La Conferencia de Madrid
En la situaci¨®n internacional m¨¢s dif¨ªcil y compleja que se ha producido desde la segunda guerra mundial, va a celebrarse en Madrid la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE).A nivel mundial, la intervenci¨®n sovi¨¦tica en Afganist¨¢n, precedida por la crisis de los misiles en Europa y acompa?ada por los acontecimientos de Polonia y un clima de violaci¨®n sistem¨¢tica de derechos humanos, ha puesto en entredicho toda la din¨¢mica de distensi¨®n y ha frenado bruscamente un clima de relativa cooperaci¨®n Este-Oeste, lenta y laboriosamente creada.
Tambi¨¦n nuestro pa¨ªs atraviesa por una situaci¨®n oscura en relaci¨®n con sus principales problemas internacionales: el proceso de integraci¨®n en la CEE, las negociaciones sobre Gibraltar, el conflicto en el Mogreb, etc¨¦tera... Y en este cuadro, las declaraciones de? ex ministro de Asuntos Exteriores, estableciendo un calendario para el ingreso en la OTAN, que han roto la posibilidad de una pol¨ªtica exterior de Estado en torno a la conferencia, limitando gravemente nuestras posibilidades para desarrollar en la misma un papel propio y relevante.
No obstante, y a pesar de que desde la intervenci¨®n en Afganist¨¢n, todo el mundo parec¨ªa esperar el lanzamiento de la primera piedra contra la Conferencia de Madrid, ¨¦sta constituye una ocasi¨®n importante, tal vez decisiva, para rescatar el proceso de distensi¨®n y fomentar la cooperaci¨®n. Desde una ¨®ptica socialista, ello es fundamental, no s¨®lo porque necesitemos frenar las posibilidades de un conflicto de consecuencias catastr¨®ficas a nivel europeo y mundial, sino porque la radicalizaci¨®n de las posiciones Este-Oeste pueden estar favoreciendo las posturas occidentales m¨¢s conservadoras y las posiciones m¨¢s cerradas desde el punto de vista totalitario del Este.
Una m¨¢s estrecha cooperaci¨®n
Los acontecimientos de Polonia, en los que no parece cuestionarse un proyecto socialista, sino la ausencia de un pluralismo imprescindible para el ejercicio de la libertad, y la existencia de una identidad total entre el partido ¨²nico y el Estado, pone de manifiesto que una flexibilizaci¨®n s¨®lo ser¨¢ posible en los pa¨ªses comunistas si ¨¦sta se produce al amparo de una relaci¨®n m¨¢s estrecha de cooperaci¨®n entre la Europa occidental y oriental, al mismo tiempo que se garantiza un mecanismo de convivencia a trav¨¦s de instrumentos como la CSCE. No es impensable que se reproduzcan situaciones como la de Hungr¨ªa de 1956 o como la de Checoslovaquia de 1968, aunque no cabe duda de que sus repercusiones actuales ser¨ªan a¨²n m¨¢s graves y complejas para la propia Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Pero, por otra parte, la actual popularidad de Reagan en EEUU y el mismo enfoque agresivo de la campa?a electoral de Strauss en Alemania, por s¨®lo citar dos ejemplos, pone de relieve que en el mundo occidental son las opciones m¨¢s conservadoras las que pueden aprovechar una ausencia de distensi¨®n internacional.
Por ello, pensamos que la Conferencia de Madrid debe tener ¨¦xito y convertirse en un paso importante para reiniciar el proceso interrumpido.
La complejidad de las relaciones internacionales y la enorme carga psicol¨®gica a niveles populares que rodean las cuestiones de seguridad aconsejan tener en cuenta ahora un dato importante: la reuni¨®n de Madrid no puede ser una repetici¨®n de lo ocurrido en Belgrado, en la que el tema de los derechos humanos m¨¢s que una preocupaci¨®n seria, se convierta en un arma arrojadiza por algunos de los interlocutores, mientras que para los otros lo ¨²nico que tenga importancia sean las cuestiones de seguridad. Volver¨ªamos a encontramos frente a la est¨¦ril demagogia que persigui¨® la reuni¨®n de Belgrado y que la condujo al fracaso.
La Conferencia de Madrid debe cumplir una serie de objetivos espec¨ªficos y posibilistas, en el marco de un perfecto equilibrio respecto a la intensidad con que han de tratarse los temas adscritos a los diferentes cestos o comisiones de trabajo.
Objetivos espec¨ªficos y posibilistas
En el primer cesto, la CSCE debe avanzar en el terreno de las medidas que impliquen un desarme equilibrado que, sin significar el debilitamiento de cualquiera de las partes frente a las otras, permita el afianzamiento de un clima de confianza. Como los temas de seguridad son verdaderamente complejos, no se podr¨¢ esperar de esta conferencia una larga lista de medidas concretas. No obstante, junto a algunos acuerdos que podr¨ªan alcanzarse en las llamadas medidas de confianza (CBM en la terminolog¨ªa de los t¨¦cnicos) en esta reuni¨®n de Madrid, puede tomarse la iniciativa de convocar para 1981 una conferencia de desarme en el marco europeo, con un mandato suficientemente detallado para que se consiga no s¨®lo el ¨¦xito de la Conferencia de Madrid, sino que la posterior de desarme pueda trabajar sobre objetivos concretos, y no sobre simples buenos prop¨®sitos.
Cabr¨ªa esperar que esta conferencia de desarme se institucionalizara con reuniones peri¨®dicas y, mediante el establecimiento de un organismo de control y de seguimiento, quedase ligada a la CSCE en sus futuras reuniones. Tendr¨¢ que abarcar tanto el desarme convencional como nuclear en toda el ¨¢rea europea, buscando el modo de lograr en diferentes fases un desarme paulatino y equilibrado, controlado mutuamente y con la participaci¨®n en el proceso de los signatarios del Acta de Helsinki en condiciones de igualdad.
En el segundo cesto, que trata de la cooperaci¨®n y cuyo tecnicismo y falta de espectacularidad lo ha convertido en el ?pariente pobre? de los dem¨¢s cestos ante la opini¨®n p¨²blica, es necesario seguir trabajando, pues, como se puede comprobar con la ostpolitik que practica la RFA, la base de una distensi¨®n radica en un complejo y tupido entramado de relaciones econ¨®micas, tecnol¨®gicas y culturales entre el Este y el Oeste. La actual crisis energ¨¦tica ha puesto de relieve la necesidad que tienen los Estados industrializados, independientemente de su modelo socioecon¨®mico, de lograr un nuevo sistema de cooperaci¨®n econ¨®mica en el marco de un nuevo orden econ¨®mico internacional. Se debe, pues, avanzar en la armonizaci¨®n de los intercambios entre los sistemas econ¨®micos existentes en Europa, enfocando los progresos que se hagan en este ¨¢mbito como una plataforma que permita tambi¨¦n un di¨¢logo Norte-Sur eficaz, en el que se comprometan los pa¨ªses industrializados y los del este europeo. La protecci¨®n del medio ambiente, el intercambio tecnol¨®gico y cient¨ªfico deben entenderse como un instrumento de la distensi¨®n, y en este ¨¢mbito la CSCE debe contemplar la creaci¨®n de ¨®rganos propios de seguimiento.
Un "cesto" fundamental
El tema de los derechos humanos preside el tercer cesto, y, sin duda alguna, es fundamental, pues en su respeto radica la garant¨ªa de una Europa libre y no mediatizada Pero cuando se habla de derecho, humanos no se puede limitar e debate a su faceta de derechos individuales, pues ¨¦stos no tiener sentido si no se apoyan en una concepci¨®n justa de las relaciones socioecon¨®micas. La libertad contin¨²a siendo escasa, pero tambi¨¦r son ignorados el derecho al trabajo, a la educaci¨®n o a la salud, por citar unos pocos ejemplos. En esta reuni¨®n de Madrid debe avanzarse en el campo de lacooperaci¨®n humanitaria, contemplando tanto sus aspectos individuales como sociales, y en este contexto debe prestarse especial atenci¨®n a la libre circulaci¨®n de las personas y de la informaci¨®n, intensificarlo, intercambios culturales y educativos y promover la protecci¨®n y e intercambio de los valores culturales de las minor¨ªas nacionales o regionales.
Presencia de los pa¨ªses mediterr¨¢neos
Junto a los tres cestos de la CSCE est¨¢ la cuesti¨®n de la presencia en la conferencia de los Estados mediterr¨¢neos no europeos, presencia que sin duda alguna plantea problemas. Sin embargo, hay que recapacitar sobre la misma denominaci¨®n de la conferencia, que lo es ?sobre la seguridad y la cooperaci¨®nen Europa?. La presencia de dos miembros de pleno derecho situados al otro lado del Atl¨¢ntico por su pertenencia a la OTAN subraya lo evidente: lo europeo est¨¢ afectado por lo que ocurre fuera del viejo continente, e incluso cabr¨ªa a?adir que aunque la URSS es geogr¨¢ficamente europea, su car¨¢cter de gran potencia le confiere en realidad, al igual que EE UU, una dimensi¨®n mundial, es decir, en este caso supraeuropea. La CSCE tampoco puede pues ignorar lo que piensan los pa¨ªses mediterr¨¢neos, africanos o asi¨¢ticos, porque son los vecinos inmediatos de los europeos, y el Mediterr¨¢neo, m¨¢s que una l¨ªnea divisoria, es un lugar de encuentro o, si se quiere, de tensiones. Por ello, todos estos pa¨ªses deben poder tener acceso a las reuniones de la conferencia, y si bien es cierto que ello no es posible como miembros de pleno derecho, la f¨®rmula que se adopte debe permitir que sus opiniones sean conocidas y, tambi¨¦n, tenidas en cuenta. Adem¨¢s, la reuni¨®n en Madrid de la CSCE debe ser la base de partida para la convocatoria de una Conferencia de Seguridad y Cooperaci¨®n en el Mediterr¨¢neo, en la que puedan participar, junto a los dos grandes, todos los Estados ribere?os, para permitir as¨ª en el futuro el establecimiento de un sistema de seguridad y cooperaci¨®n complementario al estrictamente europeo, si bien ello no ser¨¢ posible sin la previa soluci¨®n del conflicto de Oriente Pr¨®ximo y la desaparici¨®n de las actuales tensiones en el Magreb.
Espa?a: actitud imparcial
Finalmente desde la perspectiva del papel que Espa?a ha de desempe?ar en esta reuni¨®n de la CSCE, hay que tener muy presente que, cuando Madrid fue elegida en 1978 como sede de esta reuni¨®n de 1980, esta decisi¨®n estaba enmarcada por la circunstancia de que Espa?a habr¨ªa recobrado su car¨¢cter democr¨¢tico y por el hecho de que no formaba parte de ninguno de los dos bloques militares, aspecto este ¨²ltimo que hab¨ªa sido determinante en la elecci¨®n de Finlandia y Yugoslavia como pa¨ªses anfitriones de las dos reuniones anteriores. Por ello, si bien es cierto que Espa?a no debe limitar el ejercicio de su plena soberan¨ªa en las posturas que habr¨¢ de adoptar durante la celebraci¨®n de la conferencia por el hecho de ser el pa¨ªs anfitri¨®n, con m¨¢s motivo no puede ni debe ser reh¨¦n de las posturas que vayan a adoptar determinados pa¨ªses miembros de una alianza militar. El papel de Espa?a, en su calidad de pa¨ªs sede de esta reuni¨®n, est¨¢ bien claro: una actitud imparcial que le permita en los momentos cruciales ser mediadora de posturas encontradas, para facilitar, e incluso permitir, el ¨¦xito de la conferencia. En este sentido, las declaraciones del titular de Asuntos Exteriores hace apenas unos meses se?alando un calendario para el ingreso de Espa?a en la OTAN han da?ado gravemente las posibilidades espa?olas de desempe?ar, con todo el relieve deseable, el papel que le correspond¨ªa y que se le brindaba al celebrarse la conferencia en Madrid. Sin duda alguna, estas extempor¨¢neas declaraciones, cuyo contenido no comparte el PSOE, no han contribuido por su inoportunidad a mejorar el clima de tensi¨®n que rodea la celebraci¨®n de esta reuni¨®n debido a la actual situaci¨®n internacional. Se est¨¢ a tiempo a¨²n de rectificar este error, de recuperar para Espa?a un papel propio, y no mediatizado, y en este contexto, y dentro de la propia independencia de criterios que le exige su soberan¨ªa, mantener un estrecho contacto durante esta reuni¨®n de la CSCE con aquellos pa¨ªses que, como Suecia, Austria, Finlandia, Suiza o Yugoslavia, no son miembros de ninguno de los dos bloques militares.
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