Nerja: asamblea de pescadores e intelectuales
Una familia numerosa -compuesta por artistas pl¨¢sticos, escritores e investigadores universitarios- le ha dado un ritmo y un aspecto muy especiales a la aldea malague?a de Nerja. Es uno de los raros lugares de la Costa del Sol salvados de la plaga del turismo salvaje, pese al montaje kitch de que goza la tan famosa cueva, cercana y frecuentada. De ah¨ª que en sus playas hoy convivan, en perfecta concordia, los pescadores y los intelectuales.
Entre sus chispeantes camarer¨ªas, Ram¨®n dej¨® anotada esta pregunta como la m¨¢s solemne contestaci¨®n salida de los labios rumbosos de un camarero espa?ol: ??Es que quiere usted que yo sea Ortega y Gasset?? Ayo, el rubio y cuarent¨®n propietario del merendero m¨¢s afamado y concurrido de las playas de Nerja, se las trae tambi¨¦n cuando declara: ?Yo soy m¨¢s ¨²til a UCD haciendo paellas en la playa que discutiendo de pol¨ªtica en el ayuntamiento?.Pero para llegar a esa iluminaci¨®n apasionada hay que haber sido antes, siquiera en apariencia, mariquita, tonto, fascista y machorro. Cargos morales todos ellos, como vamos a ver al punto, en modo alguno incompatibles con realizar cuerdas de esparto, vender cerveza, ser corredor de fondo, conservar energ¨ªa y pureza contra viento y marea, lavar platos en el extranjero, casarse con una sueca, socorrer al ahogado y hacer paellas, por remate, en honor de Su¨¢rez.
Las paellas centristas de un corredor de fondo
(Playa de Burriana. Mediod¨ªa de agosto. Leve brisa. Candela y manos ¨¢giles en torno a una paella multicolor y gigantesca. Un camarero pide firmas para su brazo izquierdo escayolado; alguien ha escrito con bol¨ªgrafo negro sobre la escayola ya gris: ?Corre menos?. A una extranjera esquel¨¦tica le acaba de picar una avispa en el muslo derecho. Acude Ayo al instante: ??Chiquiya, si¨¦ntate una miajiya pa que te eche barro!? Se lo echa. El camarero murmura: ??Pero cu¨¢nto le gusta magrear a la gente!?. Ella, doblemente picada: ?Merci, monsieur?. Nuestro polifac¨¦tico y sudoroso h¨¦roe vuelve a vigilar, con ah¨ªnco de militante, la buena marcha de la gran paella. Resuena el altavoz del chiringuito: ?Ay, qu¨¦ noche tan oscura, / sin tu amor no vivir¨¦...? Un nativo que va de lig¨®n duro silba la vieja melod¨ªa, con ligero retraso, mientras avanza entre las mesas evitando c¨¢scaras de sand¨ªas y toallas ca¨ªdas. Comenta el camarero escayolado: ??Ese tiene un ramalazo!? ?Entendimiento o celos? Ayo anuncia: ?Ya puedes preguntarme lo que quieras?. Abandono el lugar donde est¨¢n comiendo y conversando Isabel Garc¨ªa Lorca, Teresa Guill¨¦n, Alicia Sartre, Steve Gilman y Mario Hern¨¢ndez, a m¨¢s de una chilena y un franc¨¦s que echan pestes de Grecia. Ayo insiste: ?Preg¨²ntame sin miedo?. Ponga, pues, el lector muecas vol¨¢tiles y comillas de encargo tipogr¨¢fico all¨ª donde pueda y quiera).
Todo el mundo me conoce por Ayo, aunque me llamo Francisco. Y es que cuando era peque?ito y ve¨ªa al t¨ªo de los helados iba en seguida y le dec¨ªa: ?Quiero un ayo?. Y si ve¨ªa un juguete: ?Quiero un ayo?. Y si no me gustaba algo: ?No quiero ayo?. Total, que me qued¨¦ con Ayo.
Yo empec¨¦ con el negocio de mi padre, haciendo cuerdas de esparto. Al terminar el trabajo, me entrenaba. Fui corredor de medio fondo, de fondo y, al final, de marat¨®n. Y era vegetariano. Adem¨¢s, me pegaba dos ba?os todos los d¨ªas. Pero, con todo y eso, no me com¨ªa una rosca con una t¨ªa. Y yo ve¨ªa al gitano, al peludo, al fe¨ªsimo, al t¨ªo muy sucio, al jipi, que se lo montaban de novela, mientras que yo segu¨ªa a r¨¦gimen de paja seca. Total, que yo me dije: ?Ayo, tienes que dar un cambiazo ahora mismo?. Primero me coloqu¨¦, un alambre en la cabeza, pero las t¨ªas se me asustaban. Luego me puse este cord¨®n. Y ya no se asustaban.
Entonces, cansado de las cuerdas y del atletismo, yo me met¨ªa en la cama muy temprano. O sea, que la gente empez¨® a decir: ?Ese es mariquita. Nunca va con mujeres?. (Llegan voces impugnadoras: ?Menos faroles, Ayo, y acaba de una vez con la paella?. Otra: ?Mi padre est¨¢ esperando ya hace un a?o?). Y, en fin, lo del negocio de la cuerda iba muy mal. Yo no sab¨ªa si largarme a Arabia Saud¨ª. Total, que decid¨ª ponerme a vender cerveza. Vend¨ªa mucha, pero nadie me pagaba. La gente me quit¨® entonces lo de mariquita. Dec¨ªan: ?S¨ª, es muy bueno. Pero es tonto?. (Camarero: ?Ayo, que Agust¨ªn se queda sin paella?. Respuesta: ?D¨¦jalo, que luego yo le doy cari?ete?).
Pas¨® esa fase, muchacho. Me qued¨¦ muy endeudado. Hasta que me vine a la playa y mont¨¦ este chiringuito. Al principio, poco antes del setenta, esto estaba lleno de tiendas de campa?a y de tipos melenudos. Alguno ven¨ªa a pedirme trabajo. Y yo: ?Mire usted, compadre, que a los artistas no os gusta trabajar?. Que si esto, que si lo de m¨¢s all¨¢. Bueno. Trato hecho. A los tres d¨ªas, zas, ligaba con una turista y se quedaba en su apartamento, dale que dale. El cocinero, tres cuartos de lo mismo. Y ah¨ª me ten¨ªas a las once de la ma?ana busc¨¢ndolos como loco, cada cual con su periquita, forniqueo va y forniqueo viene.
Yo, cuando llegaba el invierno, me iba a fregar platos por Alemania, Francia o Inglaterra para pagar las deudas de los taberneros con los de la cerveza. En 1974 conoc¨ª a la sueca, a Karina, que ahora es mi mujer. Ella me dijo que vivi¨¦ramos juntos, pero que nada de casarnos. Oye, muy bien, lo que t¨² quieras. Cuando, a los siete u ocho meses, va y me dice: ??Qu¨¦ hay que hacer para casarse?? Y yo: ?No s¨¦. Nunca he estado casado. Me imagino que habr¨¢ que ir a M¨¢laga a preguntar?. Al d¨ªa siguiente cogi¨® el coche, se fue a ver al cura grande, al obispo, como ella dice, y a los veinte d¨ªas est¨¢bamos casados por el juzgado y por la Iglesia. Y muy feliz que soy.
Luego me cogen por lo de que ya llevaba cuatro a?os casado y no ten¨ªa familia. Empiezan a decir: ?Ese es machorro. No sirve para nada?. Voy y tengo el ni?o. Se callan. Pero llegan las elecciones y, aunque yo soy trabajador, a m¨ª la izquierda no me gusta nada. Yo me dije: ?Voy a quedarme con Su¨¢rez, a hacer paellas en su honor, porque el hombre lo tiene muy dif¨ªcil y procura hacerlo bien?. Que si fascista para arriba, que si fascista para abajo.
Son los mismos que ahora protestan porque dicen que hay demasiados turistas. Se olvidan de que si en Nerja quemamos gasolina eso se lo debemos al turismo. A mi el negocio me va muy bien. Pero pensamos hacernos agricultores, porque esto es s¨®lo para torpes. Me he comprado un cortijo de secano y unos cuantos caballos. Por la noche tenemos una m¨²sica la mar de bonita; Beethoven no se puede comparar con la que arman los grillos, los sapos y las ranas. As¨ª que acabaremos en el campo, aunque aqu¨ª se gane dinero. Porque esto es muy sacrificado. Y yo estoy a las duras y a las maduras. Si est¨¢ alguno ahog¨¢ndose, a llamar a Ayo. Si un viejo quiere echar un polvete en M¨¢laga, que venga Ayo conmigo. Yo nunca he ido con mujeres de la vida, porque de joven era muy t¨ªmido y mi madre me dijo que ojito con las enfermedades de esos sitios, pero considero que ten¨ªan que tener una paga del Estado, porque, de todos los trabajos, ellas hacen el m¨¢s costoso y delicado. ?Les debe llegar cada uno! (Camarero: ?Ayo, que faltan nueve paellas?. Respuesta: ?Primo, que yo creo en Dios, pero no soy Jesucristo?. Comensal satisfecho: ?Ayo, hoy vengo a darte, la enhorabuena?).
O sea, que dif¨ªcilmente pueden encontrarme trapos sucios. Ya no soy mariquita, ni tonto, ni fascista, ni machorro... A ver, a ver qu¨¦ inventan ahora. (Ahora le preguntan por las posibilidades de una paella nocturna: ?De acuerdo. Pero cuando haga luna llena. Y sepan que los s¨¢bados y domingos tengo mucho trabajo. Que tampoco sea lunes. Los lunes estoy a la deriva...? Y luego, en direcci¨®n del camarero: ?Primo, ?d¨®nde me est¨¢s hoy? Anda, ¨¦chame un cable...?).
La calle Carabeo
Los comensales entrevistos en una de las mesas del merendero de Ayo forman parte de una gran familia intelectual, muchos de cuyos miembros habitan en la calle m¨¢s hermosa de Nerja: Carabeo. El pionero de esa elecci¨®n fue Alberto Giner, quien, hace m¨¢s de un siglo, tuvo la sensibilidad y el acierto de comprar varias casas en dicha calle. A los veinti¨²n a?os, lleg¨® de m¨¦dico al pueblo; y la gente pens¨® que estaba loco cuando vio que adquir¨ªa las viviendas m¨¢s pobres, habitadas por pescadores, en lugar de fijarse en la zona pudiente, la de los campesinos, situada al otro lado de la carretera. Diversas generaciones han seguido siendo fieles continuadoras de aquel maravilloso desatino.
Isabel Garc¨ªa Lorca ven¨ªa de peque?a a pasar los veranos. Su hermano Federico estuvo aqu¨ª tambi¨¦n. Fernando de los R¨ªos aparec¨ªa con frecuencia. Y Laura de los R¨ªos evoca el primer viaje de su propia abuela, de M¨¢laga a Nerja, en diligencia. Hubo un largo par¨¦ntesis, a ra¨ªz de la guerra civil. Los exiliados recordaban la blancura de Nerja en Estados Unidos y hac¨ªan proselitismo involuntario a favor de la calle Carabeo entre cuantos o¨ªan sus relatos. Durante esa larga ausencia, las casas fueron ocupadas, pero el casero continu¨® labrando el huerto y tuvo la buena idea de seguir pagando la contribuci¨®n en nombre de Jos¨¦ Giner. De aqu¨ª que pudieran recuperarlas sus verdaderos propietarios cuando volvieron del exilio.
En un atardecer resumidor, los jardines de la casa de Laura de los R¨ªos, que dejan ver el mar, pueden estar poblados de poetas (Jorge Guill¨¦n, D¨¢maso Alonso, Mario Hern¨¢ndez, Francisco Giner), profesores de literatura y cr¨ªticos de arte (Steve Gilman, Knut Jenssen, Bernard Roudowsky, Claudio Guill¨¦n, Javier Hern¨¢ndez, Natacha Sese?a -que canta tambi¨¦n cupl¨¦s-, Alicia Sastre, Carmen del Moral, Fern¨¢ndez Casado -gran amigo de Lorca-, Trinidad S¨¢nchez Pacheco) y artistas pl¨¢sticos (Jos¨¦ Guerrero, Rafael Canogar). No faltar¨¢n tampoco a la tertulia las hijas de la anfitriona -pintora, una; actriz, la otra-, as¨ª como Manuel Fern¨¢ndez Montesinos y la danesa Haeena, viuda del c¨¦lebre dise?ador de muebles Poul Kjaerholm, arquitecta y profesora de la Escuela de Arquitectura de Copenhague. Quiz¨¢ llegue tambi¨¦n despu¨¦s el poeta Jos¨¦ Infante, cuando termine una sesi¨®n de espiritismo. Y se aguarda a Jota Dom¨ªnguez, una cubana gracios¨ªsima, para que hable de caimanes y de boleros.
Alguien cuenta que uno de los contertulios, Roudowsky, jud¨ªo austr¨ªaco que vive en Nueva York, autor de libros tan interesantes como ins¨®litos (Arquitectura sin arquitectos, Calles para la gente) y dise?ador de unas sandalias que causaron furor en Estados Unidos all¨¢ por los a?os cincuenta, suele largarle un discurso filos¨®fico a cada incauto que visita su hogar en torno a las ventajas para el cuerpo de las sillas carentes de respaldo. Lo admirable es que ese serm¨®n docto suele darlo sentado en la ¨²nica silla con respaldo que existe en su vivienda.
Otro se interesa por el estado de salud de Jorge Guill¨¦n: ?Es asombroso. Ha vuelto a ser el mismo de antes?.
Hay quien lamenta que algunos habitantes de Nerja empleen el dinero en estropear las casas: ?Ah¨ª est¨¢ esa tienda con azulejos horrorosos en la fachada. Me pas¨¦ a?os sin entrar a comprar nada. Luego me enter¨¦ de que a esa mujer le mataron al padre en la guerra. Ahora la adoro, porque es una mujer buen¨ªsima... Y le he perdonado lo de los azulejos?. Procuran estos intelectuales que los estragos de la Costa del Sol no se extiendan a Nerja, que la cal no la cambien por pintura, que no confundan nunca mal gusto con riqueza. Y predican con el ejemplo l¨ªmpido de sus propios hogares, subrayando el horror de contrucciones tales como
Nerja: asamblea de pescadores e intelectuales
la edificada para Utrera Molina.Murmullo general de lecturas recientes, an¨¦cdotas tribales, rumores pol¨ªticos, exposiciones de pintura en perspectiva. Mientras pinchan rodajas de pepino con miel, gambas con mostaza y trocitos de queso.
Una mujer de Neria, Francisca G¨¢lvez Acevedo, vive, asimismo, en esta calle llamada Carabeo. Y ve as¨ª el panorama: ?Esto del turismo es muy reciente. Yo creo que empez¨® cuando descubrieron la cueva, me parece que en el a?o 1959. Y hasta 1970 no empez¨® de verdad el barullo. Esta calle era de pobres pescadores. Pero entonces estaban limpias las playas, daba gloria verlas. Y se cog¨ªan mejillones en cualquier sitio. El paseo tambi¨¦n estaba muy bonito. Luego todo ha cambiado?.
Un cambio no forzosamente negativo: ?Esto ha sido para mejor. Hay que reconocer que si Andaluc¨ªa ha levantado cabeza es gracias al turismo. Por este pueblo, la verdad sea dicha, no han pasado personas de muchos d¨®lares. Esos se han metido todos en Torremolinos y Marbella, que a m¨ª no me gusta ese ambiente, que yo no quiero eso para Nerja. Aqu¨ª hay muchos artistas. Yo alquilaba antes mi casa. Tuve a unos ingleses hace ya doce a?os. Todav¨ªa me sigo escribiendo con ellos. Y enfrente de mi casa est¨¢ la del director del museo Luisiana, de Copenhague. Otra casa preciosa es la de Teresa Guill¨¦n, que tiene un jard¨ªn que es un primor. Toda esta gente nos ha hecho mucho bien. Esperemos que no dejen de venir, porque como todo est¨¢ tan revuelto ahora...?
A Paca, as¨ª la llaman todos, le preocupan las bombas playeras, el paro, lo que ocurri¨® en la guerra y hasta el programa de televisi¨®n titulado Gaceta cultural, por donde acaba de ver a Mario Hern¨¢ndez hablando del libro de memorias de Francisco Garc¨ªa Lorca: ?A ver si lo consigo. Porque a m¨ª me gusta leer bastante. Y yo siempre he estado pendiente de la familia Lorca?. Pendiente est¨¢, a la par, de otras mil cosas que le tocan de cerca: ?Este Gobierno s¨®lo nos sube las pensiones cuando va a haber elecciones. Es cuando se acuerda de nosotros. Ahora, cuando las han subido, yo no he tenido nada que agradecerles; luego he votado para el que me ha dado la gana?.
De su contacto con intelectuales le surgi¨® a Paca un viaje a dos pa¨ªses extranjeros: Dinamarca y Noruega. No lo olvida: ?Eso s¨ª que son pa¨ªses, tan civilizados, tan limpios... Todos los ni?os est¨¢n en las escuelas; no como aqu¨ª, que andan por las calles de mala manera. Yo hasta tuve que preguntar que qu¨¦ pasaba con los ni?os, que si se los hab¨ªa llevado el del cuento de la flauta. Me qued¨¦ maravillada de todo lo que fui observando. Si es que la gente ni siquiera va en cueros. Luego, cuando vienen a Nerja, traen cuatro trapos y van sucios. Yo no s¨¦ la raz¨®n. All¨ª, me consta, van flamantes. A ver si esto de la democracia en Espa?a, que hasta ahora no nos hemos enterado, cuaja un poco y empezamos de una vez a ser como son ellos en sus pa¨ªses, no cuando andan por aqu¨ª de vacaciones y se ponen en cueros?.
Paca es querida por todos los intelectuales que pasan por Nerja, sean espa?oles o extranjeros. Ella es la dulzura cr¨ªtica, la generosidad selectiva, la conciencia incorruptible de un pueblo que, a menudo, se dej¨® seducir por ef¨ªmeros espejismos.
Esos mismos intelectuales que merodean por Carabeo no pican en ning¨²n cebo preparado para el turismo t¨ªpico. Y, a la hora de la cena, por ejemplo, ascienden hasta el bello pueblo de Frigiliana, donde, en un acogedor y humilde restaurante conocido por El Boquetillo, Aurelia Garc¨ªa, sol¨ªcita y enlutada, les sirve platos sencillos, cocinados con mucho amor y a precios barat¨ªsimos. Desde la terraza, emparrada, unas puestas de sol sobrecogedoras, y que el traidor vinillo del pa¨ªs aviva p¨ªcara y dulcemente.
Prosperidad sin fealdad
Al extremo derecho de la carretera que va de Nerja a Frigiliana tiene su residencia, suntuosa, sir Peter Wakefield, embajador de Gran Breta?a en B¨¦lgica. El y su esposa, Felicity, nos agasajan con vino del Rin y nos van ense?ando esta mansi¨®n que ellos compraron hace unos diecisiete a?os y que se llama La Molineta.
Fue molino de az¨²car. Y ah¨ª sigue, aunque ampliado, el estanque de aquel molino. Hay faroles anta?ones, un olivo, figurillas romanas, arcos de un puente ib¨¦rico, la talla de una virgen morena, ruedas de moler, muebles japoneses, cuadros con flores, libros admirables y hasta azulejos que proceden de la casa de Rudyard Kipling, tra¨ªdos por el c¨¦lebre escritor desde la India. Todo, bajo una luz di¨¢fana que suavizan las curvas, casi al aire libre, entre un olor a flores y a agua fresca.
Poco a poco, el embajador sigue construyendo, pendiente arriba: ?Lo ideal es llegar a tener tantos patios como d¨ªas de la semana. Para que la idea de monoton¨ªa no entre jam¨¢s en este recinto. Para que cada mes y cada estaci¨®n del a?o. tengan el espacio id¨®neo de acogida?. En el momento de comprar la finca, la soledad tambi¨¦n qued¨® comprada. Pero por poco tiempo: ?Es terrible. Construyen y construyen sin parar. Uno se asoma y puede ver c¨®mo Nerja avanza hasta aqu¨ª?.
Aqu¨ª habitaron doce familias que, lenta y resignadamente, fueron march¨¢ndose. Con ellos desapareci¨® el cultivo de la ca?a de az¨²car. Ahora, en ese mismo valle que se divisa desde el balc¨®n del diplom¨¢tico, crecen pimientos, patatas y tomates. En los jardines de La Molineta brotan flores fragantes: ?El problema que tenemos es que no encontramos a un buen jardinero. La jardiner¨ªa es un arte. Y es un tipo de artista que aqu¨ª ya se ha extinguido?.
Lo que pervive es la elegancia anglosajona para mezclar con suma delicadeza un jarr¨®n oriental, una mesa alemana y un ¨®leo holand¨¦s. La propia mansi¨®n es el fruto de superposiciones f¨¦rtiles.
Antes del molino de az¨²car. aqu¨ª se fabricaba papel; mucho antes existi¨® un cementerio ib¨¦rico. El punto final de partida era una casa del siglo XIX, absurda y en peligro de ser comida pronto por la maleza. La estampa de molino ha vuelto a revivir: ?Es curioso. Los mejores molinos de esta zona los tenemos los ingleses?.
Se acuerda el embajador brit¨¢nico de una panificadora cercana y de una tienda donde vend¨ªan vino, chorizo y cebollas, con un jard¨ªn lleno de conejos y gallinas. Por la carretera s¨®lo sub¨ªan y bajaban asnos, cabras y fatigados caminantes: ?Ahora hay mucho m¨¢s ruido. Yo creo que el ruido es el deporte nacional en Espa?a?. Tambi¨¦n sub¨ªa el vendedor de pescado, que se iba gastando en copichuelas lo que le daban por la mercanc¨ªa. Cuando volv¨ªa hacia Nerja iba completamente borracho, agarrado a la cola del burro para no tropezar con las piedras.
Recuerdos que se esfuman ante la realidad: ?Muchos no se dan cuenta de que el lujo puede hundir a un pueblo poseedor de belleza propia. Hoy s¨®lo se piensa en colocar la antena de televisi¨®n en el tejado. Y no es que yo est¨¦ en contra de la prosperidad. Pero no creo que ¨¦sta tenga que ser sin¨®nimo de fealdad?.
Al precio que sea, sir Peter Wakefield ha ido logrando que La Molineta disimule lo pr¨®spero con la hermosura m¨¢s cabal.
Un alcalde para el PCE
A quien le toca bailar con la m¨¢s fea es a Antonio Jim¨¦nez G¨¢lvez, alcalde de Nerja y vecino de la calle Carabeo. Ya he escuchado en un bar: ?Este pueblo es demasiao. A este alcalde le van a echar la culpa hasta de que llueva?.
En las paredes callejeras todav¨ªa se pueden distinguir muchos carteles de color azul, dirigidos a la opini¨®n p¨²blica de Nerja y Firmados por Comisiones Obreras: ?El d¨ªa 24 de julio, los trabajadores del empleo comunitario se encerraron en el ayuntamiento por motivos muy concretos. El gobierno civil s¨®lo manda dinero para diez trabajadores, cuando en realidad existen en el paro agr¨ªcola m¨¢s trabajadores. Volviendo a encerrarse, el d¨ªa 26, con car¨¢cter indefinido, hasta que el gobierno civil mande fondos para todos los trabajadores en paro. Hacemos un llamamiento a todos los trabajadores del campo que actualmente se encuentren en paro y que se sientan jornaleros para que acudan al ayuntamiento al encierro, en solidaridad con los compa?eros de otros pueblos que est¨¢n en la misma situaci¨®n?.
Antonio Jim¨¦nez se present¨® a las elecciones como Independiente, pero apoyado por el PCE. El matiza, con palabra ajena: ?En el pueblo dicen que el que apoy¨® al PCE fui yo?. Al hablar del turismo, lo pragm¨¢tico asoma: ?Aqu¨ª son bien acogidos los turistas. Naturalmente, siempre que se gasten algo?. Le se?alamos con el dedo la sede, muy boyante, de Fuerza Nueva, pr¨®xima del ayuntamiento: ?Para m¨ª son cuatro posesos y cuatro ni?atos?. Por lo menos, no est¨¢n en la alcald¨ªa, donde conviven un independiente,, cuatro comunistas, dos socialistas, tres miembros del PSA y siete de UCD.
La mencionada Francisca G¨¢lvez opina acerca del nuevo alcalde: ?Con ¨¦ste s¨ª se nota el cambio, porque el otro s¨®lo barr¨ªa para ellos. Lo que le pasa a este hombre es que est¨¢ malo y no tiene esp¨ªritu. Para que esto ande bien tiene que venir un forastero que no conozca a nadie, que no tenga compromisos, y que diga: "Aqu¨ª estoy yo". Este hombre es demasiado bueno. Eso es lo que le pasa?.
El aludido hace el balance provisional de su gesti¨®n al frente del ayuntamiento: ?Uno va solucionando lo que puede. Tampoco hay que exagerar los problemas. Yo, a juzgar por m¨ª mismo, pienso que en este puesto se engorda mucho?.
Pasa en este momento Luis Solana, diputado del PSOE por Segovia. Est¨¢ feliz de haber tenido suerte y conseguir una buena casa ,de veraneo por 12.000 pesetas. Evoca la desaparici¨®n de Garrigues: ?No s¨¦ por qu¨¦ lloran los de UCD. Jam¨¢s entendieron lo que escrib¨ªa. Ellos s¨®lo leen El Papus?.
La respuesta no quiso regalarnos. Nada dijo. March¨®se. Y, como a?adir¨ªa. el fabulista Iriarte, en una sola pausa asegurados, dej¨® en paz. por entonces al enjambre, a los p¨¢jaros pintos y al ¨¢rbol.
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