El ecocentrismo
Vuelven del veraneo bastante p¨¢lidos, luchan a codo partido para poder pagar diez duros por un vaso de espuma calentorra de pepsi-cola, traen bigotillos de guardias civiles predemocr¨¢ticos. Se han olvidado, en cambio, de traer a sus padres. Y, como luego se ver¨¢, es una l¨¢stima semejante olvido.El espect¨¢culo tiene pronto la mansedumbre de una esforzada representaci¨®n colegial de fin de curso. Lee Brilleaus se coloca el micr¨®fono entre las piernas, lo endereza con energ¨ªa y pureza, lo limpia ya -?de qu¨¦?- con un moquero a cuadros. Y empina el codo sin parar. Los muchachos de los primeros cursos, que todav¨ªa no han visto c¨®mo Lola de Espa?a se coloca el micr¨®fono entre las tetas, se ruborizan algo. Los de preu, esc¨¦pticos en carne propia, bostezan que es un primor. Pero la inmensa mayor¨ªa, los de los cursos intermedios, se r¨ªen gozosamente de ese mal chiste gr¨¢fico. Y, como ya tienen su culturilla, ven que aparece un t¨¦cnico con la pierna escayolada y le gritan: ??Manco de Lepanto! ?
El cantante de XTC, con m¨¢s cara de Juana de Arco que Gracita Morales, tambi¨¦n va y echa mano de las muecas m¨¢s puerilmente obscenas. Uno recuerda a esas actrices que declaran: ?Yo s¨®lo me desnudo si lo exige el gui¨®n?. Aqu¨ª, a la vista del orgasmo colectivo, el gui¨®n debe exigirlo a tope.
Ambos grupos teloneros tienen su buena dosis de marcha. Eso es evidente, mientras alg¨²n osado no decida un d¨ªa invitar para esos menesteres a Enrique y Ana. Y de marcha va el personal. La marcha son las bolitas de an¨ªs de la contracultura patria.
Los m¨¢s bajitos se abren paso para llegar a las primeras filas. Avanzan encogidos. Cuando llegan a la meta, felices de haber embaucado al gent¨ªo con su falsa estatura , se enderezan: crecen medio c¨¦ntimo. Y apenas ven que ya est¨¢n desplegando la alfombra para que act¨²e The Police. Alguien, no obstante, seda cuenta: ? ?Qu¨¦ lujazo! ? A otro le sale el ramalazo militante: ??Dejad la alfombra para los pol¨ªticos! ?
Y brotan, entre aullidos, las tres gracias. Las tres gracias del eco. Vienen de triunfadores, de finos, de marchosos, de bocanada de aire fresco. El bater¨ªa, Stewart Copeland, le zumba al instrumento con loable pasi¨®n de fondo. Andy Summers flota en plan Pecos. Y Sting, que cierra su actuaci¨®n con un ?i Viva Espa?a! ? que para s¨ª quisiera Juanita Reina, se asemeja a un bailar¨ªn del Bolchol que acaba de elegir la libertad. Su voz es lo de menos. Lo importante es el eco de su voz.
Un eco que la tribu corea dulcemente. Esto es puro merengue, r¨¢pido y vacil¨®n. Si los padres hubiesen acudido, se ir¨ªan a sus casas con la conciencia muy tranquila, pondr¨ªan un disco de Los Tres Sudamericanos y aguardar¨ªan la protesta del mozalbete para pegarle un merecido bofet¨®n. Pero, p¨ªcaramente, no los trajeron. Y as¨ª pudieron disfrutar de esa botella con mensaje, lanzada a las aguas turbias por tres aut¨®matas prestigiosos. En resumen: como dir¨ªa D¨ªaz-Plaja, un elegante suceso. Por lo dem¨¢s, timos con gusto no duelen.
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