Interminables negociaciones para una retirada surafricana
Desde hace quince a?os, el Gobierno de Pretoria y las Naciones Unidas discuten cu¨¢ndo y c¨®mo se retirar¨¢ Sur¨¢frica de Namibia. Durante veinte a?os m¨¢s el r¨¦gimen surafricano estuvo enzarzado en argumentos interminables sobre la legalidad de la Comisi¨®n de Tutela de la ONU, como heredera de la Comisi¨®n de Mandatos de la antigua Sociedad de Naciones. Entre 1946 y 1976, Sur¨¢frica hizo caso omiso de todos los llamamientos y resoluciones de la ONU sobre Namibia, incluido un dictamen del Tribunal Internacional de Justicia, que confirm¨® la ilegalidad de la presencia surafricana.
S¨®lo la intervenci¨®n en abril de 1977 de las cinco potencias occidentales del Consejo de Seguridad de la ONU -Estados Unidos, Francia, Gran Breta?a, Alemania Occidental y Canad¨¢- forz¨® a Sur¨¢frica a establecer determinadas precisiones en cuanto al tiempo y la forma de su retirada,Como ¨¦stas fueron juzgadas insuficientemente, en mayo de 1978 los cinco presentaron una ?proposici¨®n final, definitiva y no negociable? al primer ministro surafricano, John B. Vorster, para la transferencia de poderes con vistas a la independencia. La clave de esta proposici¨®n era, como ?transici¨®n internacionalmente aceptable?, la celebraci¨®n de elecciones generales y libres en todo el territorio. Asimismo, el Consejo de Seguridad instru¨ªa al secretario general de la ONU, Kurt Waldheim, para que nombrase un representante especial, para lo cual fue designado Marttli Ahtisarii, cuya misi¨®n ser¨ªa asegurarse de que se creaban las condiciones para la celebraci¨®n con todas garant¨ªas de libertad y equidad. de la citada consulta electoral.
El objetivo, tal como lo defin¨ªa la propuesta de los cinco, era elegir representantes a una asamblea constituyente encargada de elaborar la futura Constituci¨®n del Estado independiente.
Se precisaba que la consulta deber¨ªa tener lugar antes del 31 de diciembre de 1978 y bajo la supervisi¨®n de la ONU. Antes de ella Pretoria deb¨ªa liberar a todos los prisioneros pol¨ªticos, eliminar todas las leyes discriminatorias y garantizar el retorno de los refugiados.
Entre las provisiones m¨¢s importantes figuraba el env¨ªo de una amplia secci¨®n civil del Grupo de Asistencia a la Transici¨®n de la ONU (en ingl¨¦s, UNTAG), el cese de la guerra y el mantenimiento tanto de las tropas surafricanas como de las guerrillas del SWAPO en sus bases respectivas durante todo el per¨ªodo electoral. Las fuerzas surafricanas deber¨ªan quedar reducidas a 1.500 hombres, concentrados en Oshivello y Grootfontein. Un destacamento militar de la ONU velar¨ªa por el cumplimiento de estas condiciones, aunque la polic¨ªa y el orden quedaban bajo la supervisi¨®n del administrador general surafricano.
Argumentos dilatorios
El 24 de abril, el jefe de la canciller¨ªa de Pretoria, P. F. Botha, contest¨® a los embajadores de los cinco que su Gobierno aceptaba la propuesta. No obstante, introduc¨ªa dos reservas importantes: que la reducci¨®n de efectivos surafricanos s¨®lo comenzar¨ªa cuando cesasen las actividades del SWAPO, y que Walvis Bay, el ¨²nico puerto de aguas profundas de Namibia, quedaba excluido de toda negociaci¨®n.
Unos d¨ªas m¨¢s tarde, la Comisi¨®n Especial Nueve de la ONU conden¨® es la actitud. Sur¨¢frica, apoy¨¢ndose en el reconocimiento extendido desde 1976 por la ONU al SWAPO como ?representante ¨²nico y aut¨¦ntico del pueblo namibio?, comenz¨® a presentar argumentos dilatorios, que se han prolongado hasta hoy.
En agosto de 1978, Marttii Ahtisaril visit¨® Namibia y a su regreso formul¨® determinadas recomendaciones que fueron recogidas en la resoluci¨®n 435 del Consejo de Seguridad. Estas, que inclu¨ªan el env¨ªo a Namibia de 7.500 cascos azules y 360 polic¨ªas, fueron rechazadas por Sur¨¢frica.
En un nuevo intento por obtener un compromiso, los ministros de Asuntos Exteriores de los cinco visitaron Pretoria en octubre sin resultado, pues ya el Gobierno surafricano hab¨ªa decidido confrontar a la ONU con un hecho consumado y se hab¨ªa propuesto llevar adelante unilateralmente el proceso electoral.
Aunque el 13 de noviembre el Consejo de Seguridad declar¨® que cualquier elecci¨®n organizada por Sur¨¢frica ser¨ªa considerada nula e inaceptable, ¨¦stas tuvieron, no obstante, lugar el 4 de diciembre. Habiendo decidido Sur¨¢frica qui¨¦nes eran elegibles o no y qui¨¦nes capacitados para votar; el resultado, como era de esperar, fue de una aplastante victoria de la prosurafricana Democratic Turnhalle Alliance (DTA).
Despu¨¦s de las elecciones es Sur¨¢frica la que escribe: a Waldheim imponiendo condiciones. Las discusiones continuaron por dos a?os m¨¢s, hasta junio de 1980, en que Waldheim inform¨® al primer ministro surafricano que, de acuerdo con los pa¨ªses de la l¨ªnea del frente, y ?preocupados solamente por llegar a una soluci¨®n definitiva del problema de Namibia?, hab¨ªan aceptado lo esencial de las condiciones surafricanas. Al final de su carta, Waldhelin dec¨ªa: ?Sugiero, ahora que establezcamos el plazo m¨¢s breve posible para un cese del fuego y aplicaci¨®n de la resoluci¨®n del Consejo de Seguridad 435?.
Intransigencia de Pretoria
Mientras la mayor¨ªa de la prensa en ingl¨¦s de Sur¨¢frica afirmaba que era necesario aprovechar la oportunidad de estas concesiones para salir de una vez por todas de Namibia, el peri¨®dico The Citizen, pr¨®ximo al Gobierno, advert¨ªa que era necesario tener mucho cuidado porque ?con esas concesiones la ONU lo que quiere es que aparezcamos ante el mundo como los ¨²nicos intransigentes y responsables de que no se llegue a una soluci¨®n ?.
Pretoria se ha comprometido a responder a la carta de Waldheim antes del 1 de septiembre. Sin embargo, el 7 de agosto pasado, el ministro del Exterior, P. F. Botha, declaraba que, mientras la ONU siga reconociendo al SWAPO como representante ¨²nico y leg¨ªtimo de Namibia, no habr¨¢ negociaci¨®n y que ?Sur¨¢frica prefiere enfrentarse al aislamiento internacional y posibles sanciones antes que abandonar el territorio a una banda de terroristas?.
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