Ante la Conferencia de Madrid
LA CONFERENCIA de Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa comienza el d¨ªa 9, en Madrid, sus reuniones preparatorias. No hay que desestimarlas. Van m¨¢s all¨¢ de la simple burocracia y de la t¨¦cnica de organizaci¨®n: hace ya tiempo que las cuestiones de procedimiento y reglas producen en las reuniones internacionales las primeras escaramuzas; y a veces hasta batallas. Una serie de planteamientos negativos podr¨ªa hacer, desde el principio, que la conferencia en s¨ª, que comienza el 11 de noviembre y ha de durar hasta marzo, apareciera ya tocada de ala. Es posible que algunas delegaciones occidentales, a partir de la de Estados Unidos, insistan ya desde ahora y seriamente en que el examen que ha de hacerse de lo conseguido en los primeros cinco a?os de funcionamiento del Acta de Helsinki sea la base principal de la Conferencia de Madrid. Se ver¨ªa entonces claramente que la Uni¨®n Sovi¨¦tica ha quedado por detr¨¢s de sus compromisos -situaci¨®n en la que no estar¨ªa absolutamente sola- y que, por tanto, puede parecer in¨²til seguir adelante. Todo esto puede conducir a la conferencia a un fracaso, contrario a lo que debe ser su esp¨ªritu y la intenci¨®n con que fue creada: hacer de la d¨¦tente algo en proceso continuo.Sin embargo, el examen de lo conseguido y de lo perdido es un an¨¢lisis imprescindible. El Acta de Helsinki no prev¨¦ ninguna fuerza coactiva para obligar a los Estados firmantes a cumplir sus promesas: la ¨²nica medida posible que se puede tomar es la denuncia p¨²blica. Quiz¨¢ ver a Estados Unidos acusando a la URSS por. la invasi¨®n de Afganist¨¢n y por la opresi¨®n de sus minor¨ªas y ver a la URSS atacando a Estados Unidos por la implantaci¨®n de los ?euromisiles? y la prosecuci¨®n del ?cerco? sea un espect¨¢culo higi¨¦nico, pero dif¨ªcilmente podr¨¢ considerarse constructivo.
Los ideales del Acta de Helsinki, como -m¨¢s atr¨¢s en el tiempo- los de la Carta de las Naciones Unidas, est¨¢n, efectivamente, lejos de la realidad. Deber¨ªamos considerar que las ideas de pacifismo, desarme, cooperaci¨®n mundial o solidaridad por encima de las fronteras, como las de soberan¨ªa absoluta de cada naci¨®n e igualdad de cada una de ellas con independencia de su fuerza, su riqueza, su extensi¨®n y su poblaci¨®n, son del siglo XX, y hacen frente a milenios de una ideolog¨ªa adversa. Las ideas de democracia moderna y de defensa de los derechos del hombre tienen escasamente doscientos a?os. La primera conferencia de desarme es de este siglo; coincidi¨® con el invento de la ametralladora Maxims. Si comparamos la enorme diferencia del desarrollo de los armamentos desde entonces con los casi invisibles progresos del desarme sentiremos el desaliento. Pero si consideramos que todo este conjunto ideol¨®gico y de mentalidad nueva es estrictamente propio de este cabo de tiempo en que vivimos, dentro de una larga historia de sangre y atropellos, podremos; sentir un cierto optimismo en el sentido de que ha de tener un futuro y que a ese futuro se va por los pasos contados.
Uno de estos pasos es el de la Conferencia de Madrid. Medir lo poco conseguido en estos cinco a?os ser¨¢ negativo si aislamos esta medida de tiempo del contexto de la historia. Ser¨ªa falso. Su importancia est¨¢ en que existe y en que es un instrumento para seguir adelante. Tender a malograrla es asumir una responsabilidad considerable, que no dejar¨¢ de tener una proyecci¨®n p¨²blica.
En la breve exposici¨®n de principios hecha por el ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, y por el embajador de Espa?a en la conferencia, Javier Rup¨¦rez, as¨ª como en el libro blanco, en el que se analiza el cumplimiento de lo prometido, hay notas justamente satisfactorias. Los acontecimientos hist¨®ricos espa?oles han sido favorables, y este pa¨ªs est¨¢ muy lejos de ser, afortunadamente, el que represent¨® el se?or Arias Navarro en Helsinki en 1975. Quedan algunas ambig¨¹edades. Es asumible la declaraci¨®n de que Espa?a seguir¨¢ la l¨ªnea de Occidente; pero probablemente hay muchas diferencias particulares, ante la crisis internacional, dentro mismo de Occidente. Es m¨¢s dif¨ªcil de asumir la idea de que la pertenencia a la OTAN no dificulta la posici¨®n de Espa?a como anfitri¨®n, que hace entrar en sospechas de que se quiera forzar esa entrada antes de marzo pr¨®ximo: aparte de la discusi¨®n de car¨¢cter interno sobre el tema est¨¢ el hecho de que Madrid ha sido elegida como antes lo fue Belgrado, y antes Helsinki, por su no pertenencia a ning¨²n bloque militar europeo. Parece perfectamente claro, eso s¨ª, que el hecho de albergar la conferencia no debe hipotecar una decisi¨®n espanola en ning¨²n sentido: es efectivamente m¨¢s importante para los espa?oles estar o no en la OTAN que recibir a la conferencia de seguridad. El tema directo es el de si debemos pertenecer al sistema armado de la OTAN o mantener una neutralidad dentro de lo posible -y sin merma de esta vocaci¨®n que llamamos occidental en un sentido muy amplio, los aspectos defensivos incluidos, que parece compartida por una inmensa mayor¨ªa de espa?oles-. Pero parece que un elemental sentido de la diplomacia como ¨¦tica deber¨ªa apartar esa cuesti¨®n por lo menos hasta despu¨¦s de marzo. En este momento parece obligaci¨®n principal de Espa?a ayudar a que la conferencia no retroceda en los principios de solidaridad internacional, de cooperaci¨®n y de reducci¨®n de fricciones y tensiones.
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