Ciento veinte millones para salvar dos siglos de historia del Bot¨¢nico
La clausura al p¨²blico del Bot¨¢nico se produjo en 1974, debido a un evidente estado de deterioro y abandono. A partir de esa fecha, se supon¨ªa que se iban a iniciar las obras de reparaci¨®n y acondicionamiento necesarias de una manera racional y l¨®gica. Sin embargo, una larga cadena de desaguisados hist¨®rico-art¨ªsticos dieron pie para que algunas entidades culturales pusieran el grito en el cielo.Porque si la toma inmediata de medidas protectoras para todo el material recogido en el jard¨ªn fue algo que no plante¨® ninguna clase de dudas, lo que se hizo dentro del recinto, una vez cerrado, ha conseguido dejar boquiabierto a todo aquel que ha conseguido entrar en el mismo, ya que los efectos de las obras y maniobras han causado m¨¢s destrozos que el famoso cicl¨®n de 1886. Si ¨¦ste supuso cuantiosas p¨¦rdidas del arbolado, lo que se hizo durante la clausura no s¨®lo ha terminado con m¨¢s de 4.000 especies bot¨¢nicas, sino que ha sido una solemne bofetada est¨¦tica al conjunto que Villanueva realiz¨®.
Lo que fue y volver¨¢ a ser
Pero, para comprender los desaguisados cometidos durante estos ¨²ltimos a?os, es preciso conocer c¨®mo fue el Jard¨ªn Bot¨¢nico, inaugurado en 1781 bajo los auspicios de Carlos III -del que no queda el menor recuerdo escult¨®rico-, y en cuya instalaci¨®n intervinieron el bot¨¢nico G¨®mez Ortega y el arquitecto Villanueva. Ese dise?o es precisamente el que el jardinero paisajista Leandro Silva y el arquitecto Fern¨¢ndez Alba van a intentar recuperar con la m¨¢xima fidelidad posible.
Eljard¨ªn, con las tres terrazas y el pabell¨®n, forma un conjunto neocl¨¢sico ¨²nico, del que la muestra m¨¢s parecida est¨¢ en Padua (Italia). El conjunto -delimitado por el paseo del Prado, calles de Espalter y Alfonso XII y Cuesta de Moyano- responde a un trazado hecho en funci¨®n de un gran paseo principal dedicado al rey Carlos III, y que divide el jard¨ªn en dos grandes bloques. Perpendiculares a esta v¨ªa hay otros tres paseos, que sirven para hacer una divisi¨®n natural de las terrazas (grandes jardines en tres planos diferentes aprovechando los desniveles del suelo).
Las dos primeras terrazas (entrando por la puerta que da al paseo del Prado) recibieron un trazado neocl¨¢sico y est¨¢n formadas por veinticinco escuelas bot¨¢nicas -muestras de la flora nacional o internacional-, en las que se alternaban las formas cuadrangulares con las circulares. Cada una de estas escuelas rodea a una fuente hecha con piedra de granito, en la que se representa a un dios (el agua es el dios de la vida) y luego aparecen colocadas las distintas muestras bot¨¢nicas.
Una de estas dos terrazas est¨¢ ya totalmente reconstruida y en ella se han sembrado distintas especies que en oto?o empezar¨¢n a florecer. Sin embargo, la primera terraza fue totalmente destruida y no hay ning¨²n resto que recuerde el trazado original, porque fue precisamente en esta zona donde se intent¨® ?obsequiar? a los madrile?os con una pradera inglesa, de costoso mantenimiento y a todas luces inadecuada para el resto del conjunto.
Las dos terrazas neocl¨¢sicas est¨¢n separadas por el llamado paseo de Rojas Clemente, en el que hay cuatro estatuas de los naturalistas Cavanilles, Lagasca, Clemente y Quer. En este paseo hay una hilera de ca?averal, plantada hace cuatro a?os cuando a la vista de las cr¨ªticas surgidas sobre lo que se estaba haciendo dentro e Bot¨¢nico se pens¨® en abrir solamente la primera terraza y cerrar el paso al resto del recinto con la hilera del ca?averal. Esta idea. nunca se puso en pr¨¢ctica.
La tercera terraza, situada en la parte alta del jard¨ªn, llamada ?Terraza del Plan de la Flor? es posterior a las dos anteriores. Es de estilo isabelino y aqu¨ª se pierden las formas geom¨¦tricas para dar formas m¨¢s rom¨¢nticas a losjardines.
En el centro de esta ¨²ltima terraza, dedicada a las rosas, hay un gran estanque de forma circular, presidido por un busto de? naturalista sueco Linneo y, a ambos lados de ¨¦l, dos fontines de granito en forma de estrella. Este estanque es el ¨²nico que hay en todo el jard¨ªn -construido en el siglo XIX- y, en la recuperacion del conjunto, ser¨¢ ampliado hasta tres veces m¨¢s de su dimensi¨®n actual, para poder introducir en ¨¦l plantas acu¨¢ticas.
De esta tercera terraza no quedan en la actualidad ni rastros del dise?o. Es m¨¢s, con los movimientos de tierra que ha habido a lo largo de los a?os, la fuente se encontraba enterrada con medio metro de tierra. Para que los visitantes puedan acceder a ella est¨¢ prevista la construcci¨®n de unas veredas quesirvan de acceso a la fuente.
Pabell¨®n de Villanueva, futuro museo bot¨¢nico
El pabell¨®n Villanueva -anteriormente utilizado como invernadero- est¨¢ en estos momentos dif¨ªcilmente reconocible. Reducido a una nave ruinosa, el arquitecto Fern¨¢ndez Alba va a ser el encargado de devolverlo a su estado original. Para ello tirar¨¢n la planta superior, a?adida en 1930.
El edificio quedar¨¢ con una sola planta y todo su trazado responde a las t¨ªpicas caracter¨ªsticas neocl¨¢sicas: rectangular, con grandes ventanales. En la parte posterior de esta construcci¨®n se encontraba la famosa c¨¢tedra de Cavanilles, primera escuela de bot¨¢nica de Espa?a. Las ruinas dejan ver un techo, terminado en forma de c¨²pula con vidrios, y es posible que el recinto sirva otra vez para la ense?anza de la bot¨¢nica.
En el ala paralela se encontraba un semillero herbario y distintos servicios de investigaci¨®n, de los que no queda el menor rastro y cuya reconstrucci¨®n no est¨¢ prevista por el momento. El ¨²nico invernadero que queda fue construido en 1960, con ayuda americana para la investigaci¨®n, y actualmente alberga una interesante colecci¨®n de plantas tropicales.
Las "obras" de los tres ¨²ltimos a?os
En suma, tanto las tres terrazas como el pabell¨®n Villanueva y la peque?a c¨¢tedra de Cavanilles, volver¨¢n a poder ser contemplados por los visitantes del jard¨ªn en su estado originario, pero dentro del recinto hay una serie de ?obras?, producto de estos dos ¨²ltimos a?os, que van a desaparecer haciendo un claro favor a la est¨¦tica deliard¨ªn.
Son las ?obras? consecuencia del decreto de 1974, firmado por el entonces ministro Cruz Mart¨ªnez Esteruelas, por el que se ordenaba la creaci¨®n del Museo Goya dentro del jard¨ªn. La contestaci¨®n al desafortunado proyecto pudo o¨ªrse casi inmediatamente despu¨¦s de ser conocido, sin ning¨²n resultado concreto, como lo prueba la construcci¨®n de un muro-pantalla en las proximidades de la calle de Alfonso XII, adem¨¢s de un mamotreto-maqueta que se levant¨® en un extremo del jard¨ªn. La cantidad exacta de esta construcci¨®n no se ha llegado a aclarar, aunque se han barajado muchos millones. Lo cierto es que el Ministerio de Cultura, en un intento de expiar culpas, aporta 45 millones de pesetas para sufragar los gastos de la reconstrucci¨®n del pabell¨®n Villanueva y de la terraza isabelina (los 44 millones que costar¨¢ recuperar la terraza inferior los pagar¨¢ el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, organismo propietario del jard¨ªn).
Otra de las construcciones realizadas durante los tres ¨²ltimos a?os y que ya est¨¢ pr¨¢cticamente eliminada es una p¨¦rgola para plantas acu¨¢ticas, con una cascada de veintis¨¦is metros incluida, todo a base de veintis¨¦is placas de metacrilato -cada una cuesta unas 60.000 pesetas-, que cost¨® m¨¢s de cuatro millones de pesetas y que ahora, por antiest¨¦tica, ha sido desmontada. Algunas de las placas se aprovechar¨¢n para el museo y las restantes ser¨¢n puestas a la venta, por si a alguien le pueden servir de algo.
Una tercera ?obra? est¨¢ siendo eliminada estos d¨ªas por los obreros que trabajan en el jard¨ªn. Son unos caminos asfaltados que se construyeron sobre los entra?ables paseos de arena y que eran m¨¢s apropiados para que sobre ellos pasaran tanques que para que pasearan los visitantes. De hecho, los obreros est¨¢n utilizando una enorme piedra para poder romper el hormig¨®n y devolver al conjunto su aspecto tradicional.
Durante los ¨²ltimos a?os, la p¨¦rdida de ¨¢rboles ha sido tan triste como numerosa. Quienes ahora trabajan en el jard¨ªn no saben con certeza el n¨²mero de ellos que ha podido desaparecer. Por un lado, las obras de estos a?os no han respetado debidamente los viej¨ªsimos ejemplares que all¨ª viv¨ªan. Pero ha habido alg¨²n problema m¨¢s. Alguno tan grave como la falta de presupuesto para llevar agua y regarlos, ya que el agua que alimenta al Bot¨¢nico se paga el mismo precio que cualquier usuario. Considerando que el presupuesto anual del jard¨ªn es de tres millones de pesetas (para investigaci¨®n e intercambios, adem¨¢s de mantenimiento), el pago de un mill¨®n de pesetas al a?o para agua ha llegado a ser un gasto dificil de afrontar.
Por si esto fuera poco, una ?operaci¨®n limpieza? realizada poco tiempo despu¨¦s de ser clausurado el Bot¨¢nico y que fue realizada por expertos en la poda del naranjo, supuso lo que algunos calificaron de aut¨¦ntico holocausto vegetal, sin respetar una de las colecciones bot¨¢nicas m¨¢s importantes de Europa, producto de constantes intercambios con diferentes pa¨ªses, especialmente con Suram¨¦rica.
Los viejos y grandes ¨¢rboles aparecen ahora tristemente aislados. Junto a una zelcoba procedente del C¨¢ucaso y que constituye el ¨²nico ejemplar de la Pen¨ªnsula, hay un cipr¨¦s de doscientos a?os, olmeces de 120 a?os. Tambi¨¦n est¨¢ un viejo olmo conocido por los jardineros como el pantal¨®n, y que tiene la forma de esta prenda tendida al rev¨¦s, o el abuelo, plantado en tiempos de Carlos III.
S¨®lo diez jardineros para el Bot¨¢nico
El actual director del jard¨ªn, Francisco de Diego Calonge, se muestra entusiasmado ante la apertura prevista vara el pr¨®ximo oto?o. Para entonces, adem¨¢s de la entrada gratuita a los jardines y al museo que se ubicar¨¢ en el pabell¨®n Villanueva, proyecta establecer un aula cultural en la que se ense?e bot¨¢nica a todas las personas interesadas (gruvos de estudiantes han solicitado reiteradas veces que se impartan estas clases). En estos cursillos se hablar¨¢ sobre floricultura, podas, esquejes, injertos. Todo ello acompa?ado de conferencias sobre ecolog¨ªa vegetal y exposiciones p¨²blicas de dis
tinta naturaleza, sobre rosas, tulipanes, narcisos o cualquier clase de planta, dependiendo de la ¨¦poca del a?o de la que se trate. Es posible tambi¨¦n que se regalen plantas medicinales a los que lo soliciten, como se hac¨ªa hasta 1963.
Pero para ello, el se?or De Diego, asegura que es imprescindible que se cumplan una serie de condiciones. Una de ellas es algo tan elemental como el poder contar con un m¨ªnimo de veinticuatro jardineros (tres por hect¨¢rea), ya que los diez con los que se cuenta actualmente es un n¨²mero claramente insuficiente.
Otro punto del que se queja el director afecta al exiguo presupuesto que reciben, ya que con tres millones anuales (uno para agua) quedan pocas posibilidades de entrar en la investigaci¨®n y de fomentar los intercambios bot¨¢nicos con otros pa¨ªses.
En este sentido, Francisco de Diego est¨¢ estos d¨ªas en conversaciones con el Icona, la diputaci¨®n y el ayuntamiento. Hace cuatro meses, el alcalde le prometi¨® verbalmente que podr¨ªa contar con una ayuda de veinticinco millones de pesetas, que se invertir¨ªan en reconstruir los invernaderos. Sin embargo, el concejal de Saneamiento ha dado marcha atr¨¢s en la promesa municipal y asegura que no hay dinero para esas obras.
La biblioteca y el herbario del Jard¨ªn Bot¨¢nico, tambi¨¦n quedar¨¢n abiertos al p¨²blico. El herbario posee la colecci¨®n de flora m¨¢s importante de Espa?a, adem¨¢s de un mill¨®n de pliegos. La biblioteca tambi¨¦n es la m¨¢s importante de Espa?a, tanto por los vol¨²menes como por sus archivos. Estos contienen l¨¢minas de incalculable valor, producto de las principales expediciones bot¨¢nicas hechas a M¨¦xico, Colombia, Venezuela, Per¨² y Chile. Son l¨¢minas valios¨ªsimas, hechas a mano, con colores naturales conseguidos a partir de pigmentos de las flores que representan. A¨²n hoy se encuentran perfectamente conservadas.
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