Los yonquis
Picados de caballo, drogados para siempre, m¨²sica y rock and roll, los yonquis, entre jugueter¨ªa antigua y peluquer¨ªa gratis, han llegado al l¨ªmite, han tocado raya, han pisado medalla, son los malditos del pasotismo, los sin - punto - de - retorno, los que venden la vieja biblioteca familiar y se inventan pintores que no existen para comprar hero¨ªna a 48.000 p¨²as el gramo, que es como est¨¢ el material, y eso si hay suerte y no le dan a uno otra cosa y acaba uno meti¨¦ndose cemento en la sangre.En los pubs m¨¢s zumbados, por 6.000 p¨²as puede comprarse un octavo de gramo, o sea, para un pico conveniente. Ya digo que, si los de m¨¢s de cuarenta estamos viviendo la democracia como una segunda juventud, los j¨®venes est¨¢n viviendo la democracia como una acracia, s¨®lo que la acracia, que parece tener su imagen en la famosa ciudad de Magritte, ese palacio sobre una roca, en el vac¨ªo, respira realmente el aire caro de los para¨ªsos artificiales, que a estas alturas de la temporada son un airwell trilateral o internacional, como todo. Los yonquis. H¨¦roes inversos de una juventud que les admira m¨¢s que mira, sobre todo ellas, que hasta les cortan el pelo y les asean un poco, porque se han convertido en algo as¨ª como los m¨¢rtires o estilistas (algunos incluso estilistas) del culto a la nada, de la religi¨®n del pasar y del suicidio r¨¢pido, pero seguro.
El caballo, los anglosajones del XVIII, las zonas m¨¢s borradas de Uccello, las antiutop¨ªas m¨¢s deshermeneutizadas de J¨¹nger, la pastilla de belladona que dan en alg¨²n centro sanitario madrile?o, gratis, por las ma?anas, al irrecuperable que viaja a sus para¨ªsos artificiales en la camioneta de la periferia. Todo son maneras de escapar al mediocre di¨¢logo Norte/Sur, cuando el mundo se ha reducido a un d¨®lar fuerte que tiene por un lado la cara de ¨¢guila imperial y chata de Breznev y por el otro el perfil cinematogr¨¢tico y hortera de Reagan. La pol¨ªtica nacional es un fuego de campamento donde ya a nadie se le ocurre nada que cantar; la pol¨ªtica internacional es ese d¨®lar/Jano que s¨®lo se puede mirar de canto, pero los para¨ªsos artificiales, la libertad, la pasada total cuestan un huevo de la cara, de modo que para escapar al capitalismo de mercado/ capitalismo de Estado hay que ser por lo menos medianamente capitalista. Los yonquis, en esto, m¨¢s all¨¢ de todo pasota, drogota, pinchota o maldito de antolog¨ªa catalana, ya que no pueden ser consecuentes -nadie puede serlo-, son cuando menos reincidentes y han decidido llevar hasta el firia¨ªsu incoherencia, con lo cual se har¨¢ coherente: quemar hasta el ¨²ltimo tresillo de bamb¨² filipino en la locura del caballo, abrasarse el cerebro bajo la melena que les recorta la yonqui, abrasarse el coraz¨®n bajo la camisa de estibador ap¨®crifo, abrasarse el sexo bajo el pantal¨®n abullonado y unisex de la peinadora. Despu¨¦s se muere uno y ah¨ª. queda la plaza libre para que vengan otros a hacer oposiciones al Catastro.
Eduardo Chillida me env¨ªa la marca indeleble de su caligraf¨ªa y su creaci¨®n, con firme amistad. Es la salvaci¨®n en los para¨ªsos reales de la piedra, el acero y la tierra, frente a la salvaci¨®n /perdici¨®n en los para¨ªsos artificiales. Carlos Castilla del Pino me env¨ªa sus dos ¨²ltimos y grandes tomos de psiquiatr¨ªa, y en la dedicatoria me llama cari?osamente monstruo. Lo de Castilla del Pino es un minut¨ªsimo rehacer la Inteligencia en un tiempo que renuncia a ser inteligente. Los yonquis, m¨¢rtires y confesores de la nada obvia, tienen ya capilla y altar entre una juventud que prefiere sobrevivir de la nada con sueldo a fin de mes.
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