer otra cosa, opt¨® por ali?ar, y ma?ana ser¨¢ otro d¨ªa.
La gente, por supuesto, se enfad¨® mucho con lo que crey¨® era inhibici¨®n y chill¨® al torero. Tambi¨¦n chill¨® a Manzanares en sus turnos, y le arroj¨® almohadillas cuando abandonaba la plaza. Bueno, pero ya todo es historia. La feria llega a sus ¨²ltimos cap¨ªtulos, y no se sabe si ser¨¢n del toro-toro o del toro medio muerto. Lo que, en definitiva, importa un r¨¢bano al p¨²blico bilba¨ªno.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.