El plebiscito en Chile
Justo para el d¨ªa en que se cumplen siete a?os de dictadura en Chile, el general Pinochet ha convocado al pueblo chileno a las urnas a un ?plebiscito? para ratificar ?su? proyecto de Constituci¨®n, que no es sino una forma de ?institucionalizar? la dictadura.Con esta maniobra, Pinochet pretende revestir de una aparente legitimidad -ante el mundo y ante su propio pa¨ªs- su permanencia indefinida en el poder y, de paso, solucionar salom¨®nicamente la creciente pugna que en el seno de su r¨¦gimen se estaba produciendo entre ?halcones? y ?palomas?. Estos ¨²ltimos, preocupados de disfrazar la dictadura con el ropaje de un ?Estado de derecho? y, sobre todo, de asegurar su permanencia en el pospinochetismo, quer¨ªan que se dictara una Constituci¨®n. Los primeros, m¨¢s interesados en ejercer a su arbitrio la totalidad del poder, no ocultaban su desacuerdo, temerosos de que cualquier sistema constitucional, por autocr¨¢tico que sea, pueda abrir la puerta a la disidencia y poner en peligro la subsistencia del r¨¦gimen.
El proyecto de Pinochet es la f¨®rmula perfecta para satisfacer a unos y otros. Establece una Constituci¨®n que procura regular la continuidad del sistema y asegurar su sucesi¨®n. Pero deja suspendida su vigencia real por un per¨ªodo entre nueve y diecis¨¦is a?os, durante el cual mantiene el monopolio del poder pol¨ªtico en la Junta Militar y pretende continuar gobernando como jefe absoluto.
Las disposiciones permanentes del proyecto, si bien consagran la elecci¨®n del presidente de la Rep¨²blica y de la mayor¨ªa del Parlamento por sufragio universal, distribuyen las atribuciones entre uno y otro de modo tan desequilibrado que, mientras el primero ejercer¨ªa un verdadero cesarismo, el segundo ser¨ªa un ¨®rgano entre decorativo y vergonzante, aut¨¦ntica C¨¢mara de yes men. Un hermoso enunciado de los derechos humanos se ve desvirtuado por un sistema draconiano de reg¨ªmenes de excepci¨®n, cuya aplicaci¨®n depender¨ªa en la pr¨¢ctica de la voluntad del presidente. Y un Consejo de Seguridad, cuya mayor¨ªa la forman los jefes de las fuerzas armadas, declarados inamovibles en sus cargos, asegura la pervivencia del poder pol¨ªtico bajo control militar.
A ese r¨¦gimen, que se califica como ?democr¨¢tico?, se le articula con un programa para el futuro, que se perfila atado y bien atado. Durante los pr¨®ximos nueve a?os -susceptibles de extenderse a diecis¨¦is mediante un simple ?plebiscito?-, la actual Junta Militar y el general Pinochet continuar¨ªan gobernando con los poderes absolutos que les entregan las disposiciones transitorias del proyecto.
?Qu¨¦ dir¨¢ el pueblo de Chile el 11 de septiembre?
El Gobierno est¨¢ usando todo su poder¨ªo pol¨ªtico, militar, econ¨®mico y propagand¨ªstico para arrancarle un ?s¨ª?. La Conferencia Episcopal de Chile, precisando el pensamiento de la Iglesia cat¨®lica, ha se?alado que se est¨¢n dando circunstancias incompatibles con las condiciones indispensables para que el plebiscito pueda considerarse ?expresi¨®n aut¨¦ntica del sentir nacional?, como son: ?la falta de claridad en las alternativas planteadas; la necesidad de responder con un solo ?s¨ª? o un solo ?no? a varias preguntas diferentes; el escaso tiempo y posibilidad de usar los medios de comunicaci¨®n de car¨¢cter nacional -que son patrimonio de todos los chilenos-; el temor de algunos y la falta de seguridad en los procedimientos que regulan los escrutinios?.
En realidad, los chilenos est¨¢n siendo v¨ªctimas de una campa?a de enga?o y amedrentamiento, que encabeza el propio dictador Pinochet con el apoyo ostensible de los grandes grupos econ¨®micos, del aparato represivo del Estado y de los principales medios de comunicaci¨®n, especialmente la televisi¨®n. Todo el que discrepa es acusado de ?comunista? o ?tonto ¨²til? al servicio del comunismo. Pinochet recorre el pa¨ªs planteando como ¨²nico dilema: ?Yo o el caos?. Y quienes le organizan sus manifestaciones p¨²blicas son los mismos alcaldes, gobernadores e intendentes que tendr¨¢n a su cargo los escrutinios del plebiscito.
Dentro del peque?o ¨¢mbito de libertad que el Gobierno se ha visto en la necesidad de admitir por la presi¨®n popular y por guardar las apariencias, los sectores pol¨ªticos democr¨¢ticos, las directivas sindicales, el Grupo de Estudios Constitucionales de los 24, organizaciongs estudiantiles e intelectuales, han descalificado el plebiscito como una farsa carente de toda validez moral y jur¨ªdica. Y el ex presidente Eduardo Frei, asumiendo decidida y responsablemente el liderazgo de la oposici¨®n a la dictadura, promovi¨® un acto p¨²blico que el Gobierno autoriz¨®, siempre que se realizara en un local cerrado, pero prohibi¨® que se difundiera por televisi¨®n y presion¨® a la mayor¨ªa de las emisoras de radio para que no lo transmitieran.
A pesar del temor, de la represi¨®n desencadenada contra quienes repart¨ªan invitaciones en los barrios populares -muchos de los cuales fueron detenidos por la polic¨ªa y permanecieron en prisi¨®n durante cinco d¨ªas- y de los anuncios oficiales de que podr¨ªan producirse incidentes, 10.000 personas abarrotaron el teatro m¨¢s grande de Santiago y otras 40.000 quedaron en las calles imposibilitadas de llegar por el cerco infranqueable con que las fuerzas de carabineros impidieron el acceso a las cercan¨ªas del teatro desde una hora antes de comenzar el acto. Frei denunci¨® la falacia e inmoralidad del proceder gubernativo; plante¨® como alternativa la constituci¨®n de un Gobierno c¨ªvico-militar que, en el curso de dos o tres a?os, condujera al pa¨ªs a la democracia restableciendo la vigencia de las libertades p¨²blicas, procurando la reconciliaci¨®n entre los chilenos y convocando tina asamblea constituyente que genere una nueva Constituci¨®n pol¨ªtica; emplaz¨® a Pinochet a debatir ante el pa¨ªs y por televisi¨®n su postura, y exhort¨® a los chilenos, forzados a votar con la amenaza de severas penas, a expresar con un ?no? su repudio al plebiscito y a la prolongaci¨®n de la dictadura.
Naturalmente, Pinochet rehuy¨® el emplazamiento, y la propaganda oficial hadesencadenado la peor campa?a de insultos contra Frei y la Democracia Cristiana. Pero el desaf¨ªo ha quedado planteado y, al menos en las grandes ciudades, la gente quiz¨¢ empiece a perder el miedo y se pueda vislumbrar un posible camino de retorno de Chile a la democracia.
Como el procedimiento de esta mascarada de ?plebiscito? no permite ning¨²n control p¨²blico efectivo de los escrutinios, seguramente la dictadura proclamar¨¢ un triunfo abrumador y silenciar¨¢ la realidad de los hechos. Pero tambi¨¦n es seguro que la verdad, a pesar de la coacci¨®n y del enga?o, puede producir a Pinochet una sorpresa desagradable y que, quiz¨¢, haga reflexionar a las fuerzas armadas chilenas, que en el pasado fueron un ejemplo de respeto a la legalidad democr¨¢tica.
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