El sentido hist¨®rico de Aza?a
Somos conscientes de los l¨ªmites a que nos obligan nuestros deseos de cooperar a trazar en pocas l¨ªneas la personalidad de este hombre, de capacidad y actividades m¨²ltiples, y, por encima de todo, de esta excepcional figura de la pol¨ªtica espa?ola. Tenemos, pues, que renunciar a analizar las m¨²ltiples actividades en las que cooper¨® a ensanchar el horizonte en la cultura espa?ola y humana. Hemos de limitarnos a considerar aquellos problemas pol¨ªticos con los que este gran espa?ol hubo de enfrentarse.El problema militar
El primer problema, y quiz¨¢ el m¨¢s importante, que cay¨® en sus manos, fue el problema militar. El Gobierno provisional de la Rep¨²blica le asign¨® el Ministerio de la Guerra. Hemos de se?alar que entre sus estudios de pol¨ªtica francesa figuran: Concepto de la pol¨ªtica militar, Democratizaci¨®n del Ej¨¦rcito, Antecedentes pol¨ªticos de la reforma militar de 1872, etc¨¦tera.
El Ej¨¦rcito en Espa?a ven¨ªa interviniendo en la vida pol¨ªtica del pa¨ªs durante el siglo XIX; ten¨ªa su Prensa, y la ley de Jurisdicciones estaba en sus manos y le permit¨ªa enjuiciar a los militares y algunos civiles culpados de ataques a la Patria o al Ej¨¦rcito.
La primera medida que tom¨® Aza?a, como ministro de la Guerra, fue abolir dicha ley de Jurisdicciones. Su segunda medida fue suprimir el Consejo Supremo de Guerra y Marina y muchos privilegios pol¨ªticos de que gozaba el Ej¨¦rcito: suprimi¨® las ocho capitan¨ªas generales; comprob¨® que hab¨ªa un exceso de oficiales y permiti¨® que se retiraran con el sueldo ¨ªntegro a aquellos oficiales que lo deseaban. Como segunda medida hizo jurar lealtad a la Rep¨²blica a aqu¨¦llos que deseaban quedarse en el servicio activo.
Aza?a puso de relieve con estas medidas la altura que alcanzaba la raz¨®n de su ideal republicano.
Constituido el Gobierno republicano, Aza?a fue nombrado presidente del Gobierno, en 1931. Los problemas con los que se enfrentaba el Gobierno recayeron, pues, sobre su responsabilidad.
El problema religioso
El de m¨¢s envergadura a resolver era el problema religioso, que se deb¨ªa solucionar seg¨²n se?alaba la Constituci¨®n.
El presupuesto del clero qued¨® reducido seg¨²n se?alaba el art¨ªculo 26, quedando totalmente suprimido en 1933. Hemos de destacar aquel discurso de Aza?a justamente refiri¨¦ndose a la nueva situaci¨®n del Estado sin ataduras a la Iglesia cat¨®lica. En ¨¦l qued¨® para siempre marcado el presente y el futuro de esas relaciones: ?Espa?a ha dejado de ser cat¨®lica?. Discurso de los mejores pronunciados por ¨¦l, marc¨® en ¨¦l la nueva situaci¨®n del Estado sin ataduras a la Iglesia cat¨®lica.
Aza?a, hombre liberal, no era antirreligioso; para ¨¦l, el sentimiento religioso no interferir¨¢ para nada en la pol¨ªtica. Acometi¨® el deber se?alado en la Constituci¨®n en el citado art¨ªculo 26 y sus derivados.
Pero la Prensa de la derecha tom¨® ocasi¨®n para reorganizar y emprender nueva batalla contra los poderes constituidos, fuera de toda raz¨®n y derecho, ya que el Gobierno no hac¨ªa sino aplicar los preceptos de la Constituci¨®n.
El problema agrario
Otro de los hondos problemas que la Rep¨²blica se propuso resolver era el problema agrario. Con esta finalidad emprendi¨® Aza?a la labor de estudio de la reforma agraria. A ese estudio dedicaron las Cortes Constituyentes todo el verano de 1932. A iniciativa del presidente Aza?a se cre¨® el Instituto de Reforma Agraria, con facultad de expropiar sin compensaci¨®n los fundos feudales.
El problema era agudo en Andaluc¨ªa y Extremadura, y su soluci¨®n, urgente, pero no fue posible la total reforma a causa de las opiniones encontradas, que pudieran y debieran plegarse a la realidad de la tan necesaria reforma, lo que dificult¨® su aplicaci¨®n, tan necesaria para la buena marcha de la Rep¨²blica. Esta lenta marcha de la aplicaci¨®n de la reforma permiti¨® a los oponentes a ella decir que Aza?a hab¨ªa fracasado en ese problema.
Pero Aza?a no fracas¨®; la reforma deseada por ¨¦l la hicieron fracasar esas encontradas ideolog¨ªas de ciertos partidos que retrasaban su aplicaci¨®n.
Aza?a cumpli¨®, asimismo, el deber se?alado tambi¨¦n en la Constituci¨®n en su art¨ªculo 43 y sus derivados. El citado art¨ªculo se?alaba: ?La familia est¨¢ bajo la salvaguardia especial del Estado. El matrimonio se funda en la igualdad de derechos para ambos sexos y podr¨¢ disolverse por mutuo disenso a petici¨®n de cualquiera de los c¨®nyuges, con alegaci¨®n, en este caso, de justa causa?.
La ley del divorcio era esperada con m¨¢ximo inter¨¦s, inter¨¦s que acusaba su necesidad, dada la situaci¨®n social en Espa?a. La Santa Sede no conced¨ªa la separaci¨®n de los c¨®nyuges, si no se aten¨ªan a las condiciones establecidas por la Iglesia. El divorcio por la v¨ªa civil no exist¨ªa en Espa?a. La impaciencia, pues, de aquellos matrimonios que deseaban una situaci¨®n nueva legalizada por el divorcio, era justificada.
Esa ley del Divorcio se?al¨® con firme trazo la valiosa aportaci¨®n del r¨¦gimen republicano a la democracia.
Las elecciones de 1933 fueron una desconcertante mezcla: diecinueve partidos se agruparon para fines electorales en tres coaliciones: derecha, centro y alg¨²n sector de izquierda. Dos factores vinieron a complicar esas elecciones: la nueva ley Electoral, que ampli¨® en gran extensi¨®n los distritos electorales, y el voto femenino, factor importante en esas elecciones, que aport¨® seis millones de sufragios. Esos dos factores contribuyeron a dar a las nuevas Cortes la mayor¨ªa a las derechas.
El voto femenino
Sobre esta cuesti¨®n tan debatida debo se?alar que el presidente Aza?a deseaba conocer mi opini¨®n respecto a la posible decisi¨®n de otorgar el voto a la mujer. Fui a su casa; estuvimos examinando el problema, su pro y su contra, y con gran satisfacci¨®n por mi parte, Aza?a compart¨ªa mi opini¨®n, sobre el riesgo de otorgar entonces el voto a la mujer. Mi impresi¨®n de que el voto femenino favorecer¨ªa a las derechas fue una realidad. Esas elecciones, apoyadas por los factores que hemos se?alado, llevaron al Parlamento la mayor¨ªa de voto a las derechas.
Una vez m¨¢s pude comprobar la clara visi¨®n pol¨ªtica de Aza?a y su certero sentido hist¨®rico.
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